Cientos de vecinos marcharon por el barrio exigiendo «vivir en paz». Empalme Graneros se puso de pie. Pese a la agobiante tarde de calor cientos de personas salieron a la calle a repudiar la ola de delitos que asola al barrio. Y lo hicieron con banderas blancas, bocinazos y cacerolas alrededor de Juan José Paso al 2400 al grito unánime de «queremos vivir en paz». Los testimonios de vecinos robados y golpeados se repetían a lo largo de la manifestación, al igual que muchos comerciantes que están armados a la espera de los delincuentes. Al frente de la columna hombres y mujeres sostenían un cartel con una sigla representativa de la zona: «Numain», sólo que esta vez, no pidieron «nunca más inundaciones», sino «nunca más inseguridad».
Pasadas las 18.30, la actividad comercial de Empalme Graneros quedó paralizada. Las persianas de los negocios iban cayendo una a una, y sus titulares se iban concentrando en torno a la vecinal, donde ya había un cúmulo importante de personas.
Unos minutos después la manifestación enfiló hacia Ottone donde cosechó los primeros signos de adhesión por parte de los frentistas. Pañuelos blancos y banderas argentinas eran la postal que dejaba el paso de la columna.
Una vez en Génova se sumaron los taxistas de la zona y otras vecinales como las de barrio Antártida Argentina y Larrea. Bombas de estruendo, silbatos y bocinazos fueron el ingrediente principal de la marcha, pero no faltaron inscripciones como: «Rejas para los delincuentes, no para la gente de trabajo», o «Basta de inseguridad, queremos laburar tranquilos».
Y volvieron las legendarias cacerolas. Muchas de ellas, abolladas por el golpeteo que sufrieron en diciembre del 2001: se escucharon por doquier. Tanto en las terrazas de las casas, como de la mano de las vecinas presentes en la marcha. Eva de 74 años hizo hincapié al salvajismo que sufren las víctimas de robos. Y Ana, de 66 dijo: «En el negocio frente de mi casa y en la perfumería de al lado se llevaron todo, así no se puede seguir».
«Me asaltaron dos veces, la última con una alarma instalada y hasta me rompieron la reja. Me chorearon y al otro día el señor juez los largó», dijo indignado Raúl Parisi, un carnicero que reconoció estar armado «y que no dudaría en disparar».
Un verdulero ya zafó varias veces de perder toda la mercadería. «Estoy calzado todavía no la usé, pero no sé, en estos últimos seis meses no se puede vivir, el comisario se hace el distraído, lo único que sabe es pedir plata», dijo Ernesto de la Magdalena, de 50 años. A su lado otro vecinalista, Domingo Ricardo reconoció que tiene el fierro en su casa.
Las críticas apuntaron al gobernador Reutemann para que tome cartas urgentes en el asunto. Al grito de «se siente Empalme está presente», los manifestantes volvieron por calle Cué hasta Juan José Paso, acompañados por una caravana de 20 taxis y camiones de reparto. La gente se fue sumando, ya sea desde sus viviendas aplaudiendo, saludando o acompañando el trayecto de la protesta. Uno que arengaba fue el vecinalista y ex concejal Osvaldo Ortolani que con su «anímese señora, después no se queje si le roban», intentaba seducir a las vecinas del lugar.
Cruzando el Club Libertad había una sola consigna: «Queremos vivir en paz», de allí siguieron por Barra, Carrasco y retomaron la avenida hasta la vecinal. El fenómeno ya tuvo su bautismo. «Se viene el empalmazo», gritaban algunos. A Marta de 52 años le robaron dos veces mientras dormía en su casa. Estrella tiene miedo por los chicos. «No se puede ni andar en bicicleta. Estoy armado porque la seccional 20 no existe», lanzó Aldo Ferrari. El reclamo derivó en una asamblea en el Club La Gloria donde concurrieron autoridades policiales y ministeriales. Allí les prometieron instalar un destacamento policial en el polideportivo, ubicado en Paso y las vías, y un refuerzo de dos patrulleros y dos motos para recorrer la zona.