Hay triunfos que son tan valiosos que no vale la pena explicarlos. Porque la aplastante y arrolladora victoria que ayer consumó Central en el Gigante tuvo un efecto multiplicador. Le otorgó puntos importantísimos para seguir engrosando su promedio -salió de la promoción- y para volver a la cima del Clausura, aunque sea momentáneamente hasta hoy, cuando se complete la fecha. Como valor agregado, el equipo de Russo mantuvo el invicto en el torneo. Pero si a eso se le suma que lo consiguió ante el rival de toda la vida, con la carga psicológica que eso conlleva, y si encima le sirvió para enredar aún más en su propia telaraña a Newell’s, la cuenta no podría ser más redonda. Y su felicidad más plena. Por eso se justifica el carnaval canalla que los jugadores desataron en la cancha y los hinchas en la tribuna una vez que el árbitro Héctor Baldassi pitó el final. Una comunión que cada vez es más intensa y que se respalda en situaciones palpables.
A la hora de explicar las razones de un triunfo tan merecido como abultado hay que respaldarse en los golpes de efecto. Porque hay partidos que se entienden por la sumatoria de circunstancias y otros que se explican a partir de una situación límite, fronteriza, que divide un antes y un después. Y en este último concepto se enmarca el clásico de las pasiones rosarinas de ayer.
Con la misma contundencia que le imprimió a su cabezazo, el gol de Figueroa estableció un meridiano. Atrás quedaron casi 40 minutos en los que Newell’s había sacado una pequeña luz de ventaja en el juego, aunque los canallas habían contado con las situaciones más claras por imperio de sus virtudes y por los groseros errores defensivos de los rojinegros. Y por delante empezaba a profundizarse la marca a fuego que dejó el 1 a 0. Fortaleció e hizo sentir más seguro a un equipo en racha ganadora: Central. Y tumbó definitivamente a otro que es permeable a los golpes: Newell’s. Ese gol de Lucho expuso el momento que cada uno vive en el torneo: un equipo auriazul que crece desde el orden, la solidez y la contundencia. Y un conjunto rojinegro sin alma, que se desbarranca y cada vez se aleja más de la identidad que pretende su técnico y de sus objetivos.
De acuerdo con lo visto en el primer tiempo, el 3 a 0 tal vez parezca exagerado, pero tiene relación directa con un Newell’s falto de actitud, que no tuvo respuestas anímicas ni futbolísticas ante cada golpe que recibió. El envión leproso de los primeros minutos del complemento se debió más a la inercia que traía desde los vestuarios que a la convicción, porque siempre quedó la sensación de que bastaba que Central acertara una contra para liquidar el pleito. Al margen de la ventaja, se lo notaba más seguro, manejando el trámite del encuentro.
Por eso no sorprendió que Messera, primero, y Delgado, más tarde, redondearan la fiesta canalla ante un rival timorato y dubitativo, que agachó la cabeza ante la superioridad manifiesta de Central, que se mostró abatido y que nunca tuvo la actitud necesaria ni la rebeldía para revertir el rumbo.
El partido se prendió desde aquel gol de Figueroa. Marcó el punto de inflexión. Descubrió la evidente y nociva tendencia rojinegra al descalabro y la fría ingeniería canalla para construir una actuación avasallante y arrolladora a partir de un fútbol eficaz y contundente.
Síntesis
R. Central 3: Gaona 6; Ferrari 5, Carbonari 7, Daniel Díaz 6 y Talamonti 5; Gvo. B. Schelotto 7, D. Quinteros 7, Papa 5 y Messera 7 (80′ Sánchez); C. Delgado 7 (87′ Mandra) y Figueroa 6. Suplentes: Castellano, Fassi y Pino. DT: M. Russo.
Newell’s 0: Palos 6; Vella 5, Grabinski 4, S. Domínguez 3 y Ré 6; Domizi 5 (65′ Liendo 4), Ponzio 5, Kmet 4 y Marino 4 (65′ Saucedo 4); Rosales 6 y Silvani 5. Suplentes: Pocrnjic, Fernández y Adinolfi. DT: H. Veira.
Estadio: Gigante de Arroyito.
Arbitro: Héctor Baldassi (6).
Recaudación: $ 333.434.
Goles: 39′ Figueroa (RC), 58′ Messera (RC) y 84′ Delgado (RC).
Amonestados: Carbonari, Talamonti y D. Quinteros (RC); Grabinski, Domínguez, Kmet, Ponzio y Rosales (NOB).
Incidencias: No hubo