Alejandra González Beltrán es mejor promedio de 2002 y de los últimos años. Hoy tiene 26 años y vive en Belfast (Irlanda del Norte), lugar donde comenzará a cursar en pocos días el doctorado y donde disfrutará de algunas de las cosas que más le gustan en la vida: la matemática, la lógica, la computación y la programación. Un bocho. Después de cosechar 10 puntos en todos y cada uno de los exámenes que rindió a lo largo de su carrera, se graduó en diciembre del año pasado de licenciada en Ciencias de la Computación …
No es actriz, ni se llama Bo Derek, pero es una mujer diez. Alejandra González Beltrán ya se ganó ese mote y los más altos honores de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) por ser la mejor alumna de las doce facultades durante el ciclo lectivo 2002 y el mejor promedio en años.
El próximo jueves 11 de septiembre, a las 19, Alejandra será galardonada por el rector de la UNR, Ricardo Suárez (ver aparte). Junto a ella, otros 91 estudiantes (uno por cada título) serán premiados en el salón de actos de la Facultad de Ingeniería (Pellegrini 250). Pero como Alejandra vive lejos, recibirá el premio su mamá, Noemí Buschiazzo, profesora de matemática del Politécnico, quien como buena madre dice que está «orgullosa» de su nena.
El reconocimiento no sorprende a los González Beltrán, una familia de seis hijos y un padre mecánico, llamado Alfredo. «Todos los chicos de esta familia se han inclinado por las ciencias exactas. A Alejandra la estimulamos para que de chica tocara piano e hiciera arte escénico, pero siguió el mismo camino», sostiene la mamá.
La chica diez cursó la primaria en la Escuela Nº60 «Mariano Moreno» y el secundario en el Superior de Comercio, algo que dividió las aguas en materia de bromas entre los hermanos, que iban todos al poli. Es que las dos escuelas dependientes de la UNR (el Politécnico y el Superior) tienen entre sí una rivalidad histórica: una especie de Central y Newell’s de la que no quedaron exentos los González Beltrán.
La mejor promedio participó desde muy chica en las olimpíadas de matemática y física y siempre hizo buen papel. Y años más tarde fue ella quien entrenó a los alumnos olímpicos. «Es que es buena alumna, en realidad -aclara la madre- una chica muy estudiosa, muy dedicada».
A pesar de todos esos atributos, la propia Alejandra reconoció que elegir la carrera que seguiría al terminar el secundario no le fue una tarea fácil.
«Quería estudiar algo relacionado con las ciencias exactas, pero no sabía qué. Empecé Ingeniería Industrial, seguí el profesorado en matemática y me decidí finalmente por computación. Hoy me doy cuenta de que hice una buena elección porque lo que hago me apasiona», reconoció.
La licenciatura en computación es una carrera prácticamente nueva en la UNR. Creada en el 95, se estudia en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura. Actualmente tiene 480 alumnos, sólo 5 graduados y se compone de 30 asignaturas que se cursan en 5 años. No obstante, Alejandra la hizo en ocho porque en el medio de la carrera decidió trabajar. «Me fui un año a hacer programación a Portugal (Lisboa) y después retomé», dijo Alejandra.
Amor de facultad
No sólo estudió y militó políticamente como estudiante en la Facultad de Ingeniería. También allí Alejandra conoció a quien desde hace un año es su marido: se llama Leandro, es físico y también cursa su doctorado en la Queen’s University de Belfast, una ciudad bastante más chica que Rosario, donde ayer -en pleno verano- también se sentían más de 20 grados de temperatura.
«Alejandra no es ningún bicho raro -se anticipó la mamá-, tiene su pareja, viaja, estudia, trabaja y hace las cosas de la casa como cualquier mujer».
Ella se encarga de hacer oír su campanazo que es coincidente con el de su madre. «No vivo entre computadoras como algunos creen. Acá investigo, estudio, pero también paseo, voy al cine, escucho rock nacional y hasta me hice tiempo para aprender a tocar la guitarra», contó.
Dice que su nivel académico no desentona en el exterior, donde «conocen a la Argentina más que nada por el fútbol». Que extraña mucho a su ciudad, sobre todo a las calles de Rosario, los asados, la familia y los amigos. Y que será justamente a sus afectos a quienes les dedicará el diploma.