
Es, en realidad, el síntoma más doloroso de una enfermedad que aqueja a los movimientos populares de nuestra región: la incapacidad de subordinar las ambiciones personales al proyecto colectivo.
La derrota del Movimiento al Socialismo (MAS) el 17 de agosto de 2025 fue una tragedia autoinfligida, un suicidio político que entrega en bandeja de plata la soberanía y los recursos del pueblo boliviano a las élites locales y a sus patrocinadores en Washington.
El enfrentamiento fratricida entre el expresidente Evo Morales y el presidente Luis Arce, forma parte de esta catástrofe política que llevó a la pérdida del gobierno, a la división del movimiento popular y al probable desmonte del Estado Plurinacional. Lo que debió ser una transición estratégica para consolidar el proyecto histórico, se transformó en una sórdida lucha de egos en torno a las candidaturas electorales dentro de la democracia representativa liberal burguesa. El llamado de Morales a votar nulo, que alcanzó un sugestivo 19.38%, fue un acto de sabotaje deliberado contra el gobierno aprovechando el descontento popular generado por múltiples factores, entre los que se encuentran acciones propiciadas por él mismo.
Bolivia: crisis del proyecto plurinacional boliviano
Arce llego a ser candidato y presidente después del golpe de Estado contra Evo Morales, dado por quienes en estas elecciones enfrentaban al oficialismo con una conocida agenda proimperialista. Pero esto no se tuvo en cuenta y pareciera que un sector de la dirigencia prefiriera un gobierno de derecha, a uno del MAS liderado por él.
Esta división, que redujo un histórico 55% de apoyo electoral al MAS a un magro 11.3% en total, es un patrón que ya hemos visto en nuestra América Latina. Líderes históricos que, al no poder ser candidatos, nombran sucesores que consideran “moderados” o manejables, subestiman las ambiciones que el poder despierta, olvidando que la lealtad debe ser al pueblo y al proyecto, no al individuo.
El Festín Neoliberal y la Batuta de Washington
La derecha boliviana, astuta y unificada, no perdió tiempo. Pero su regreso no es un mero asunto doméstico. El cónclave celebrado en la Harvard Kennedy School, bajo el eufemismo de “Bolivia360 Day”, es la prueba irrefutable de la injerencia externa y la articulación de un plan continental para restaurar el neoliberalismo.
No es casualidad que en dicho evento se dieran cita los más altos ejecutivos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Son los mismos organismos que ahogaron a nuestros pueblos en deuda y miseria durante décadas. Tampoco es casual la presencia de figuras como Mauricio Macri, Iván Duque y María Corina Machado, verdaderos operadores de la política de Washington en la región.
Este encuentro no fue un seminario académico; fue la bendición del poder hegemónico al nuevo proyecto de la derecha boliviana. Un proyecto que ya anuncian sin tapujos: la privatización de empresas estatales, la reversión de los logros sociales de los pueblos indígenas y la liberación de personajes como Jeanine Áñez y Luis Fernando Camacho, responsables directos de las masacres de 2019. La presencia de la oposición boliviana, desde Samuel Doria Medina hasta Manfred Reyes Villa, sentados a la misma mesa que sus financistas internacionales, evidencia el plan de entrega que se avecina.
Un Golpe al Corazón de la Patria Grande
La caída de Bolivia, “La Hija predilecta del Libertador Simón Bolívar” es un golpe estratégico al corazón del proyecto de integración latinoamericana. Se produce en un contexto de agotamiento del modelo económico extractivista, una crisis que la derecha y sus aliados externos explotarán mediante “operaciones de guerra híbrida” (desinformación, lawfare) para justificar sus recetas de ajuste y saqueo.
La lección es amarga, pero ineludible. Como bien advirtió el comandante Hugo Chávez, la unidad es una necesidad estratégica para nuestros pueblos. Sin ella, estamos condenados a repetir ciclos de breves avances populares seguidos de largas y oscuras restauraciones conservadoras. La reconstrucción del proyecto de descolonización y justicia social en Bolivia, y por extensión en toda América Latina, depende de la capacidad de nuestros movimientos de aprender de esta dolorosa derrota. La unidad, y solo la unidad, nos hará libres.
Oscar Rotundo* Analista político internacional. Editor de PIA Global. Columnista del programa radial Punto de Partida en Radio Grafica de Argentina y Gira Mundial
Foto de portada: © Reuters – Agustin Marcarian