Si a la hora de distribuir los fondos públicos el gobierno privilegiara criterios objetivos en vez del clientelismo, la Universidad Nacional de Rosario (UNR) merecería un aumento del 24,5 por ciento en su presupuesto. Los dos indicadores a favor son el porcentaje de graduados, que supera la media nacional, y la cantidad de docentes por alumno, que es más baja. La estimación, realizada por dos investigadoras rosarinas en base a un estricto modelo de costos universitarios, también incluye en la lista de merecedoras a otras nueve de las llamadas «grandes», con excepción de la de Buenos Aires, que debería resignar parte de sus recursos.
El informe fue realizado por las investigadoras Jorgelina Cecconi y María Fernanda Ghilardi, ambas docentes de la UNR y de la Facultad Católica de Derecho, teniendo como base los datos correspondientes al año 2000.
De movida, el estudio -realizado en el marco del Instituto de Estudios de la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral)- recuerda que la ley de educación superior dispone que el presupuesto de las universidades debe distribuirse teniendo en cuenta indicadores de «eficiencia» y «equidad». Sin embargo, también señala que en la práctica existen «importantes desvíos» en la asignación de esos fondos públicos.
Antes de centrarse específicamente en ese aspecto, el verdadero quid de la cuestión, las investigadoras dan algunos datos de contexto que permiten caracterizar a la Universidad nacional. Por ejemplo, destacan que se trata de un sistema de «amplio acceso»: en números concretos, eso significa que en Argentina llegan a ese nivel de estudios superiores 35 alumnos por cada mil habitantes, cuando en Chile esa relación es de sólo 8 por mil y en Alemania de 28.
«Sin embargo -señalan las investigadoras- esta posibilidad de acceso no se traduce en igualdad de resultados: Argentina posee índices de graduación que varían entre el 3 y el 5 por ciento, mientras España posee el 11 y Japón el 25». También registran el tiempo que se tarda para recibirse: en promedio, las carreras de los alumnos argentinos duran un 60 por ciento más de lo que deberían.
Y en cuanto al dinero que se destina por alumno también hay datos llamativos. Por ejemplo, que mientras el promedio nacional por estudiante en el 2000 fue de 1.780 pesos, varias universidades recibieron más del doble, como la General San Martín, la del Centro de la Provincia de Buenos Aires y la de San Juan. Por supuesto, lo que va a un lado no va al otro. Y las más perjudicadas resultaron las universidades de mayor tamaño, entre ellas la de Rosario, que este año, a pesar del crecimiento de su alumnado, cuenta con 1.414 pesos por estudiante.
¿Cómo se superan estas situaciones? Sin duda, la respuesta es muy compleja e incluso en el propio diagnóstico juegan variables determinantes, socioeconómicas y específicamente educativas, que no se desarrollan en este estudio. Sin embargo, el planteo de las especialistas es que al menos el análisis provee «indicios» que sería recomendable atender para comprender la realidad universitaria e incluso para distribuir (o redistribuir) recursos.
El eje que vertebra el análisis comparativo entre universidades consiste en tomar el promedio de dos indicadores a nivel nacional: cuántos alumnos egresan anualmente sobre el total y cuántos docentes se disponen por cada 100 estudiantes. En el caso de la UNR, los dos dan saldo positivo: tiene más graduados que la media (4,2 por ciento, sobre 4 de todo el país) y menos docentes (3,46, contra 3,93 del promedio nacional).
La UNR, de las más castigadas
Paradójicamente, la UNR resulta bastante castigada, pero no es la única. Integra un total de diez universidades de las llamadas grandes, a excepción de la UBA, que merecerían más asignaciones y sin embargo aparecen financiando a otras, sin que quede muy claro por qué.
El caso se hizo evidente la semana pasada, cuando Rosario perdió 3,5 millones mientras dos universidades nuevas del conurbano bonaerense ganaron 7. El rector local no tuvo eufemismos y definió a ese reparto como una «maniobra politiquera» del gobierno de Eduardo Duhalde.
Porque si se da fe a este estudio, estrictamente matemático, algunos de esos manejos se hacen evidentes. «Este modelo no pretende agotar el análisis de cómo distribuir los recursos, pero al menos provee criterios objetivos bastante más correctos que el puro clientelismo», afirmó Cecconi.