En cuerpo y alma Tomasi fue un exponente de las consecuencias del agronegocio hegemónico, cuyo modelo de producción con venenos provocó una serie de padecimientos a su salud que terminaron con su vida. Falleció el Vierne 7 por la mañana en Entre Ríos
El ex fumigador Fabián Amaranto Tomasi, icono de la lucha contra el modelo de fumigación con agrotóxicos, falleció este viernes por la mañana en la ciudad entrerriana de Basavilbaso tras no haber podido sobreponerse a una neumonía que provocó su internación hace cinco días.
En cuerpo y alma Tomasi fue un exponente de las consecuencias del uso de los agrotóxicos, cuyo veneno provocó una serie de padecimientos a su salud que terminaron con su vida. Durante el transcurso de su enfermedad se transformó en un ejemplo de lucha contra el agronegocio y el uso del veneno para la producción de alimentos. Fue protagonista del libro Envenenados, del periodista Patricio Eleisegui, en el cual se relata con crudeza los daños causados por los agrotóxicos para la salud de las personas.
Cinco días estuvo internado pero no logró resistir más. Una neumonía le puso fin a la vida del luchador en contra del agronegocio y las consecuencias del uso de venenos para la producción. Si bien había reaccionado bien durante las primeras horas de su internación, Tomasi falleció este viernes pasada las 9 de la mañana en la localidad entrerriana de Basavilbaso, publicó el periodista Juan Cruz Butvilofsky en el portal entrerriano Análisis Digital.
El ex trabajador rural se dedicaba a fumigar. Por causa de la exposición a los agrotóxicos comenzó a sufrir importantes padecimientos a su salud. A medida que avanzó su enfermedad, Tomasi se empoderó y comenzó a denunciar las graves consecuencias de los agrotóxicos. Su militancia sirvió como puntapié para que investigaciones científicas avancen en comprobar las relaciones causales entre el uso de agrotóxicos y el incremento de distintas enfermedades como el cáncer.
Tomasi padecía de polineuropatía tóxica severa y esto le impedía comer sólidos. Además, le trajo serias dificultades en la movilidad y reiterados problemas de salud que lo mantenían en un estado de vulnerabilidad extrema. No obstante, él optó por un camino de lucha en la búsqueda de cambiar el rumbo del modelo para evitar que haya más casos como el suyo.
Hace seis meses, Tomasi le transmitió un mensaje a niños y niñas, en el cual le transmitió su historia: “Tengo que explicarles algo difícil porque ustedes son chicos y lo que tengo que contar no es muy lindo. Vieron que estoy enfermo y creo que saben por qué estoy enfermo. Algo saben. Yo trabajaba en las plantaciones de soja, o mejor dicho, trabajaba con los aviones que fumigan la soja. ¿Y pregunto: saben por qué las fumigan? Fumigar es echar veneno sobre las plantas, pero veneno que no mata a la planta que quieren defender (la soja), sino a todo lo demás. El campo está lleno de hierbas que nacen y viven naturalmente, sin pedir permiso a nadie, pero como a los hombres que cultivan sólo les interesa que crezca la soja, entonces esas hierbas a las que llaman malezas les molestan y es por eso que les echan veneno, para matarlas”.
“Yo cuando entré a trabajar no sabía lo que hacía. Y me gustaba el trabajo. Después me di cuenta. Matar a todas las formas de vida que no nos gusta está mal. Esta mal matar a las perdices, a los cuises, a las margaritas, a los pájaros y todo para que crezca un solo tipo de planta que les da dinero. Esta mal, porque la tierra queda lastimada, porque la tierra necesita de todas las plantas y los pájaros y los bichos. Está mal”.
“Está mal porque lo que echan para matar las plantas también termina haciéndonos mal a nosotros, las personas. Por ejemplo a mí. Aunque parezcamos muy distintos, los animalitos, las plantas, las flores y nosotros somos bastante parecidos. No somos parecidos en la forma, pero todos estamos construidos por ladrillitos que llamamos células”.
“Ustedes vieron que hay casas grandes y casas chicas, casas lindas y casas no tan lindas. Bueno, pero todas están hechas de los mismos materiales. Están hechas con ladrillos, con arena, con cemento. Y nosotros con los animales y las plantas, también nos parecemos en eso. Aunque seamos más complicados, más grandes o más chicos. Y por eso, el veneno que le tiran a las plantas nos hace mal a nosotros. Y además las plantas son resistentes, y de tanto recibir el mismo veneno se hacen resistentes y entonces le tienen que echar cada vez más y más y más. Y así es como nos enfermamos más y más y más”.
Tomasi levantaba las banderas de una producción sustentable y ecológica: “Se puede cultivar sin echar venenos. Pero no lo hacen porque no saben. Ya se olvidaron como es, y la gente que les vende los venenos no quiere que se acuerden. Que se acuerden cómo era no echar venenos y que el maíz o el trigo salieran hermosos. ¿Entienden? Por eso, ustedes que van a ser hombres mañana tienen que saber que las personas y el resto de la vida tenemos que ser amigos. Y que si le hacemos daño, el daño va a volvernos”.
“Tal vez cuando ustedes crezcan y tengan que decidir si seguir estudiando o trabajando, lo que decidan hacer se acuerden de este escrito y comprendan que nosotros los grandes hicimos muchas cosas mal y de esa forma no nos imiten nada es exitoso si en su camino perjudica a otros”, afirmó.
Sin poder comer sólidos, con dificultades de movilidad y numerosos problemas de salud, brindó una entrevista a la organización No Matarás para concientizar en torno al modelo agroindustrial.
“Murió Fabián Amaranto Tomasi. Nos deja una tristeza profunda, un legado de lucha digna y entereza inclaudicables. Nunca me acostumbré a sus abrazos (“te mando un abrazo de los míos, nos decía) eso suponía maldecir una vez más, este sistema agrícola genocida, por haberle quitado toda posibilidad de vida digna. Abrazo fuertemente a su mami y su hija, Nadia Tomasi, sostén de Fabi todos estos durísimos años. Fabián Amaranto sos nuestra mejor semilla y nos hiciste creer que eras eterno. Lo sos”, recordó en Facebook la periodista Soledad Iparraguirre.
ELCIUDADANOWEB.COM/ Foto Portada Crédito: Análisis Digital