Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo. Platón Entre la Muerte, Señora impiadosa y la Enfermedad, compañeras en muchas jugadas de todos los tiempos, en una “pared” de pizarrón, impecable, pero insolente y vanidosa, lo “pasaron” al “Negro”… se lo llevaron “puesto”; “pitada” final y la tribuna atribulada.
Unos le llaman destino, que es esa sucesión inevitable de acontecimientos incognoscibles que ocurren; otros azar, caso fortuito, desgracia imprevista. Puede ser que así sea. Pero sea lo que sea, la pena y la congoja se acumulan y da bronca.
Bronca, enojo, rabia, enfado, porque la Muerte ha pretendido matar el humor y la sonrisa que provoca. Un imposible.
El humor que Roberto Fontanarrosa expresó a través del papel y del decir no muere, perdurará por siempre.
En uno de sus últimos reportajes puso de manifiesto conceptualmente su manera de pensar y de obrar: «Han habido tiempos tan duros como éstos y siempre hubo humor. En mi caso personal encuentro que las crisis, por controversiales y polémicas, son muy propicias para el humor. El problema es cuando se transforman en tragedias, dado que allí me paralizo».
Para “Inodoro Pereyra, el renegau”, “la Eulogia”, “Mendieta”, Boggie alias “el aceitoso”, y tantos otros, esta crisis no se transforma en tragedia porque no han quedado solos, no han sido abandonados; por el contrario, están acogidos, resguardados, cuidados por esa pléyade de admiradores, de seguidores, de un estilo y de un carácter único e inigualable.
En el dibujo, en la palabra y en su accionar “el Negro” volcó sentimientos sin par, por lo que se transformó en un artista. Un artista necesario.
Osvaldo Vergara Bertiche
Rosario, Ciudad de los amores del Negro Roberto Fontanarrosa,
Provincia de Santa Fe, República Argentina