Los obreros mismos las gerencian. Unas cien personas tomaron esa ruta en Rosario en el último año. Se resistieron a la idea de ver a sus empresas quebradas y pelearon con fuerza para no ser víctimas de un modelo que los excluía. Entendieron que para defender su empleo, el único camino que les quedaba era la unión. Con este concepto como bandera y sólo en Rosario, más de un centenar de personas pelea a diario para reactivar con sus propias manos las empresas en las que trabajaban. El resurgimiento de la carrocera DIC y la fábrica de pastas Mil Hojas son dos claros ejemplos. Las cooperativas de trabajo se convirtieron en el salvavidas que le permitió a varios rosarinos escapar de un destino desesperante. Crearon un nuevo fenómeno y hoy, lentamente y con mucho esfuerzo, intentan rearmar un sistema que se destruyó tras la seguidilla de planes económicos asfixiantes. En su cruzada no están solos. En el país ya son más de 80 las empresas que se mantienen en pie autogestionadas por sus propios empleados. Y gracias a esta decisión de unirse y crear sus cooperativas de trabajo, 10 mil familias pudieron escapar al fantasma de la exclusión, el hambre y la marginación.
Para el ingeniero José Sancha, del Instituto Nacional de Asociativismo y Empresas Sociales (Inaes), la creación de cooperativas de trabajo «es una nueva forma de concebir la economía a partir de la crisis de la industria, una respuesta al desempleo que el capitalismo no puede dar».
Sancha es optimista y estima que si el cooperativismo se extiende «en dos años se podrían salvar 30 mil empleos más».
Lo cierto es que la quiebra masiva de industrias nacionales producida durante la última década llevó a un grupo de ex empleados a crear el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). El organismo se constituyó formalmente hace algo más de seis meses y ya reúne a unas 60 empresas que son autogestionadas por sus empleados. Gracias a esa autogestión, 5.500 trabajadores lograron escapar a la exclusión y hoy no pasaron a engrosar los drásticos índices de desocupación.
Por estos días, el movimiento está pensado en conformarse como una ONG, independiente de los partidos políticos y del Estado.
La autogestión en Rosario
Cuando en junio del año pasado un grupo de esposas de los ex empleados de la carrocera DIC logró conformar una cooperativa, muy pocos creían que ese camino los volvería a insertar en el mercado laboral. Habían batallado en Tribunales durante mucho tiempo para conseguir que la Justicia les permitiera reactivar la fábrica. Lo lograron, y hoy son una muestra cabal de un fenómeno en expansión.
Como DIC, otras empresas también pudieron reabrir bajo la gestión de sus empleados. Tal es el caso de la fábrica de pastas Mil Hojas, de Herramientas Unión (ex Domingo Lentini), de la Cooperativa de Pescadores Sur Limitada y, en los últimos días, del ex bar Lácteo de la Terminal de Omnibus Mariano Moreno.
A ellos busca sumarse ahora un grupo de 80 personas. Se trata de los ex empleados del supermercado Tigre (Tucumán al 1300) que decidieron reabrir el comercio pese a no contar con una orden judicial. Esto es lo que los diferencia de los casos anteriores.
El fenómeno es tan masivo que en el departamento Rosario ya son 185 las cooperativas que se encuentran en funcionamiento.
La autogestión también permitió la reapertura en la provincia de múltiples empresas, como La Lácteo -en Diego de Alvear- y la fábrica de acoplados Helvética, en Cañada de Gómez.
A nivel nacional, en tanto, algunas de las las industrias que conforman este recambio en los modos de trabajo son Aceros Constituyentes (Villa Martelli), el diario El Independiente de La Rioja, o la empresa de Transporte Automotor de Cuyo (TAC), en Mendoza.
Según detalló el presidente del MNER, José Abelli, en el cordón industrial de Rosario se invirtieron en la década del 90 cerca de 8 mil millones entre el sector público (dragado de la hidrovía Paraná-Paraguay, puente Rosario-Victoria, autopista Rosario-Córdoba) y el privado (Frigorífico Swift, el sector aceitero, Somisa). Paradójicamente, al mismo tiempo se perdieron 60 mil puestos de trabajo y la ciudad pasó a liderar los índices de desocupación del país.
Pero Avelli es optimista. Si bien admitió que para muchos la autogestión es «un fenómeno marginal», consideró que «la realidad indica que se trata de una verdadera respuesta social y económica». Y los números indican que esa respuesta no está mal posicionada. Para muestra sobra un botón: en Rosario, la cooperativa alimenticia Mil Hojas es líder en su rubro y la industria de tractores Zanello (Las Varillas-Córdoba) está primera en ventas.
«Ahí todos cobran 540 pesos, desde el gerente hasta el último operario. Hay que refundar la Nación sobre las cenizas del viejo modelo que destruyó el empleo», sostuvo idealista. Así, al insistir con que las cooperativas «no son sectores de capital, sino de capital humano», adelantó que el próximo desafío es recuperar Altos Hornos Zapla.
Los ejemplos del nacimiento de las cooperativas de trabajo son muy recientes porque surgieron como arrastre de la recesión. No obstante, el tiempo transcurrido permitió trazar un perfil de las ventajas y debilidades que presenta esta alternativa, además de conocer si puede convertirse en económicamente viable o sólo funciona como un parche para dilatar una agonía empresarial. Por cierto, todos los casos revelaron la incapacidad de sus empresarios para reconvertirse en tiempos difíciles.