Las situaciones sociales actuales son muy complejas y muy cambiantes.
Asistimos a una desestructuración veloz donde ya no se sabe cómo funcionan las cosas ni qué va a pasar mañana. En esta incertidumbre, los grupos sociales se enfrentan unos con otros, los pueblos se enfrentan a sus gobernantes y los poderosos se enfrentan entre ellos también, en luchas en las que utilizan a los pueblos por sus intereses y que ahondan aún más la desestructuración social.
En cada enfrentamiento social tendemos a adherir o a sentirnos más cercanos a uno de los bandos en litigio. Así que explicamos la situación desde esa mirada comprendiendo los motivos y las justificaciones de esa postura en particular, ya que para nosotros es afín a nuestro pensar y nuestro sentir. Sin embargo, al poco tiempo nos encontramos con alguien que adhiere al otro bando y para quien el asunto es completamente al revés, sus explicaciones son opuestas a las nuestras y sus justificaciones nos parecen una absoluta aberración. ¿Cómo es posible que ante algo tan “evidente” haya alguien que lo vea de forma tan contraria e “ilógica”?
El problema viene dado por una creencia muy arraigada en todos nosotros: creemos que la realidad es una sola, creemos que la realidad es única. Creemos que las cosas “son” de una única manera, aún cuando la realidad nos demuestra una y otra vez que las cosas son de múltiples maneras, nos muestra que ella misma es variada y diversa.
Cualquier fenómeno personal o social es visto, siempre e indefectiblemente, desde un punto de vista, desde una perspectiva. No es posible observar algo objetivamente, es decir, sin observarlo desde alguna posición (ideológica, emocional, vivencial, etc.). Al creer que la realidad es única, creemos que podemos observarla objetivamente, tal cual “es”, como si fuese de una sola forma que, desde luego, es la que nosotros vemos. Por eso, cuando chocamos por primera vez con otra visión de la realidad muy opuesta, la sensación que destaca es la de sorpresa.
La creencia acerca de la realidad única es una ilusión, una fantasía de nuestra conciencia, y los acontecimientos nos muestran todos los días esa ilusoriedad.
Podríamos decir, metafóricamente, que el punto de vista es una perspectiva espacial de lo que observo, un ángulo desde el cual miro las cosas. Desde este ángulo de visión hay toda una realidad bien estructurada, racional, justificada, sentida y coherente.
Desde la perspectiva que miro las cosas todo tiene sentido y explicación, está perfectamente claro lo que está ocurriendo ya que mis recuerdos y mis percepciones actuales coinciden en un relato bien organizado que da sentido a lo que veo. Sin embargo, en alguna ocasión, veo cosas que no encajan con mi relato de los acontecimientos.
Me quedo observando ese fenómeno que no encaja con mi perspectiva y si me dejo llevar, sin darme cuenta y casi sin querer, acabo entrando en una nueva perspectiva desde la cual eso que veo también tiene sentido y tiene otro relato que lo explica.
Mi desconcierto aumenta, me siento inestable. Me he salido de mi marco mental (mi punto de vista) y por un momento he visto las cosas desde una perspectiva diferente, he “visto” otro relato, tal vez el de aquellos a los que, hace un rato denostaba y he visto que esa otra mirada también tiene su sentido, también tiene su realidad. ¿Qué me está pasando? No entiendo nada. ¿Cómo es posible que ahora también comprenda, de alguna forma, esa otra mirada? Yo creía que la realidad era una, pero…
Esta maravillosa experiencia de contacto con la realidad real, la que es diversa y múltiple, produce este tipo de registros extraños. Los produce porque hay una creencia muy profunda, arraigada e ilusoria, acerca de la realidad única que se rompe cuando vemos las cosas desde otra perspectiva, cuando nos introducimos hasta dentro de esa nueva mirada y comprobamos que también es real, tan real como la nuestra. Y esa es la única realidad: el mundo es múltiple.
Ahora avancemos un poco más. El punto de vista desde el cual observo las cosas siempre está impulsado por lo que podríamos llamar el “interés”. Detrás de toda perspectiva hay intereses, es decir intenciones, que la motivan. Serían como el motor, la energía que nos impulsa a ver las cosas desde ese punto de vista y no desde otro, ya que ese punto de vista coincide con nuestros intereses. El interés es la fuerza que nos mantiene atados a nuestra perspectiva. Todos tenemos nuestros intereses compuestos de una mezcla de necesidades, deseos, compensaciones, aspiraciones, etc. Todos buscamos algo, anhelamos algo, nos movemos en cierta dirección, tenemos intenciones lanzadas al futuro… es decir, nos interesan ciertas cosas y ciertos caminos, y no otros.
El interés “filtra” ciertos puntos de vista, nos pone en una perspectiva de la realidad particular y sesgada. Selecciona ciertos recuerdos que se acomodan al relato, selecciona ciertas percepciones y descarta otras, selecciona argumentos adecuados que se construyen desde la conclusión hacia atrás (no como creían los antiguos griegos) ya que es esa conclusión la que tiene que coincidir con el interés y el argumento ya se ajustará.
El interés es algo mucho más difícil de percibir que el punto de vista en uno mismo. Por supuesto, cuando miramos a los “otros” captamos enseguida sus intereses y sus puntos de vista, al tiempo que los rechazamos inmediatamente, si es que se oponen a los propios. Pero en uno mismo es muy difícil percibir la propia perspectiva y mucho más aún percibir los intereses que filtran esa perspectiva.
Por cierto, mis intereses no son peores o mejores que los intereses de los demás y ellos no me convierten en héroe, pero tampoco en cobarde.
Por todo esto, si nuestro interés fuera despertar del mundo de los ensueños y ver una “nueva realidad” tendríamos que ubicarnos en una perspectiva más amplia donde podamos observar varios puntos de vista acerca cualquier fenómeno, desde donde podamos introducirnos genuinamente en varias perspectivas y verlas como son, diversas, tratando de comprender los intereses, las intenciones legítimas que hay detrás de cada postura sin juzgarlas a priori. Esto no quiere decir que uno no pueda tener su punto de vista sobre las cosas, que uno no pueda adherir a un bando o a otro bando. Quiere decir que uno trata de comprender cómo todo bando es una ilusión transitoria y que a todos nos pasa lo mismo.
Todos estamos unidos en nuestras ilusiones, en nuestras pasiones, en nuestra mecanicidad, pero también en nuestro anhelo de una vida mejor y en nuestra esperanza de superar el dolor y el sufrimiento. Lo que nos ocurre como humanos nos une.
Jordi Jiménez, Barcelona 19-11-2019.
Acerca del autor: Ha participado en diferentes colectivos humanistas desde el año 87, colaborando con el Foro Humanista de Educación en España y Centroamérica, en las campañas de Mundo Sin Guerras y actualmente participa como miembro del Centro de Estudios Humanistas Noesis.