
Un bloque de hielo salado podría ser la clave de la energía limpia en lugares extremos. Y lo más desconcertante es que funciona mejor que muchos compuestos caros
Investigadores europeos, chinos y estadounidenses publicaron en Nature Materials un hallazgo inesperado: el hielo salado genera electricidad de forma descomunal.
Lo que parecía un material inútil se coloca ahora en la carrera de soluciones energéticas para la Tierra… y para el espacio.
Durante siglos, el agua congelada fue vista como una sustancia pasiva, incapaz de ofrecer nada más que frío y estabilidad. Sin embargo, un estudio publicado en Nature Materials ha volteado esa idea por completo. Un equipo internacional coordinado desde Barcelona descubrió que añadir sal al hielo lo convierte en un generador eléctrico insólito, con aplicaciones que van desde sensores en el Ártico hasta exploraciones en las lunas heladas del Sistema Solar.
El hielo, de elemento inerte a fuente de energía inesperada

El agua ha movido molinos, alimentado presas hidroeléctricas y sido motor de civilizaciones. Pero el hielo, en cambio, jamás se consideró un recurso energético. Carecía de la propiedad de generar carga eléctrica bajo presión, algo que sí poseen otros materiales. Esa percepción comenzó a resquebrajarse con los primeros experimentos sobre su comportamiento cuando se deforma.
Investigadores del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología comprobaron que el hielo puro podía producir electricidad gracias a un fenómeno conocido como flexoelectricidad, aunque a niveles demasiado bajos para tener valor práctico. La pregunta era si había una forma de potenciarlo.
El hallazgo que multiplica por mil su capacidad
La clave resultó ser la sal. Al introducir cloruro sódico en concentraciones del 25 %, los científicos observaron que el hielo no solo mantenía su estructura, sino que multiplicaba por mil su capacidad de generar electricidad frente al hielo puro. De repente, un material abundante, barato y sostenible se situaba al nivel de otros compuestos utilizados en electrónica avanzada.
La combinación de hielo y sal, tan cotidiana y sencilla en apariencia, abría un camino inédito hacia nuevas tecnologías de recolección de energía en lugares extremos.
Un candidato para las tecnologías limpias

El equipo internacional, que contó también con la Universidad de Xi’an Jiaotong en China y la de Stony Brook en Estados Unidos, vislumbra aplicaciones prácticas: sensores de bajo coste, dispositivos que funcionen en glaciares o plataformas instaladas en regiones polares donde otras tecnologías no sobrevivirían.
Aunque el hielo salado pierde eficiencia tras muchos ciclos de uso, sus ventajas son enormes: abundancia, bajo coste y un impacto ambiental mínimo. Para Gustau Catalán, director del Grupo de Nanofísica de Óxidos en Barcelona, es un candidato prometedor dentro del arsenal de tecnologías limpias que necesitamos con urgencia.
Más allá de la Tierra: un mensaje cósmico
Este fenómeno no solo afecta a nuestro planeta. Comprender cómo el hielo salado genera electricidad podría ayudar a interpretar la actividad en lunas heladas como Europa o Encélado, donde se sospecha que los procesos eléctricos bajo el hielo podrían influir en la dinámica interna y, quizá, en la habitabilidad.
En definitiva, lo que comenzó como un experimento con un material tan común como el agua congelada con sal, podría convertirse en una revolución energética. Y como suele ocurrir en ciencia, el hallazgo se esconde en lo más simple: una pizca de sal en un bloque de hielo.
Nota original en: GIZMODO