
“La democracia liberal se ha convertido en el arte de administrar la desilusión sin renunciar a la fachada”. Peter Sloterdijk, Crítica de la Razón Cínica. 1983.
“La democracia real exige descolonizar el poder: que los invisibilizados decidan su destino”. Aníbal Quijano. Cuestiones y horizontes. Antología esencial de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder. Antología esencial. 2014.
“El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, v mayor suma de estabilidad política”. Libertador Simón Bolívar. Discurso ante el Congreso de Angostura.1819.
Por Miguel Ernesto Salazar*
A comienzos de esta semana, Chile acogió bajo el lema “Democracia Siempre” a un grupo de autoproclamados progresistas —esa ambigüedad de “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”— empeñados en blanquear a la democracia occidental. Los discursos retóricos de los presidentes de Uruguay, Brasil, España, Colombia y Chile intentaban, en un mundo marcado por la metamorfosis capitalista y la irrupción de un nuevo sistema-mundo en el siglo XXI, revestir de significado político las ideas que pretenden convencernos —con edulcorante discursivo— de que la democracia occidental solo requiere ser “humanizada”.
Calificar este conclave de retórico no es caprichoso. Basta leer estas líneas del presidente chileno Gabriel Boric:
“Queremos democracias vibrantes, activas, que defiendan los derechos sociales conquistados por el pueblo; que promuevan la equidad de género; que fomenten la participación ciudadana —pues sin sociedad no hay democracia que respete irrestrictamente los derechos humanos— y que garanticen el bien común sobre intereses particulares”.
Los lugares comunes de Boric —“democracias vibrantes”, “participación ciudadana”— resonaron en los demás oradores, especialmente al abordar Venezuela y al “compañero presidente” Nicolás Maduro.
Este progresismo autorreferencial, reunido en Chile, se erige como punto intermedio: ni socialista ni revolucionario, sino una “tercera vía” contra modelos alternativos tildados de “dictaduras”. Cada intervención alertó sobre la urgencia de contener a la ultraderecha, convertida en “ola facha”. Petro declaró: “El progresismo mundial debe unirse para encender la luz ante las tinieblas”; Sánchez afirmó: “La ultraderecha se alimenta del miedo y la nostalgia de un pasado inexistente”; y Lula añadió: “Frente al extremismo intervencionista, debemos actuar juntos”.
Paradójicamente, la declaración final omitió identificar amenazas concretas o el peligro de la ultraderecha. Esto ocurría mientras en Argentina, a pocos kilómetros, Milei encabezaba el “Derecha Fest” —autodenominado “el evento más anti-zurdo del mundo”— con su “Feria del Libro Libertaria”. Su lema en Instagram rezaba: “Las ideas de la libertad no tienen fronteras; la batalla cultural es continental”. Ante la contundencia libertaria, el documento de “Democracia Siempre” resultó un mero merengue sin letra.
Frente a este escenario, “Democracia Siempre”. La Democracia Directa representa la propuesta que Venezuela adopta para contraponer su proyecto democrático participativo y protagónico al discurso edulcorado de cierta progre. Un nuevo Estado construido desde las bases, ajeno a oligarquías, cúpulas y élites. Una democracia directa empeñada en educar, empoderar y organizar para entregar el poder político y económico al pueblo. Procesos democratizadores que se contraponen a los Progresistas. Procesos anti hegemónicos, insertados en el nuevo orden global que emerge de salida.
Desde esa perspectiva, el Presidente Maduro señaló que la democracia occidental atraviesa una crisis profunda por su carácter fraudulento y su sometimiento a las oligarquías. “Venezuela —precisó— superó definitivamente ese modelo engañoso; su regreso es imposible”. Y no perdamos de vista lo que está al frente de nosotros, la progre desea lo mejor de ambos mundos.
En este contexto, el próximo domingo 27 de julio, Venezuela celebrará su elección n.º 33 para designar alcaldías y concejos municipales. Este proceso de construcción del poder local incluirá una Consulta Nacional Popular centrada en proyectos comunitarios desde la perspectiva juvenil.
Así, las elecciones del 27 de julio se presentan como antítesis deliberada del “Democracia Siempre”, aquí no se humaniza el sistema, se lo reemplaza.
Sobre este momento el Presidente Maduro precisa: “Hay un debate global sobre la democracia. El modelo democrático burgués y oligárquico de Occidente está agotado: es falso, incompleto. […] Una democracia cotidiana, directa y completa es permanente y auténtica”.
Ignoramos si estas serán las últimas elecciones bajo la figura del municipium —herencia del Imperio romano vértebra de las democracias occidentales—. La Reforma Constitucional prevista para 2026 alberga esperanzas de nuevas formas de autogobierno local, pese a cinco siglos de historia gravitando en el imaginario colectivo.
Lo cierto es que, paralelamente al municipium, se proyectan mecanismos para ampliar la democracia directa y revolucionaria. El 27 de julio, mediante Consultas Populares, la juventud asumirá el liderazgo en la transformación territorial.
Como destacó Graciela Castro, integrante del Comité Directivo de CLACSO por Argentina: “Necesitamos escuchar a los jóvenes. Los adultos creemos tener todas las respuestas, pero debemos incorporar nuevas estrategias ante un mundo complejo y angustiante. Mantengo el optimismo: como sociedad, y por respeto a las nuevas generaciones, podemos construir algo diferente”. He ahí la clave distintiva del modelo democrático revolucionario que hoy forjamos.
El llamado de Maduro a votar este 27 de julio revela lo que el progresismo convencional —figuras como Boric— no comprende: “Todos los jóvenes desde 15 años deben participar en los proyectos de su comuna”. En ello reside el genuino sentido de la democracia.
La disyuntiva es clara: mientras el progresismo institucional navega en la retórica estéril de “democracias vibrantes” sin alterar las estructuras oligárquicas, Venezuela apuesta por una democracia de raíz que trasciende el municipium colonial. Las elecciones del 27 de julio —con jóvenes de 15 años diseñando proyectos comunales— no son un ritual electoral, sino un acto de desobediencia epistémica contra cinco siglos de poder vertical. Este modelo, pese a sus contradicciones, interpela al progresismo global: o se reconstruye desde las bases, entregando poder real y no consignas edulcoradas, o será devorado por la ola reaccionaria que ya celebra sus “festivales libertarios” en sus fronteras. Como advirtió Quijano, solo descolonizando el poder se evitará que la democracia sea una fachada administradora de desilusiones.
El futuro no se negocia en conclaves progre, se siembra en las comunas o no será.
Miguel Salazar* Profesor en Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC). Miembro del equipo editorial de la revista digital puebloenarmas.com de Venezuela
Este artículo ha sido publicado en el portal serviralpueblo.org/
Foto de portada: Movimiento Antorchista Nacional
Cuando la retórica progresista olvido a las bases Pia Global.