
Los eléctricos duran menos de 4 años en manos de sus dueños: la innovación acelerada cambia los hábitos de consumo
Un estudio revela la enorme diferencia entre la vida útil en manos del propietario de un coche de combustión y uno eléctrico. El contraste muestra cómo la innovación tecnológica y los hábitos de consumo están transformando el mercado automotor
Un informe de S&P Global, retomado por TV Bus, pone en evidencia un fenómeno llamativo: los autos de gasolina en Estados Unidos se conservan en promedio 12,5 años (incluso 13,6 si se excluyen los utilitarios), mientras que los eléctricos apenas llegan a 3,6 años en manos de sus propietarios. Se trata de un contraste que refleja no solo la mayor fiabilidad de los motores de combustión, sino también la rapidez con la que evoluciona la tecnología en los modelos eléctricos.
En otras palabras, mientras los vehículos tradicionales se valoran por su durabilidad y capacidad de mantenerse vigentes en el mercado de segunda mano, los eléctricos están marcados por un ciclo mucho más corto, impulsado por la innovación constante y la percepción de que el modelo más reciente siempre es mejor.
La longevidad del motor a combustión

El coche de gasolina sobrevive durante más de una década en gran parte por cuestiones prácticas. El precio de un vehículo nuevo motiva a conservar el que ya se tiene, más aún cuando su mecánica es reconocida por ser más sencilla y resistente. Además, en muchas regiones sigue siendo la opción más conveniente debido a la limitada infraestructura de carga eléctrica. Incluso con años de uso, un automóvil de combustión mantiene atractivo en el mercado de segunda mano, lo que permite a los propietarios esperar el momento adecuado para venderlo sin grandes pérdidas de valor.
La rapidez del cambio eléctrico
La historia es muy distinta con los autos eléctricos. Su reemplazo temprano no suele deberse a averías, sino a la velocidad de la innovación. Los avances en autonomía, gestión de batería, software y sistemas de asistencia generan un ciclo acelerado de consumo: lo que hoy es un estándar, mañana puede sentirse obsoleto.
A esto se suman los contratos de leasing a 36 meses, que facilitan la renovación periódica, y los incentivos fiscales que promueven la compra de modelos más recientes. Compañías como Tesla o BYD actualizan con tanta frecuencia sus plataformas que los consumidores prefieren cambiar de vehículo en lugar de quedarse atrás.
El mercado de segunda mano y la sostenibilidad
© Jorge Zapata – Unsplash
Este comportamiento tiene consecuencias directas en la reventa. Los eléctricos seminuevos abundan, pero su depreciación es mucho más rápida porque los compradores perciben que cada generación supera claramente a la anterior. Sin embargo, las garantías de batería —que suelen cubrir entre 8 y 10 años— reducen riesgos si se verifica su estado antes de la compra. En contraste, los coches de gasolina conservan un mercado más estable, sobre todo en lugares donde las estaciones de carga son escasas.
A primera vista, cambiar un auto eléctrico cada pocos años parece contradictorio con la idea de sostenibilidad. Sin embargo, cada nueva generación mejora la eficiencia y reduce las emisiones durante el uso, lo que mitiga en parte el impacto. Para los fabricantes, además, esta dinámica se convierte en una oportunidad: los servicios ligados al software, las actualizaciones remotas y los modelos de suscripción están emergiendo como nuevas fuentes de ingresos que no existían en la era del motor de combustión.
El futuro de la propiedad automotriz
La diferencia de ciclos refleja dos filosofías: la cautela económica y la durabilidad de los autos de gasolina frente al empuje de la innovación que impulsa a cambiar de eléctrico cada tres o cuatro años. El reto de la próxima década será encontrar un equilibrio: que los precios bajen, que la infraestructura de carga madure y que la tecnología permita a los eléctricos ofrecer no solo eficiencia, sino también estabilidad a largo plazo.
Nota original Por Romina Fabbretti. GIZMODO