Personaje cálido e histriónico, fue distinguido en su momento por el Concejo Municipal por su predisposición a ayudar a otros. Se hizo célebre por sus carteles y su buen humor.
Amable, cálido, histriónico, solidario. Todos estos adjetivos definían a Salvador Saggal. Había más: si bien era conocido en la ciudad, no debe haber más que un puñado de rosarinos fuera de su familia capaces de identificarlo por su nombre y apellido. Para todos era simplemente Jorgito, el almacenero de Entre Ríos y Cochabamba, el hombre que desde un modesto negocio de barrio logró captar la atención y muchas veces la recicló en una herramienta para dar una mano. Tenía 85 años y murió este viernes en la ciudad.
La noticia trascendió esta tarde y fue confirmada por un familiar de Jorgito, a quien también le decían El Potro. El hombre tenía problemas renales y desde hace algún tiempo era sometido a un tratamiento de diálisis. Ya no atendía su negocio, que desde hace un tiempo había quedado a cargo de su hija.
Saggal se hizo conocido por la sagacidad y el sentido del humor con el que promocionaba a través de carteles los productos que vendía en su almacén. Pero también por su apego a ayudar a otros emprendiendo campañas solidarias entre sus clientes y conocidos. Hacía colectas con distintos fines y la gente dejaba su ayuda frente al negocio. Luego él se ocupaba de que llegara a los destinatarios.
Es difícil no recordar algunas de las anécdotas que catapultaron a Jorgito a la consideración de los rosarinos, primero a través de los carteles con los que llamaba la atención de quienes transitaban a pie o en auto por la esquina donde está su almacén y con el tiempo también a través de las notas que le hacía la prensa local. En el barrio todos lo querían y cuentan que ir a comprar a su negocio era toda una experiencia.
El año pasado Jorgito tuvo que cerrar su almacén como consecuencia de la pandemia, ya que las ventas bajaron y además él tuvo que aislarse porque integraba los grupos de riesgo. Pero con el tiempo desde el seno de su propia familia le prepararon una sorpresa: fue su hija Cintia quien decidió reabrir el negocio, acaso como una manera de mantenerlo vivo también a él.
Eso finalmente ocurrió y el almacén había vuelto a darle algo de vida a una esquina en la que desde hace años era, de lejos, el negocio más conocido y popular.
Tan popular y querido llegó a ser Jorgito que en julio de 2008 el Concejo Municipal de la ciudad decidió entregarle una distinción por su incansable tarea solidaria, en la que a menudo comprometía su patrimonio personal y su propio esfuerzo.
Esta tarde, luego de que la noticia sobre su fallecimiento comenzara a circular por el barrio, muchos vecinos expresaron su tristeza por la partida del almacenero. Algunos empezaban a despedirlo en las redes y otros dejaron mensajes escritos frente a su negocio. En carteles, como le gustaba a él.
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