En la Asamblea General de la ONU, realizada recientemente, los líderes mundiales se reúnieron para enfrentar algunas de las crisis actuales más grandes: Palestina, cambio climático, la guerra contra las drogas, incluso el papel y la relevancia de la propia ONU. Con demasiada frecuencia, sin embargo, la institución se sintió menos como el panteón de una nueva civilización humana y más como la sala de emergencias de un hospital abarrotado, mientras que dejó las causas en su raíz intactas.
La pregunta más profunda que tenemos ante nosotros es: ¿Cuál es el próximo movimiento de la humanidad? La respuesta determinará cómo se resuelven las crisis, cómo evoluciona la ONU y cómo las naciones y la sociedad civil contribuyen a un proyecto compartido del futuro.
Imagínense empezar cada día con esta pregunta. Orientaría nuestras mentes y daría a nuestras vidas un mayor significado. Imagínense si todas las protestas en todo el mundo estuvieran unidas por ello, elevando la demanda del futuro por encima de las propuestas indecentes del presente.
Pocas formas de vida pueden incluso hacerse tal pregunta. Los humanos pueden y junto con esa capacidad viene la responsabilidad. De Pekín a Ciudad del Cabo, Lima a Filadelfia, el progreso aún no ha curado los venenos de la discriminación, la codicia y el egoísmo. El grito de una sociedad verdaderamente civilizada se eleva por todas partes. Mientras tanto, la depresión, el suicidio y la adicción hacen metástasis en todas las naciones, revelando que las necesidades fundamentales de la humanidad de significado y trascendencia siguen sin ser satisfechas.
Nuestro próximo movimiento debe ser colocar lo que nos hace verdaderamente humanos en el centro y avanzar juntos. La tecnología, la ciencia, la comunicación y la logística deben ser redirigidos hacia este objetivo. Las Naciones Unidas deben convertirse no sólo en una sala de emergencias, sino en el foro en el que la humanidad dé un gran paso adelante.
David Andersson
Nota Original en: PRESSENZA.COM