Por Javier Tolcachier. Pressenza.com
Este 13 de Enero se cumplen diez años de la partida física de Aaron Swartz. Día que se ha instituido en su homenaje como el «Día del Ciberactivismo».
Wikipedia – otro magnífico emprendimiento del acceso libre al saber colectivo – nos informa que Aaron, apodado «el Príncipe de Internet», fue un prolífico programador y hacktivista estadounidense (entre otras virtudes), que ayudó a desarrollar el formato RSS de fuentes web, la arquitectura técnica de Creative Commons, el marco web web.py y Markdown, un formato de lenguaje de marcado ligero.
En una nota de Jacobo Nájera publicada por el colectivo SurSiendo, lo definía como un «promotor, divulgador y desarrollador de la llamada Web semántica, aquella que definió Tim-Berners Lee como una «extensión de la actual web en la que a la información se le da significado bien definido, que permite que las computadoras y la gente trabajen en cooperación».
«Divulgador de la ciencia, otras artesano; Aaron es una persona clave para aproximarse y observar generaciones en vías de manifestación a través de las ideas y la ciencia como eje rector. No solamente por su trabajo impecable como científico, sino por usar a la labor científica como un proceso de socialización en sí misma», agrega Nájera, también investigador y desarrollador de software libre.
Más allá de sus contribuciones tecnológicas prácticas, el gran aporte de Swartz fue la concientización cívica sobre la necesidad de abrir el acceso al conocimiento para toda la humanidad sin restricción alguna y por habilitar su libre flujo en los espacios digitales. Fue uno de los principales impulsores de la campaña que debilitó la iniciativa Stop Online Piracy Act (SOPA) (Acta de cese a la piratería en línea).
Un interesante documento que da cuenta de su ideario y fundamentan su accionar es el Manifiesto por la Guerrilla por el Acceso abierto.
Allí puede leerse: «A ustedes, con acceso a estos recursos -estudiantes, bibliotecarios, científicos- se les ha otorgado un privilegio. Ustedes pueden alimentarse en este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo queda fuera. Pero no es necesario -de hecho, moralmente, no es posible- que se queden este privilegio para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo.»
Su coherencia lo llevó a conectar con la red del MIT utilizando una cuenta de usuario invitado que le había facilitado el instituto, y a compartir sistemáticamente artículos de revistas académicas de JSTOR, por lo que fue detenido el 6 de enero de 2011.
Los cargos que la fiscalía de Estado levantó de manera exagerada en su contra suponían una pena máxima de prisión de 50 años y 1 millón de dólares de multa. Persecución que sin duda pretendía vengarse del activismo libre y establecer un castigo ejemplarizador contra cualquiera que osara transgredir las sacrosantas normas de la propiedad intelectual.
Renuente a aceptar una pena menor que no consideraba en absoluto justa por sus actos, puso fin a su existencia física a los veintiséis años un 13 de Enero de 2011.
En un tuit conmemorativo, Tim Berners-Lee, considerado el padre de la World Wide Web, dijo: «Aaron ha muerto. Errantes del mundo, hemos perdido a un sabio anciano. Hackers por derecho, hemos perdido uno. Padres todos, hemos perdido un hijo. Lloremos.»
Al igual que los grandes humanistas que con su valentía abrieron caminos nuevos, vedados por los prejuicios y las normas anacrónicas, sus acciones perduran en la memoria, en el presente y futuro de todos aquellos que trabajan en y por el Buen Conocimiento, para el bien común de la Humanidad.
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