Según la denuncia del semanario Análisis de la Actualidad, por lo menos 50 chicos que empezaban su carrera religiosa fueron violados entre 1984 y 1992 por el entonces prefecto Justo José Ilarraz
Según la denuncia del semanario Análisis de la Actualidad, por lo menos 50 chicos que empezaban su carrera religiosa fueron violados entre 1984 y 1992 por el entonces prefecto Justo José Ilarraz.
Un cura de Paraná fue acusado de cometer pedofilia en perjuicio de unos 50 seminaristas de entre 12 y 14 años, entre 1984 y 1992, y tras la denuncia difundida ayer por una revista local el arzobispado de esa ciudad manifestó su “pesar y vergüenza”.
El sacerdote acusado es Justo José Ilarraz, quien se desempeñó durante ese lapso como prefecto del Seminario Menor de la capital entrerriana y últimamente cumplía funciones sacerdotales en Morteros, en la provincia de Tucumán.
Según la denuncia del semanario Análisis de la Actualidad, por lo menos 50 chicos que empezaban su carrera religiosa fueron violados entre 1984 y 1992 por el entonces prefecto Ilarraz.
La publicación revela que en 1993 se inició un juicio diocesano, donde declararon innumerables jóvenes que “reconocieron las perversidades que les hacía el sacerdote cuando eran apenas niños, pero optaron por ocultarlo”.
La nota señala que, “como castigo, el cura pedófilo fue enviado al Vaticano durante un año” y precisa que “todo está escrito. Los sumarios están escondidos bajo siete llaves, pero existen, porque declararon varias de las víctimas” y “las testimoniales fueron tomadas una a una en la parroquia de San Cayetano”.
El semanario asegura que el actual arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puíggari, se desempeñaba en esos años como prefecto del Seminario Mayor y tuvo pleno conocimiento de los hechos ocurridos.
También recalca que “en los últimos tiempos, un grupo de curas, víctimas y ex seminaristas reclamaron la expulsión de la Iglesia de Ilarraz, pero jamás hubo respuestas”.
Según el texto del semanario, el cura abusaba de los chicos de 12, 13 y 14 años “entre las cuatro paredes de su habitación privada del Seminario o en el baño. No se tenía que enterar nadie. Si alguien traicionaba ese pacto perverso de confidencialidad la iba a pasar mal”.
Según la denuncia, si contaban lo que pasaba “iban a empezar las represalias y se acababan los privilegios: los caramelos, los chocolatines, la buena comida, la TV o las películas en video”, añade.
El arzobispado de Paraná dijo ayer sentir una “profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas” y, aunque reconoce los hechos de corrupción, no informa si se iniciaron actuaciones judiciales contra el cura acusado de violación.
“Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza”, dice el comunicado de la Iglesia.
El documento agrega que esta situación “nos interpela para que nuestro compromiso con la verdad y el bien sea cada vez más auténtico y eficaz”.