El resultado en Rosario era previsible, pero la enorme diferencia entre el oficialismo municipal y la oposición sorprendió hasta a los más optimistas El resultado en Rosario era previsible, pero la enorme diferencia entre el oficialismo municipal y la oposición sólo estaba en la imaginación de los socialistas más optimistas dentro de los optimistas. Miguel Lifschitz (Frente Progresista) consiguió ayer la reelección como intendente por cuatro años más, hasta el 2011, aplastando a su principal adversario, Héctor Cavallero (Frente para la Victoria), por una diferencia de 27 puntos: 57,11 por ciento (287.933 sufragios) contra 30,59 por ciento (154.231), escrutado al cierre de esta edición el 98,8 por ciento del total de las mesas.
En el Patio de la Madera, donde el socialismo esperó los resultados, Lifschitz no podía contener la alegría por su contundente victoria (se fundía en un abrazo ante cada uno que lo felicitaba). Pero la sonrisa del intendente se potenciaba sin duda aún más por el histórico triunfo que logró Hermes Binner a nivel provincial destronando al peronismo de la Casa Gris. “Para mí esto es un premio, no pensaba ser reelegido por esta cantidad de votos. Vamos a seguir trabajando por más solidaridad y más inclusión social”, fueron las primeras valoraciones del intendente al calor de los resultados.
El raid arrollador de Lifschitz —la diferencia de votos que le sacó al peronismo es histórica— le permitirá al socialismo llegar a cumplir más de dos décadas de gobierno en la ciudad (1989 a 2011) de la mano de un alto grado de reconocimiento por parte de la ciudadanía.
Y analizado desde el punto de vista territorial la supremacía del socialismo también fue total. Lifschitz ganó a lo largo y ancho de toda la ciudad, con más amplitud en los barrios del centro y macrocentro. La mejor performance la tuvo en la seccional 1ª, donde se impuso por 72 por ciento contra 17 de Cavallero. Y en la más ajustada le sacó 4 puntos al peronismo: fue en la de Empalme Graneros (sub 1ª A), por 45 a 41. En el resto el resultado fue el siguiente: 2ª (70 por ciento a 17), 3ª (71 a 16), 4ª (69 a 19), 5ª (65 a 23), 6ª (66 a 21), 7ª (64 a 23), 8ª (62 a 24), 9ª (63 a 24), 10ª (60 a 28), 11ª (51 a 35), 12ª (50 a 35), 13ª (51 a 35), 14ª (53 a 35), 15ª (57 a 30) 16ª (50 a 36) 17ª (53 a 34), 18ª (50 a 36), 19ª (48 a 39), 21ª (47 a 39), sub 2ª A -Nuevo Alberdi- (49 a 36).
Pero más allá de la vorágine de la jornada electoral, conviene prestar atención sobre la evolución electoral en Rosario del socialismo y el peronismo en los últimos años. En el 2003 Lifschitz fue elegido intendente por un estrechísimo margen: 155.907 votos (32,62%) contra 149.366 (31,1) del justicialismo, tan sólo algo más de 5 mil sufragios. A cuatro años, y en un virtual plebiscito de su gestión, el actual intendente logró ayer un respaldo contundente que lo deja en una situación política inmejorable para encarar su segundo mandato.
Lo que viene. Lifschitz tendrá además un nuevo escenario político: a) Por primera vez el socialismo gestionará esta ciudad con un gobernador del mismo color político, con lo cual a partir del 10 de diciembre próximo el Estado municipal coordinará aceitadamente con el gobierno provincial políticas en las distintas áreas dejando de lado una competencia que provoca hasta ahora superposición de recursos y esfuerzos. b) Tendrá que gobernar con un nuevo interlocutor a nivel nacional: el sucesor de Néstor Kirchner y su nuevo gabinete. c) Contará con un Concejo Municipal en sintonía, ya que el socialismo y sus aliados tendrán —gracias a los comicios de ayer— mayoría propia.
El peronismo rosarino sigue caminando, entre tanto, hacia un horizonte con muy pocas certezas. Ante esta nueva derrota en la ciudad, que tuvo características arrolladoras y en gran parte es la que explica la caída del PJ provincial, los pases de facturas estarán a la hora del día. Tal es la crisis que atraviesa esta fuerza, que por primera vez llevó un candidato a intendente que no es afiliado al justicialismo (Cavallero), pero así y todo no logró una buena elección, sólo se limitó a retener el histórico voto cautivo peronista, que cada vez es menos cautivo y más histórico.
El resto de las fuerzas políticas no pesaron a la hora de las estadísticas en la elección a intendente: la UCR logró un pobrísimo 1,89 por ciento, muy por debajo de los en blanco.
El nivel de participación fue alto en comparación a otras elecciones (73 por ciento) y a diferencia de las internas abiertas del 1º de julio no hubo mayores problemas para la conformación de las distintas mesas.
Además, la jornada fue ideal, templada y con un sol que acompañó el desarrollo de los comicios. Un día “típicamente peronista”, salvo por un detalle: el gobernador y el intendente que salieron de las urnas son socialistas.
por Adrián Gerber / La Capital