
Así planea China construir una “nube orbital” con 48.000 satélites. Y por qué podría cambiar para siempre el modo en que usamos internet
Una red abierta, sostenible y gobernada por inteligencia artificial: ese es el modelo que propone la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa de China.
Su objetivo no es solo ofrecer internet global, sino reemplazar las infraestructuras terrestres por una constelación capaz de adaptarse, redistribuir recursos y operar como un sistema de computación en el espacio.
Por Martín Nicolás Parolari- GIZMODO
China lleva años preparando un movimiento que podría alterar por completo el equilibrio digital del planeta. Mientras el mundo discute sobre la cobertura de 5G o la expansión de Starlink, el gigante asiático trabaja en algo más ambicioso: una red orbital inteligente, compuesta por 48.000 satélites interconectados capaces de ofrecer internet, navegación y comunicación sin necesidad de cables ni antenas terrestres.
El proyecto, desarrollado por investigadores de la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa, fue presentado en la revista National Science Review bajo el nombre de OSSMC (Open, Shared and Sustainable Mega Constellation). Su idea central es simple en teoría, pero revolucionaria en práctica: crear una nube orbital que funcione como un cerebro colectivo en el espacio.
Satélites que piensan, colaboran y se adaptan
© Unsplash – Adrien Olichon.
A diferencia de las constelaciones actuales, que dependen de miles de unidades idénticas y estáticas, la propuesta china apuesta por satélites modulares y multifuncionales. Cada uno estaría equipado con sensores, procesadores de inteligencia artificial y sistemas de red capaces de comunicarse entre sí y redistribuir tareas en tiempo real.
En otras palabras, la red podría reorganizarse automáticamente ante una demanda repentina, una tormenta solar o una sobrecarga de tráfico. Si un satélite falla, los demás ajustarían su órbita y redirigirían la señal para evitar interrupciones. Según las simulaciones del equipo, esta estructura multiplicaría por diez la cobertura global y reduciría de forma drástica los costos operativos frente a las redes tradicionales.
Pero lo más innovador es su arquitectura conceptual: una revolución de hardware y de servicios. Cada satélite podría desempeñar varios roles —comunicación, observación o navegación— dependiendo de las necesidades del momento, eliminando la rigidez de los sistemas actuales.
Internet a pedido desde el espacio
El OSSMC propone que los satélites compartan sus recursos mediante una “nube orbital”, una plataforma digital que agrupe y distribuya capacidad de procesamiento, almacenamiento y ancho de banda de forma inteligente.
Así, un usuario en tierra podría conectarse desde su móvil y acceder a servicios personalizados “a pedido”, del mismo modo en que hoy se solicita un coche desde una aplicación. Las pruebas del modelo demostraron una tasa de éxito del 97 %, una cifra que, de confirmarse en condiciones reales, superaría incluso la estabilidad de las redes terrestres.
Con ello, el espacio se convertiría en una gigantesca red de computación distribuida, en la que los satélites funcionarían como nodos autónomos de una misma mente digital. No sería una constelación, sino una infraestructura viva y dinámica orbitando a 500 kilómetros de altura.
Un desafío para el modelo occidental
El proyecto chino llega en un momento en que la competencia por el control de las órbitas bajas se intensifica. SpaceX ya cuenta con más de 6.000 satélites de Starlink, y planea superar los 42.000 en la próxima década. Amazon avanza con su propia red, Project Kuiper, mientras Europa y la India intentan establecer sus sistemas regionales.
Frente a este panorama, China busca diferenciarse con un enfoque cooperativo y sostenible, que evite la duplicación de recursos y la saturación orbital. Según los investigadores, la OSSMC no pertenece a una sola empresa o país, sino que estaría diseñada para operar como una plataforma compartida entre distintas agencias y operadores.
El objetivo declarado es reducir la basura espacial, uno de los mayores riesgos del futuro orbital, y promover una arquitectura abierta que permita coordinar satélites de diferentes orígenes sin colisiones ni interferencias.
El internet sin cables ni fronteras
© Unsplash – Adrien Olichon.
Más allá de sus implicaciones tecnológicas, la propuesta redefine el concepto mismo de infraestructura. Ya no se trataría de tender cables entre continentes o instalar antenas en desiertos remotos, sino de utilizar el propio espacio como medio de transmisión y procesamiento.
En ese escenario, el acceso a internet dejaría de depender de la geografía o del poder adquisitivo de una nación. Bastaría un dispositivo compatible para conectarse a la nube orbital más cercana. Sin embargo, esta misma capacidad plantea un dilema: quién controlará los datos, la seguridad y el flujo de información cuando la red deje de estar anclada al suelo.
El futuro que orbita sobre nosotros
De concretarse, la OSSMC podría ser la infraestructura más grande y compleja jamás creada por el ser humano. Su impacto no se mediría solo en velocidad o cobertura, sino en la redistribución del poder digital global.
El cielo dejaría de ser una frontera para convertirse en el nuevo centro de datos del planeta. Y aunque la idea suene futurista, los cimientos técnicos ya existen. Quizá en unas décadas, cuando miremos hacia arriba buscando una estrella, estemos viendo el resplandor tenue de una red que sostiene toda nuestra vida conectada.
Porque el próximo internet no estará bajo tierra. Estará orbitando sobre nuestras cabezas.
Nota original en: GIZMODO




