Abandonados. Son cursos de la Escuela de Enseñanza Media Nº384 de barrio Acíndar a la que concurren 400 alumnos. La falta de espacio obligó a los docentes a juntar dos cursos en un mismo salón: lengua y contabilidad en simultáneo.
Una clase de inglés dictada casi en penumbras y entre goteras. |
«Cuando hace frío se congelan, cuando hace calor se cocinan y cuando llueve se mojan». De esta manera la profesora de informática bancaria, Susana Laburia, sintetizó cómo se dictan clases en las dos aulas móviles de la Escuela de Enseñanza Media Nº384 Dr. Albert Sabin de barrio Acindar, en Nahuel Huapi 4586, al sudoeste de la ciudad. Son dos pequeños salones que ya fueron saqueados en cinco oportunidades y de los que los ladrones se llevaron vidrios, cables, ventiladores, ventanas, puertas y hasta los pizarrones. Este es el único colegio secundario de la zona, y a él concurren 400 alumnos y 50 docentes a los que el establecimiento les queda chico. A tal punto que se han mezclado cursos y asignaturas en un mismo salón: lengua y contabilidad e inglés y matemática se dictan en simultáneo.
Hace dos años el Ministerio de Educación de la provincia colocó «provisoriamente» allí tres salones de chapa por los que actualmente se pagan unos 600 pesos por mes de alquiler (uno hoy funciona como depósito de materiales de construcción). La idea en ese momento era levantar otras tres aulas de material; una obra que se inició recién en Agosto del año pasado y que todavía está en veremos: recién se hicieron las paredes.
Para el director de la escuela, Guillermo Rosas, la demora se debe a la poca gente que trabaja en la construcción. La obra no la realiza una empresa privada sino cinco beneficiarios del plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados contratados por el Fondo de Asistencia Educativa (FAE) y la Nación.
«Nos han prometido terminar las nuevas aulas para Julio próximo, pero no podemos seguir esperando tanto. Ya no se puede dar clases en estos obradores. ¿De qué calidad educativa me hablan cuando los chicos no tienen las condiciones mínimas para estudiar?», se preguntó ayer Rosas.
Quejas con fundamento
Y basta entrar a las aulas móviles para darse cuenta que la queja del director del establecimiento tiene fundamento. Las tres aulas están en el medio del patio del colegio, lo que implica que las clases de gimnasia, desde hace tiempo, se dan en el terreno lindero al colegio en el que hay una plaza. Un espacio que ayer estaba inundado y por lo que, obviamente, la actividad deportiva se suspendió.
En la más linda de las aulas (pintada de color blanco y con cuatro ventanas) ayer por la mañana daban clase de contabilidad los chicos de 3er. año de polimodal. La puerta del salón no tiene picaporte, ni vidrio. Un retazo de pizarrón se apoyaba sobre una mesa y otro más hacía las veces de vidrio de una de las ventanas. «Con este día nublado apenas vemos lo que escribimos», remarcó una alumna.
En el aula contigua, de chapa galvanizada, el panorama era aún peor. Los chicos de 9º año de EGB se agrupaban en dos rincones esquivando las goteras que ya habían dejado un charco justo delante de la mesita de la profesora de inglés, María Cristina Busano.
«Tengo que traer fotocopias todas las clases porque no hay ni pizarra para escribir. Y en alguna oportunidad hasta compartimos salón con otra docente. No sólo juntamos a chicos de distintos años sino que mezclamos asignaturas: matemática e inglés a la vez», recordó la profesora ayer casi en penumbras. Es que en este salón faltan literalmente todos los vidrios de las ventanas y ayer los chicos colocaron hojas de sus carpetas para protegerse un poco de la llovizna.
A la crítica de la profesora se sumó una catarata de denuncias de los propios chicos. «Nos morimos de frío», dijo uno que tenía la capucha de su buzo puesta. «O adelgazamos cuando hace calor», se rió una compañera.
El tercer salón se protegió de los robos con una maniobra artesanal. Se clavaron listones de madera en las ventanas para que nadie se lleve el material de la obra que se guarda adentro. Y a los alumnos se los trasladó a otro salón que se improvisó en el establecimiento. «Al final de las galerías del colegio levantamos una pared y armamos un saloncito donde guardamos a la vez los artículos del quiosco con el que tratamos de recaudar algo de fondos para la cooperadora», señaló el director.
De más está decir que este último salón está prácticamente pelado. Junto a las mesas y sillitas de los alumnos se arrincona una heladera y una estantería. Un amontonamiento similar se vive en la sala de profesores (donde también se guardan materiales de la obra) y en un aula más donde ayer un curso daba clases en el mismo espacio donde se levanta la biblioteca del colegio.
«Es que así fue desde sus inicios, en 1990, la historia de esta escuela y su comunidad. Siempre funcionamos en los edificios de otros establecimientos y trabajamos en medio de las obras, amontonados, poniendo parches, compartiendo espacios. Una vergüenza. Si hasta tenemos que guardar, todos los días, las sillas y bancos de las aulas móviles en el edificio principal y bajo llave para resguardarlas. Vivimos como de mudanza», dijo el director.
De esta manera Rosas recordó los colegios que prestaron sus aulas para los alumnos de la 384. Primero funcionaron en las escuelas de EGB Nº 799 y Nº 1337. Luego se mudaron al actual edificio de cinco aulas de material, una dirección y dos pabellones sanitarios. Y allí quedó el intento de seguir creciendo al ritmo de la población escolar, que no sólo aglutina chicos del barrio Acindar sino también de Santa Teresita y Alvear.
También el Isef luce salones-obradores
El Instituto Superior de Educación Física (Isef) que dicta clases en las instalaciones del Hipódromo del parque Independencia, Dante Alighieri y Caesar, hace desde el 2000 que también luce cinco aulas móviles de chapa, al mejor estilo de los obradores. «Esto iba a ser provisorio pero aquí estamos. Lo peor es que nosotros tenemos cursos numerosísimos, de un promedio de 45 alumnos, que se encuentran allí hacinados», afirmó el director del Instituto, Carlos Troiano.
Unos tres mil estudiantes pasan anualmente por el establecimiento, entre los que asisten al profesorado de educación física, terciarios, cursos de posgrado y perfeccionamiento. Pero las aulas no alcanzan. Hay seis de material, dos están en construcción y una más se está «inventando», según palabras del propio director, a partir de la división de un pequeño gimnasio. «Las aulas móviles -agregó Troiano- fueron una salida en un momento, pero no se puede trabajar allí con 30 muchachos apretados. Pero como no hemos tenido respuesta del Ministerio creo que seguiremos así todo el año».
Fuente: diario La Capital – Imagen: Silvina Salinas