Expertos y aficionados estuvieron en el Scalabrini Ortiz. Chicos y grandes pasaron horas intentando remontar sus cometas. Hubo talleres, competencias y exhibiciones. Barriletes largos y cortos, con cola o sin cola, cuadrados y redondos, de dos colores y multicolores, profesionales y hechos en casa. Había de todo… Este fin de semana el parque Scalabrini Ortiz fue el escenario del Encuentro de Barriletes por el que pasaron más de 30 mil personas. «Pintar el cielo de Rosario» fue la consigna del evento y ayer la misión estuvo cumplida. Chicos y grandes, algunos con más habilidades que otros, comenzaron a llegar al parque antes del mediodía y allí estuvieron hasta pasadas las 18 remontando cometas.
«Es una locura la cantidad de gente que respondió a la convocatoria», dijo admitiendo su sorpresa el coordinador cultural del Centro Cultural Parque Alem, Naum Krass. El encuentro se realiza por tercer año consecutivo y para Krass ya comienza a instalarse como una «fiesta popular».
«El año pasado vinieron unas 20 mil personas, pero ahora esa cifra fue superada ampliamente y calculo que entre sábado y domingo hubo más de 30 mil personas», estimó Krass.
Así, ante la respuesta de la gente, la Secretaría de Cultura de la Municipalidad apostará el año que viene a instalar el evento. «Si bien siempre se suman organizaciones y empresas de diferentes lugares del país, ahora vamos a empezar a trabajar para que el año que viene el encuentro tenga alcance nacional. De esa manera vamos a consolidar a Rosario dentro del calendario nacional e internacional, lo que también apuesta a incrementar el turismo», vaticinó el coordinador del Centro Cultural Parque Alem.
Y algunos fanáticos coincidieron con la propuesta municipal. Kato Coll tiene 64 años, es miembro de Turma del Plata -un grupo de aficionados de Buenos Aires- y es un verdadero experto en barriletes, ya que desde los 7 años se dedica a actividades relacionadas con el vuelo.
«Rosario tiene la oportunidad de convertir este encuentro en un evento internacional de gran importancia», aseguró Coll. El hombre fabrica sus propios cometas con materiales ultralivianos (como fibra de carbono) y asegura que si tuviera que vender a su último invento, «Angel», costaría cerca de los 300 dólares.
¡Papá, comprame un barrilete!
Los participantes del encuentro fueron en su mayoría familias que llegaron a disfrutar de una tarde de domingo. Y una de las frases más escuchadas fue: ¡Papá, comprame un barrilete!. Así, se vio a muchos adultos buscando precios, una tarea nada fácil. Es que si bien había cometas accesibles de entre 8 y 10 pesos, otras en cambio tenían un valor mucho mayor.
«La mayoría de la gente compra barrilete de 8 pesos, pero hay también un modelo de doble comando (se controla con dos hilos) y que cuesta 40 pesos», explicó Paulo, un empleado de la fábrica porteña de cometas Alto Vuelo, que una vez más se sumó al encuentro en Rosario.
Pero eso no es todo. Los entendidos reconocen en las cometas características que les permiten tener mayor altura o potencia, lo que hace -según la estructura- que un barrilete pueda costar 250 pesos.
La rotura del objeto volador hasta podía desatar conflictos familiares. Laura (7 años) jugó con el flamante barrilete de colores que había comprado su papá hasta que en un accidente su hermano menor lo rompió. «Ahora qué voy a hacer, voy a tener que pedirle a mi papá que me compre otro, pero a mi hermano no se lo presto», contestó la nena al borde de las lágrimas.
Otros, en cambio, participaron de los talleres de fabricación. «Es más lindo hacerlo yo, después lo hago volar con mi papá», contó Juan Pablo, un nene de 6 años que ya participó del encuentro el año pasado.
Pero remontarlo no es tan fácil y se vio a algunos padres haciendo grandes esfuerzos por que la cometa ascienda sin tener éxito. Otros, en cambio, sólo dieron indicaciones a los más chicos. «Dale más hilo», «corré para atrás», «así no, que se cae», fueron sólo algunas de las frases que se escucharon.
Y los especialistas dieron algunas recomendaciones, aunque no revelaron sus secretos. «No hay que ponerse nervioso, hay que estar tranquilo porque el barrilete hace lo que hacen las manos y si tironeás los hilos para todos lados, se cae. La única receta es la experiencia», aseguró Paulo, quien asegura que hace volar sus cometas todos los sábados.
Lo cierto es que el encuentro ya demostró tener adeptos que se sumaron tanto a los talleres como a las exhibiciones y los más habilidosos se animaron a las competencias: el más grande, el que vuele más alto y el más original. Sólo cuando cayó el sol los barriletes comenzaron a desaparecer del cielo y todos se fueron con la promesa de volver el año próximo.