Marco Enríquez-Ominami. Candidato presidencial en Chile 2025
El resultado de esta primera vuelta no marca solo la derrota de un sector: marca el fin de una época.
Esta noche se cierra, de manera abrupta, una página completa de la historia de Chile. La transición democrática iniciada en 1990 había sido pensada como un camino —lento, pero posible— hacia un país más justo.
Durante treinta y cinco años intentamos reformar un modelo construido por la dictadura sin lograr nunca quebrar su estructura profundamente injusta. Esta primera vuelta revela que no lo logramos: es el fin del paréntesis democrático.
El colapso histórico de la izquierda y el centro no es un accidente: es un veredicto. Hemos alcanzado nuestro nivel más bajo desde el fin de la dictadura. Nuestras fuerzas políticas fueron los pilares de la transición, pero hoy no tienen base, ni relato, ni capacidad de resistencia. Su desaparición revela la profundidad del terremoto político que atraviesa el país.
La derecha dura, pinochetista y autoritaria, supera el 70 % y consagra así su triunfo. Nunca, desde 1990, había logrado una mayoría de esta magnitud. No solo ganó una elección: reconquistó el imaginario político de Chile. Su victoria no nace de un proyecto nuevo, sino del retorno al miedo y al orden.
La presidencia de Boric tiene una responsabilidad enorme en este derrumbe. Fue el primer gobierno desde 1990 que recibió un mandato claro —y una mayoría— para reformar el país. No logró construir un proyecto económico creíble, ni restaurar la autoridad del Estado, ni garantizar la seguridad. Fracasó en reescribir la Constitución, dejando al país sin dirección. Ese vacío político permitió que la derecha dura se adueñara del ciclo.
La demanda social se desplazó hacia la seguridad, el control y el orden autoritario.
La derecha no convenció por sus soluciones, sino por la instrumentalización del miedo. Supo aprovechar las fallas del gobierno, la incertidumbre económica y la violencia cotidiana. Transformó el agotamiento social en capital político.
Esta noche, Chile cierra el paréntesis democrático que intentó abrir durante treinta y cinco años. La derecha dura se impone porque aprovechó el colapso total del campo reformista. El país entra en una nueva era marcada por la tensión, el control y la autoridad.
La izquierda tendrá que reconstruirse desde las ruinas, con otras herramientas, otros relatos y otras personas.
Este momento es trágico, pero también puede ser el punto de partida de una refundación necesaria.
*Candidato Presidencial en las elecciones chilenas
Redacción Chile. PRESSENZA



