Por Juan Muñoz. Página|12

El 26 de julio de 1952, con 33 años de edad, pasaba a la inmortalidad Eva Perón, la
mujer que, en tan solo 7 años de actividad política, generó un impacto inédito en la
vida cultural de nuestro país. Al pensar su figura y la continuidad de ese legado, la referencia ineludible es otra mujer: Milagro Sala. Peronista desde los 16 años, líder y fundadora de la Organización Tupac Amaru, Milagro fue detenida en el 2016 por participar de un acampe, a pocos días de la asunción de Gerardo Morales, y desde entonces se encuentra presa. La conversación con Milagro ocurre en su prisión domiciliaria, mientras se recupera de un problema de salud. En sus manos tiene una prueba de imprenta original del libro La razón de mi vida.

–”Yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”. ¿Recordás en qué situación de tu vida escuchaste el nombre de Evita y decidiste llevarlo como bandera?

–Yo pertenezco a una familia de clase media. Mi papá trabajaba en la Universidad
Nacional de Jujuy y mi mamá trabajaba en el Hospital de Niños. Mi papá se llama
Miguel Sala y mi mamá Desideria Leitón. A nosotros nos llevaban a la escuela en auto;
nos íbamos de vacaciones. A los 16 años me fui de mi casa, cuando me enteré de que mis padres biológicos eran otros. Los primeros días fui a dormir al Hospital Pablo Soria. Ahí iban los que no tenían dónde vivir. Comencé a sentir el frío, el hambre, y me di cuenta que había muchos niños y muchas personas mayores que dormían en la calle, que se tapaban con cartón. Descubrir eso me reventó la cabeza. Una vuelta, estábamos vendiendo picolé en la terminal vieja cuando escuchamos que cantaban la marcha peronista. Yo me pregunté: ¿Eso qué es? Nos acercamos y estaba el ingeniero Snopek hablando de Evita y Perón, de la necesidad de reconstruir la Patria. Al terminar el acto fuimos a una Unidad Básica. Me gustó y comencé a militar en la Juventud Peronista.

— Más de una vez dijiste: “Les molesta que soy negra, coya y peronista”. Evita
también les molestaba. Ella dijo: “Me quieren los descamisados, y los otros me odian y me calumnian”. ¿Te sentís identificada con Evita?

— Para mí Evita fue un ejemplo de lucha, porque se le paró a la oligarquía, contra la idea
de que el que nace pobre tiene que morir pobre. Ya muchos se dieron cuenta de que el odio no es únicamente hacia nosotras. Lo que les molesta es que los que menos tienen se organicen. Primero fue el terrorismo de Estado, ahora es la mesa judicial y la complicidad de un sector del periodismo. Nosotros decimos que armaron un laboratorio en Jujuy, que después lo ampliaron e hicieron lo mismo con Cristina, con Lula, con Evo. En la década del 90, muchos compañeros se habían quedado sin trabajo con la privatización de las empresas públicas. Yo era secretaria gremial de ATE. Ahí nacieron las organizaciones sociales, gracias a la torpeza de los sectores políticos, ellos hicieron que los pobres y los desocupados nos organicemos. Así comenzó la Tupac Amaru. Íbamos a las villas a buscar a los que realmente lo necesitaban. Vos mirabas lo que estaba pasando y se te caían las lágrimas. Y yo decía: “Si Evita estuviera viva, no hubiera dejado que pase todo esto”.

— “Donde hay una necesidad, nace un derecho”. Si, como acabás de decir, Evita estuviera viva, ¿qué creés que haría primero para empezar a generar los derechos que hoy faltan?

— Evita no hubiese acordado con el Fondo Monetario Internacional y estaría trabajando, como lo hizo Néstor, por la redistribución de la riqueza, para que los chicos dejen de comer en los comedores y que sus padres puedan llevar la comida a la casa con trabajo genuino. Hoy en Jujuy no hay futuro para los niños y los jóvenes. Y es lamentable porque tenemos ingenios de azúcar, tabaco, hierro, mineral, litio, ahora también cannabis. Si todo esto pagara impuestos como corresponde, Jujuy no sería una provincia pobre.

— “Volveré y seré millones”. Al parecer, esta frase no solo la dijo Evita, sino que ya había sido pronunciada por Tupac Amaru en 1871, antes de ser asesinado. ¿Se encuentran el peronismo y el indigenismo? ¿Ves con optimismo el resurgimiento de gobiernos populares en Latinoamérica, con una mujer afrodescendiente como Francia Márquez o un líder aimara como David Choquehuanca?

— La bandera de nuestra organización tiene a Evita, a Tupac y al Che, no es casual. En
Latinoamérica estamos más organizados. Se recuperaron Chile y Bolivia y espero que
pronto se recupere Brasil. Hoy los pueblos originarios se están reencontrando y están
saliendo a defender la democracia. Cuando vinieron los colonizadores fue el pachakuti de la oscuridad. Nosotros decimos que en nuestra abya yala estamos viviendo el pachakuti de la luz. Los pueblos originarios comienzan a resurgir.

— Este resurgimiento de los pueblos originarios ¿implica también otro modo de vincularse con el planeta?

–El covid fue una señal de la Madre Tierra. En muchas ciudades pudieron ver el Sol, las estrellas porque tuvieron que parar las fábricas. Los animales volvieron a salir. Entonces, la Madre Tierra nos está demostrando que el ser humano tiene que parar con la contaminación, parar con el desmonte. Muchas personas no entienden que los árboles tienen vida, que las piedras, el río, el fuego y el aire también tienen vida. Deben comprender que la naturaleza nos está dando un mensaje muy fuerte.

— Dijiste que durante la conquista castigaban públicamente a quienes se
resistían para dar una lección a todas las demás personas. ¿Creés que pasa lo
mismo con vos y la Tupac?

A la Tupac Amaru la quisieron desaparecer. Hoy sigue reorganizada, trabajando en el territorio; se moviliza. Esta semana hubo dos movilizaciones grandes, una por la Semana del Apagón y otra contra la judicialización de las organizaciones sociales. Les fue mal queriendo poner mi castigo como lección: creyeron que todo el pueblo iba a quedarse sumiso y hoy está saliendo de nuevo a la calle.

— Evita dijo también: “El amor alarga la mirada de la inteligencia”. En el contexto que describís, ¿se puede hacer política desde el amor?

— Cristina dijo: “El amor vence el odio”. Evita también trabajaba para que el pueblo fuera
feliz. Y nosotros luchábamos por el buen vivir y decimos que hay que recuperar la
alegría que el pueblo ha perdido. A pesar de todas las cosas que nos pasan, seguimos transmitiendo que no sirve tener odio hacia el otro. Nuestros antepasados nos enseñaron que no podés vivir con odio, con rencor. Tupac Amaru y los hermanos de los pueblos originarios lo aplicaban. Lo dijeron Evita, Néstor y Cristina: tenemos que seguir trabajando desde el amor, el cariño y la no violencia.

— ¿Qué vas a hacer el día que se termine tu encierro y recuperes la libertad?

Ese día quiero llevar a mis hijos y a mis nietos a Yala. Abrazar los árboles, estar al costado del río y tomar esa agua. Quiero tocar las piedras, caminar con mis pies descalzos, hacer lo que nos enseñaron nuestros abuelos y seguir diciéndoles a mis nietos y a mis hijos que esa es la riqueza más grande que tenemos. Para una persona que pertenece a los pueblos originarios, el peor castigo que te pueden dar es tenerte encerrada, no poder sentir el amor que te da la naturaleza al abrazarte con el viento, con el Sol (que nosotros llamamos Tata Inti), con la mamita Killa, que es la Luna, el agua y los apus (como llamamos a los cerros). Eso es lo primero que me gustaría hacer cuando salga.