Llegaron desde La Liguria a expandir sus negocios comerciales y fluviales. Investigadores reconstruyeron los árboles genealógicos desde mediados del siglo XVIII hasta el año 1870. Dos investigadores rosarinos identificaron en un minucioso estudio genealógico el desembarco de las primeras 46 familias de inmigrantes italianos que llegaron a Rosario desde mediados del siglo XVIII hasta 1870. La ciudad fue un centro receptor de numerosas colonias que arribaron desde la región de Liguria, cuyo eje es el puerto de Génova.
Eran familias que no escapaban de la miseria. Por el contrario, habían acumulado un importante capital económico, conocían muy bien la navegación y ejercían el comercio. Al llegar a estas tierras, notaron que Rosario contaba con una ubicación geográfica privilegiada y aquí cimentaron la base de sus fortunas. En este libro se establecen los lazos de parentesco tanto paternos como maternos y se prolonga la genealogía, aun cuando el apellido no continúe por varonía: una suerte de ADN familiar de la primera corriente inmigratoria que vino desde Italia.
La recopilación de datos -cuyo formato se editará en abril- aborda la historia genealógica de las primeras familias italianas establecidas en Rosario y su zona, desde mediados del siglo XVIII y la primera parte del siglo XIX, hasta 1870. Se calcula que la mitad de la población argentina es de origen italiano y la corriente inmigratoria que influenció a Rosario está estrechamente vinculada a este fenómeno social.
«Los primeros italianos asentados en la ciudad estaban vinculados entre sí por una amplia red de nexos ocupacionales y sobre todo de parentesco», indicó Sebastián Alonso, quien junto a Margarita Guspi Terán construyeron el laborioso entramado de lazos y parentescos.
La influencia italiana en Rosario marcó una impronta especial y le dio un carácter muy particular. El comercio, la navegación, el puerto, la actividad agrícola y la colonización tuvieron un impresionante impulso gracias a la colectividad proveniente de la Liguria.
Su actividad comercial ejercida en la zona derivó en la creación de hospitales, sociedades de beneficencia y socorro mutuo. La mayoría de las 46 familias estudiadas provenían de la provincia de Génova, en especial de Chiavari, Savona, Santa Margherita Ligure, Rapallo, Lavagna, Finale Ligure. Luego, y a partir de 1865, se sumaron piamonteses y lombardos. Parte de estos italianos contrajo matrimonio con criollas, miembros de antiguas familias de la zona como Moreira, Paredes, Urraco, Benegas, Baigorria, Fontanilla, Peralta y Acevedo.
Hacia 1858, el censo provincial arrojó 836 italianos para Rosario, y en 1887, más del 20 por ciento de la población rosarina era italiana. Los registros de nuevos socios de la primera asociación italiana de ayuda mutua, «la Unione e Benevolenza», fundada en 1861, confirman más detenidamente la configuración de los patrones inmigratorios italianos: el 71 por ciento de sus miembros había nacido en Liguria, mientras que el resto provenía de Como (Lombardía) y Piamonte.
Rosario se benefició de un flujo inicial de ligures vinculados al tránsito comercial fluvial (marineros, dueños de embarcaciones, pequeños comerciantes). Muchos de ellos eligieron su asentamiento en las barrancas del Paraná, luego de haber hecho escala en Montevideo y Buenos Aires. Los principales asentamientos fueron rutas fluviales como Paraná, San Nicolás, Gualeguaychú, Victoria y Corrientes.
Para Alonso y Guspi Terán, la elección de Rosario para solidificar la posición económica de estos primeros inmigrantes no fue para nada azarosa. «Si bien Rosario no pasaba de ser una aldea a mediados del siglo XIX, su ubicación geográfica era sin dudas privilegiada», apuntan los autores del trabajo.
Precursores del Mercosur
Hoy, en el contexto del Mercosur, Rosario cosecha las mismas bondades que un siglo y medio atrás: la vía terrestre con Córdoba, Mendoza y Tucumán; su cercanía al puerto de Buenos Aires, a Montevideo, y una salida a ultramar. También Rosario conecta el corredor fluvial hacia la Mesopotamia y Paraguay. Caída la prohibición del brigadier Rosas que operaba sobre el puerto local, y tras la declaración como ciudad en 1852, hecho que el brigadier Urquiza creó como alternativa al poder hegemónico de Buenos Aires, Rosario experimentó una inmediata pujanza.
Los ranchos que poblaban la ciudad hacia mediados del siglo XIX comenzaron a extinguirse para dar paso a casas de ladrillo y una profusa urbanización del casco urbano. En 1869, la ciudad tenía 23.169 habitantes. Un año después se gestaba la Rosario moderna, tanto por la inauguración del Ferrocarril Central Argentino y el telégrafo como por la definitiva consagración del puerto local como punto de embarque de toda la producción cerealera. Para dar una idea del poder adquisitivo de aquellas primeras familias italianas, Guspi Terán indicó: «El primer negocio que pusieron los Pinasco fue una tienda de artículos navales y los Recagno recibían provisiones en su almacén de Ramos Generales, que luego distribuían en carreta».
La segunda oleada inmigratoria que comenzó hacia 1880 presentó ya otras características.
El rastreo de los antepasados italianos en Rosario logró el auspicio del Consulado General de Italia, a través de su oficina cultural. Incluso ya se está pensado en editar una edición bilingüe, y enviar algunos ejemplares a Italia.
El próximo trabajo que emprenderán Sebastián Alonso y Margarita Guspi Terán, integrantes del Centro de Estudios Genealógicos e Históricos, hace foco en los primeros inmigrantes catalanes. Ya están en estudio diversos árboles genealógicos de apellidos ligados a Rosario como Monserrat, Cabanellas, Llobet, Carbonell, Olivé, Aliau, Alsina, Alabern, Corbella, Falló y Fillol, entre otros. Entre estas familias se puede conocer parte de la historia de la ciudad. «Don Isidro Aliau fue un ícono de la escuela pública, y los Monserrat fundaron en generaciones posteriores el Banco que se prolongó hasta hace unos pocos años», recordó Guspi Terán.