
De un modesto 9% de eficiencia en sus primeros ensayos a más del 27% en la actualidad, la perovskita se ha convertido en el centro de la investigación fotovoltaica.
Una nueva alianza científica busca acelerar su madurez y convertirla en el pilar de la transición energética global.
En los pasillos de la Universidad de Stuttgart se gesta una colaboración que podría redefinir la historia de la energía solar. El profesor Nam-Gyu Park, pionero en células de perovskita, unirá fuerzas con Michael Saliba para acelerar el salto de esta tecnología desde la investigación básica hasta la madurez comercial. El objetivo: transformar la promesa científica en un recurso clave para la sostenibilidad.
© Dr. Bahram Abdollahi Nejand, KIT.
La promesa de un nuevo material
Las células solares de perovskita emplean materiales con una estructura cristalina distinta al silicio tradicional. Su atractivo reside en un trinomio irresistible: bajo costo de producción, eficiencia que roza el 27% y una flexibilidad que multiplica sus usos. Lo que comenzó en 2009 con prototipos que apenas alcanzaban el 9% de rendimiento, hoy amenaza con marcar un cambio de paradigma energético.
Dos trayectorias que se cruzan
Park, responsable de la primera célula funcional de perovskita y galardonado con premios como el ENI Award 2024, aporta la visión de un pionero en nanomateriales. Saliba, al frente del Instituto de Fotovoltaica en Stuttgart, lidera la optimización estructural y la fabricación escalable. Su unión busca convertir la ciencia de materiales en dispositivos fiables y duraderos que resistan humedad, calor y radiación.
Retos en el camino
La perovskita aún debe superar su talón de Aquiles: la estabilidad a largo plazo.
Para ser competitiva frente al silicio, debe alcanzar una vida útil superior a 25 años. El proyecto conjunto explorará nuevos compuestos más sostenibles y duraderos, al tiempo que analizará cómo se comportan las células bajo condiciones de iluminación real, clave para anticipar fallos y mejorar su resistencia.
Más allá de los paneles solares
Ligereza, flexibilidad y fabricación a bajas temperaturas convierten a la perovskita en una candidata para usos que trascienden los techos solares. Desde ventanas fotovoltaicas hasta sistemas para vehículos eléctricos, pasando por sensores autónomos y aplicaciones espaciales, el abanico es inmenso. Su resistencia a la radiación la hace especialmente atractiva para satélites y misiones de exploración.
Una colaboración con impacto global
La alianza entre Stuttgart y Corea del Sur tendrá un escaparate en la conferencia Advancing Perovskite-Based Photovoltaics, prevista para septiembre de 2025. Allí, expertos internacionales debatirán cómo llevar estas innovaciones del laboratorio al mercado. Para Park y Saliba, este proyecto es más que investigación: es la oportunidad de acelerar la transición hacia un sistema energético más limpio y sostenible.
Nota original en: GIZMODO