Pueblada: En Rosario y Victoria hubo marchas lideradas por los intendentes. Los rosarinos se caracterizaron por su entusiasmo incontenible. Los victorienses, por su masividad. Unos desde Rosario y otros desde Victoria. Todos juntos se concentraron ayer tras el mismo pedido:… «que las obras del puente que unirá a las dos ciudades se terminen de una vez.» Los rosarinos estaban imparables; alcanzaron a cruzar tres kilómetros a pie y, a juzgar por el entusiasmo, hasta hubieran llegado a Victoria. Del otro lado, se destacó la masividad de los entrerrianos. Ellos mismos se sorprendieron cuando notaron que sumaban 5 mil.
Los intendentes Hermes Binner y Jorge Valverde encabezaron las marchas, a las que se sumaron también concejales, funcionarios y autoridades. Pero, sin dudas, fue la espontaneidad de la gente la que se cobró el protagonismo de la jornada. Cargadas de «argentinidad», familias enteras cantaron el Himno. Pero al momento de expresar las emociones salió a la luz el perfil de cada ciudad. Mientras en Rosario la gente entonó ritmos futboleros, aplaudió, gritó y traspasó las vallas de contención, en Victoria la caminata fue apacible, ordenada y silenciosa.
Más allá de esas diferencias, a todos los pobladores -los más de 2 mil en Rosario y los 5 mil de Victoria- los movió el mismo entusiasmo y deseo al pedir que se termine el puente: que ambas poblaciones se acerquen a través de los 58 kilómetros de la traza y que se reactiven sus economías.
Minutos antes de la concentración y a pocos metros de allí, familiares de víctimas del tránsito pidieron que se arregle la Circunvalación antes que se habilite la obra. «Queremos aliviadores de tránsito, guarda rails, bacheo, alumbrado y forestación antes que ocurran más accidentes fatales», fue el reclamo.
La concentración
Eran las 16 cuando en la cabecera del puente comenzó a concentrarse la gente. Con banderas argentinas unos y con camisetas de la selección otros. Con mate en mano, a pie y bicicletas, y los que pasaban en auto tocaban bocina como dando aliento. En su mayoría eran vecinos de la zona norte: allí estaban los de barrio Rucci, Lomas de Alberdi, Alberdi Oeste, Cerámica y Florida Norte. Entre ellos, Rosa Vallone, una ama de casa, dijo que el puente se debe terminar porque es «progreso para todos» y confesó que no ve la hora de que empiecen a cruzar los coches de un lado a otro. «Es que desde mi casa veo la parte principal del puente y tendré espectáculo propio», aseguró.
También dieron el presente a la cita empresarios como Elías Soso, titular de la Asociación Empresaria de Rosario, que se mostró eufórico por la buena respuesta de la gente. Se sumaron representantes de la industria y el comercio, asambleístas barriales y vecinos de Capitán Bermúdez y San Lorenzo. Y aún más. Con espíritu turístico un ómnibus completo de residentes entrerrianos radicados en San Nicolás se acercó al lugar. «No vemos la hora de poder hacer en minutos viajes que ahora nos llevan más de cuatro horas», comentaron Basilio Siuto, oriundo de Nogoyá, y Carlos Troncoso, de Gualeguay.
La largada
Binner llegó acompañado por el ministro de Gobierno, Esteban Borgonovo, único funcionario provincial que acudió a la cita. Por parte de la Nación, el presentismo fue aún peor: no acudió nadie.
La presencia de los funcionarios marcó la largada. Mientras caminaban junto a la gente -que les robaba autógrafos, fotos y besos-, el intendente dijo: «El puente Urquiza, tal como lo bautizó la gente como agradecimiento de los 150 años de Rosario, debe terminarse lo antes posible, en los tiempos estipulados en el contrato» celebrado entre la Nación y la empresa Puentes del Litoral. Y Borgonovo agregó: «Los contratos deben hacerse cumplir pero es importante que la gente esté como hoy, en la calle, reclamando por la obra».
Un primer tramo de la caminata tuvo como destino la intersección de Rondeau y Circunvalación, pero los que disminuían la marcha acatando las órdenes de quienes cuidan la obra eran alentados a los gritos por los que los seguían: «¡Queremos pasar!» y «¡hasta Victoria no paramos!».
La segunda parada fue sobre el obrador, antes del puente principal. Desde abajo, en el caserío de pescadores Remanso Valerio, un grupo de gente vivaba a quienes estaban arriba del puente. Allí todos volvieron a entonar el Himno y se comenzó a proponer que la caminata se repita cada sábado. Después continuó la marcha. Ya con más aires de paseo que de protesta, la gente disfrutó a los largo de 3 kilómetros del paisaje. Sacaba fotos, filmaba y hasta jugaba a mirar el río por entre las juntas del concreto asfáltico. Más de uno dijo que se trataba de un momento histórico. «Aprovechemos ahora que no hay que pagar peaje», bromeó alguien. Todos caminaron hasta cruzar el canal y llegar a la geografía entrerriana. Allí pegaron la vuelta, con la sensación de que ayer el puente fue sólo de ellos.