Antes la pérdida de audición comenzaba a los 55 y ahora mucho antes. «Los días lunes recibimos cantidad de consultas de jóvenes afectados», confirma el otorrinolaringólogo Jorge Wulfsohn En la década del 40, las personas tenían probabilidades de padecer presbiacusia -la forma más frecuente y fisiológica de pérdida de la audición producida por el envejecimiento-, a partir de los 55 o 60 años. Actualmente, y por efectos de la exposición cotidiana al ruido, la edad de prevalencia de este problema se adelantó 10 ó 15 años, ubicándose alrededor de los 40. Es más, los jóvenes de entre 20 y 25 años consultan con frecuencia al médico por zumbidos, mareos, cefaleas y trastornos digestivos como consecuencia del alto nivel de ruido que soportan en los boliches los fines de semana. «Los días lunes recibimos la mayor cantidad de consultas», confirma el otorrinolaringólogo Jorge Wulfsohn. El especialista afirma que «la adicción» al ruido dejó de ser una cuestión teórica para instalarse como un verdadero problema de salud comunitaria al que justamente «no se le presta oído».
El otorrinolaringólogo implementa desde hace 5 años el Programa Ace (Audición, Comunicación y Educación) que ofrece seminarios, charlas y talleres vivenciales buscando despertar conciencia en cuanto a la necesidad de mejorar el entorno sonoro, poniendo en marcha pautas públicas y privadas que minimicen los riesgos (ver abajo).
«Lo primero que falta es conciencia de los políticos sobre este problema», apunta el médico, y agrega que lograr que tomen cartas en el asunto es una tarea compleja: «Las autoridades municipales y provinciales participan en actos donde se despliega pirotecnia en pleno centro de la ciudad, obligando a los vecinos a soportar esos bombazos que les dejarán secuelas irreversibles por trauma acústico», comenta.
No hace falta estar mucho tiempo en un lugar ruidoso para padecer las consecuencias; a veces, explica el especialista, con sólo 10 ó 15 minutos cerca de una fuente de sonido importante, como pueden ser los parlantes en una disco, es suficiente para que se produzca el problema.
El trauma acústico es una lesión de las células ciliadas a nivel del oído interno, ubicadas dentro de la cóclea, en el órgano de Corti. «Estas células son únicas y no se regeneran», advierte Wulfsohn. Todos los seres humanos nacen con un patrimonio limitado, que se van perdiendo en los lugares ruidosos.
Destrucción progresiva
Wulfshon pone el acento en que la destrucción progresiva de estas células no sólo afecta la audición, sino la comprensión del lenguaje. «Hoy vemos claramente cómo los adolescentes tienen un vocabulario limitado y mala fonética, entre otras cosas porque no escuchan y están acostumbrados al ruido. El trauma acústico no sólo afecta al oído sino que impacta en la capacidad de aprendizaje», dice.
Es más, todos los sistemas del cuerpo humano se alteran con los ruidos. Los sistemas respiratorio, circulatorio, urinario, genital, digestivo, endócrino, cardiovascular, no trabajan de la misma manera en un ambiente sereno y sin ruidos que en uno a todo volumen. «Las funciones vitales trabajan, no a través de nuestra voluntad, sino en forma independiente y reguladas por el sistema nervioso autónomo o vegetativo», explica el médico, quien afirma que es necesario aclarar esto porque, si no, «parece que hablamos de ciencia ficción».
A través del décimo par craneal (neumogástrico), en su porción visceral, se monitorean todas las funciones vitales, y el ruido, comenta Wulfshon, ataca en estos niveles: «Al diabético le sube la glicemia; al hipertenso la presión; a la persona con insuficiencia respiratoria le aumenta su dificultad, y al que sufre de cardiopatías le complica la dificultad», ejemplifica.
«Cuando nacemos tenemos intactas todas las células ciliares, que se van perdiendo en la medida que el niño es expuesto a un ambiente ruidoso, y la televisión, es una de las fuentes de ruido más intensas», destaca el otorrinolaringólogo.
Wulfshon explica que las escuelas también afectan la capacidad auditiva del infante porque las aulas no están construidas de manera correcta: «Se le da poca importancia a la acústica desde la arquitectura; las aulas deben ser cuadradas, los alumnos colocados en semicírculo, no deben tener mucho vidrio ni tanta luz, los pisos deben ser de madera o de cerámico poroso», enfatiza. Esto no sólo vale para las aulas escolares sino para todos los lugares en los que se reúne gente. Los bares y restaurantes, son otros de los sitios en los que más ruido se debe soportar, señala. «Hay muchos lugares en Rosario que no cumplen con estas reglas y es fácil detectarlos porque uno se sienta a tomar un café o a comer algo y no se puede establecer una comunicación clara con el que se tiene enfrente», argumenta.
«El abuso de la televisión, los walkman, discman, y ahora el MP3, nos está dejando una generación de futuros sordos», define el médico.
El transporte urbano de pasajeros es otra de las fuentes de contaminación auditiva más potente. Un trabajo elaborado por el denominado Grupo Ruido de la UNR, encabezado por el ingeniero Federico Miyara, dio a conocer el impacto sonoro que producen las frenadas, caños de escape y bocinazos. «Es otro aspecto fácil de comprobar. Los feriados, en el centro de la ciudad, no hay ruido», menciona Wulfsohn. «Existen normas que regulan los ruidos en la ciudad, pero no se cumplen -agrega el otorrinolaringólogo-. El artículo 67 del Código de Faltas, vigente en la provincia de Santa Fe, castiga hasta con 5 días de arresto a quienes a través del sonido o ruido perturbe la normal tolerancia del otro».
Al respecto señala que lo descripto en el artículo «es un concepto importante porque ya no hablamos de medir con decibeles ya que eso es relativo y depende de quién mide y cómo. El Código dice que si un vecino está en un lugar donde el ruido lo afecta, es suficiente para que tenga derecho a reclamar».
«No se trata de poner en marcha medidas odiosas o hacer una caza de brujas, sino de educar y concientizar; por ejemplo, la Municipalidad podría tener un 0-800 para que los vecinos puedan hacer su descargo», dice.
Ambientes serenos («No en silencio, porque es mentira que el silencio es salud, la vida es sonido», aclara), con música de fondo («No hay que obligar a los chicos a escuchar música, sino tenerla como sonido ambiente»), con poca televisión, que cuenten con condiciones edilicias adecuadas, y el cumplimiento de las ordenanzas vigentes, son los elementos que contribuyen a tener una buena salud, afirma el especialista.
La música que cura
En el cuarto mes de embarazo, el único sentido terminado es el auditivo. «El feto de seis meses tiene el mismo oído que a los 40 años», ejemplifica el otorrinolaringólogo Jorge Wulfsohn. Por eso, señala, es necesario comenzar allí el programa de educación auditiva para que la música «en calidad y en cantidad adecuada» actúe como catalizador del desarrollo de las funciones superiores del sistema nervioso, destaca el médico.
El llamado «efecto Mozart», que no sólo puede ser aplicado con música del genial compositor sino con «cualquiera que funcione a 60 pulsaciones por minuto», ha sido comprobado y es «muy útil».
Lo ideal sería que en las escuelas, en los espacios públicos, en las neonatologías o salas de internación y terapia intensiva se utilice la música de fondo, que produce efectos beneficiosos y mejoras en la salud. «La música cura y eso está demostrado», finaliza Wulfsohn.
Programa Ace
El Programa Ace (Audición, Comunicación, Educación) fue creado con el objetivo de difundir los daños que produce el ruido y trabajar en prevención. Ideado y puesto en marcha por el otorrinolaringólogo Jorge Wulfsohn, desde el 2004 está incluido en la programación del comité de relaciones públicas del Rotary, y de esta manera llega, en forma gratuita, a todos los clubes rotarios de la zona. También está disponible para las escuelas o instituciones interesadas.
Sitio web: www.programaace.org
Email: jw@ProgramaACE.org
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Fuente: Florencia Ò’Keeffe,
publicada en Diario La Capital el 11/10/2006