
Startup japonesa creó un robot de 4,5 metros inspirado en Gundam y el dinosaurio Archaeopteryx
Startup japonesa creó un robot de 4,5 metros inspirado en Gundam y el dinosaurio Archaeopteryx
Japón ha dado un paso hacia la ciencia ficción con la creación de Archax, un robot de 4,5 metros y 3,5 toneladas desarrollado por Tsubame Industry. Este proyecto, mezcla de animación, videojuegos, automoción y robótica, apunta a un público muy exclusivo: los millonarios que buscan máquinas únicas.
El nacimiento de Archax: de la ciencia ficción a la realidad japonesa

La compañía Tsubame Industry, dirigida por Ryo Yoshida, presentó Archax durante el Japan Mobility Show de 2024, convirtiéndose en una de las grandes atracciones del evento. Inspirado en la cultura pop japonesa, este proyecto combina elementos de robots como Transformers, Gundam y hasta de los exoesqueletos de Avatar. Sin embargo, lo que en el cine parecía un sueño imposible, en Japón ya tiene forma física y se puede pilotar.
Archax no es un simple prototipo de exhibición: fue concebido como un vehículo futurista y un homenaje a las industrias en las que Japón ha destacado durante décadas, como la robótica, la animación y la automoción. Yoshida explicó que su meta era crear un producto que pudiera decir al mundo “Esto es Japón”. El resultado es un imponente robot que se eleva hasta los 4,5 metros y que puede alternar entre modo vehículo y modo robot en apenas 15 segundos.
Aunque su aspecto recuerda a un guerrero mecánico de ciencia ficción, sus capacidades son más limitadas. Puede mover sus brazos y levantar hasta 20 kilos, lo que dista mucho de los superpoderes de Optimus Prime. No obstante, su sola presencia impacta y redefine la frontera entre entretenimiento, ingeniería y lujo, proyectando una imagen de Japón como pionero en innovación tecnológica aplicada al ocio de élite.
Un robot pilotable: ficha técnica y experiencia del usuario

Archax pesa 3,5 toneladas y mide 3,1 metros de ancho, alcanzando entre 4,4 y 5,9 metros de longitud según el modo en que opere. Su exterior está fabricado con FRP, un material de fibra plástica reforzada, y su movilidad depende de neumáticos industriales similares a los de las carretillas elevadoras, impulsados por motores eléctricos. La velocidad máxima es modesta: 10 km/h, suficiente para un espectáculo pero lejos de un vehículo práctico.
El piloto se acomoda en una cabina cerrada equipada con 26 cámaras de gran angular que permiten una visión completa del exterior. El control se realiza mediante joysticks, pedales, botones y una pantalla táctil, lo que convierte la experiencia en algo similar a jugar con un simulador, pero dentro de un robot real. Además, Archax puede manejarse de forma remota, lo que abre la puerta a posibles aplicaciones en entornos de riesgo o en exhibiciones a distancia.
Su fuerza mecánica también es limitada: los brazos articulados levantan hasta 20 kilos, lo suficiente para impresionar en una feria, pero sin capacidades industriales. La transición entre los modos vehículo y robot dura 15 segundos, un detalle que refuerza la sensación de estar presenciando un espectáculo futurista. Más que una máquina de trabajo, Archax es un juguete monumental, pensado para quienes desean experimentar lo que hasta ahora solo existía en películas de ciencia ficción.
El mercado del ultralujo y las ambiciones espaciales de Tsubame
Archax no fue creado para la industria, sino para el mercado del ultralujo. Cada unidad cuesta tres millones de dólares y la producción inicial se limitó a cinco ejemplares, disponibles solo por encargo. La empresa advierte que los compradores deberán esperar hasta un año y medio para recibir su robot, lo que lo sitúa en la misma liga de exclusividad que jets privados o superyates.
El público objetivo son magnates y coleccionistas apasionados por la ciencia ficción. Tsubame Industry reconoce que su intención es “crear un mercado completamente nuevo” para robots pilotables, una categoría inédita dentro del lujo tecnológico. No obstante, la compañía no descarta futuras aplicaciones más funcionales. Entre sus planes figuran el uso de robots en desastres naturales, nuevas formas de ocio o incluso la exploración espacial.
La idea, según Akinori Ishii, directivo de Tsubame, es que en una hipotética base lunar no sería viable disponer de máquinas especializadas para cada tarea, pero sí de robots versátiles de forma humanoide capaces de adaptarse a distintas funciones. Archax sería, en este sentido, un primer paso hacia tecnologías que trasciendan el espectáculo y el lujo, para convertirse en herramientas útiles en entornos extremos.
De momento, el proyecto ya ha captado la atención internacional, no solo por su aspecto imponente, sino también por el simbolismo que encierra: Japón exportando al mundo la unión de su cultura pop con su poderío tecnológico.
Archax es mucho más que un robot: es un símbolo de la ambición japonesa por unir ciencia ficción y realidad. Aunque hoy sea un objeto de lujo para millonarios, sus creadores vislumbran un futuro donde estas máquinas tengan aplicaciones en desastres y hasta en misiones espaciales.
Referencia:
- Tsubame Archax. Link
Fuente: CerebroDigital.net