Cuenta la tradición, recogida por vez primera en la «Historia de San Martín»…
Cuenta la tradición, recogida por vez primera en la «Historia de San Martín», de Bartolomé Mitre, que el gran Gral. dictó el parte de la victoria, luego del combate, «a la sombra de un pino añoso…» Este pino es, tal vez, el más conocido y venerado de todos cuantos existen, no sólo en nuestro país, sino también en América.
Dentro de las Coníferas el Pino de San Lorenzo se agrupa en la especie Pinus Pinea (o Pino Piñonero), siendo su copa achatada y sus piñas de tamaño grande, ovoideas, con escudetes aspiramidados.
Una parte de la tradición oral sanlorencina sostiene que dicho pino habría sido plantado por los padres jesuitas o sus servidores, hace más de 300 años, quienes, por ese entonces, habitaban la Estancia de San Miguel, junto al Río Carcaraña. Precisamente, en el sitio que para algunos se denominaba «Puesto o Pago de Don Lorenzo». Otros en cambio, opinan que aquel orígen no es verídico, sino que se remonta mucho más lejos. Provendría de las plantaciones efectuadas por don Lorenzo Suárez de Figueroa (Don Lorenzo), como lugarteniente en estos lares de Don Jerónimo Luis de Cabrera, hacia el año 1573. Sea como fuere, el pino es dueño de un orígen que se pierde fácilmente, en el pasado colonial.
A fin de determinar su actual ubicación, digamos que se encuentra a unos 700 metros, contados desde el filo de la barranca del Río Paraná hacia el Oeste, y al borde de la Av. San Martín, entre las calles Belgrano y Artigas.
Ese mismo pino fue el que sirvió de patriótica inspiración a otro gran argentino: Pablo Riccheri, cuando soñaba bajo sus ramas siendo niño y adolescente. Y fue este mismo ilustre militar quién ordenó construir la verja exterior que es una de las que hoy lo rodean. La otra verja, más pequeña y estrecha, que circunda directamente el tronco del pino, fue erigida en Septiembre de 1923, a pedido expreso del entonces presidente de la Nación, don Marcelo T. de Alvear, en ocasión de la vista que efectuara a la ciudad de San Lorenzo.
También le cantó el poeta Fernández Moreno. Dicen las estrofas del poeta argentino, que supo otorgar a las realidades y circunstancias inmediatas y sencillas el esplendor que únicamente una pluma como la suya podía realizar:
«Una ocasión,
yo no puedo dejarte sin alguna canción.
A tu pie descansó José de San Martín,
ciego de sable corvo y sordo de clarín.
Pino de San Lorenzo, al borde del camino,
el árbol más hermoso, el más ilustre pino,
frescura, sombra, aroma, impulso, fuerza, aliento,
para el futuro asalto del granito y del viento.
Sé que estabas guardado por encendidas rejas,
¡oh, tus hojas tan nuevas y tus ramas tan viejas!
Y al fondo unos naranjos y cipreses agudos,
más unos cuantos frailes macerados y haldudos.
Pino de San Lorenzo te lo confieso ahora,
yo sentí la ascendente congoja del que llora,
la misma que sentían mujeres y varones
bajo la copa llena de Sol y de Gorriones.
Y dije: espera un poco que el recuerdo sea miel,
yo enredaré a tu tronco inflexible laurel.
Pero al tratar de hacerlo veo que es otra cosa,
apenas si mis versos te muellen una rosa.
Que diga lo que pueda esta tinta vertida,
de las cómplices tapias, de la campana herida,
y del oro y del verde removido llano,
y del cielo distante, y del río cercano».