
Uno de los elementos definitorios del Nuevo Humanismo es que se basa en la experiencia humana más que en las creencias.
Silo situó la experiencia interior en el centro de esta visión del mundo. Instó a los individuos a descubrir el significado a través de la reflexión, la meditación y la autotransformación. Esta perspectiva cambió profundamente mi forma de ver el mundo. Es uno de los cambios más poderosos y liberadores en la forma de entendernos a nosotros mismos y a los demás.
Pregúntate: cuando dices que los seres humanos son «racionales» o «violentos», ¿estás hablando desde la creencia o desde la experiencia?
Según mi experiencia, las personas no son ni sistemáticamente violentas ni puramente racionales. Son mucho más complejas y dependen del contexto, las emociones y el momento. Sin embargo, a menudo nos basamos más en creencias enseñadas o promovidas que en nuestra propia realidad vivida.
El equilibrio está desequilibrado: creemos demasiado y experimentamos demasiado poco.
Tomemos la democracia como ejemplo. Cuando hablas de la democracia como valor, ¿te refieres a un concepto idealizado o a tu experiencia real de ella? ¿Cómo participas en ella? ¿Cuáles son los resultados? ¿Funciona la democracia para ti, en tu vida y en tu comunidad? ¿Es la democracia estadounidense lo mismo que la democracia en Alemania?
La crisis global a la que nos enfrentamos hoy en día no es meramente política o económica; es, en el fondo, una crisis de creencias. Los sistemas de creencias se están derrumbando.
Muchas personas creen en el Estado-nación, pero ya no confían en sus gobiernos. Creen que el dinero lo resolverá todo y, sin embargo, las tasas de depresión, ansiedad y suicidio aumentan en los países ricos. Creen en los «valores familiares», pero cada vez son más los que deciden no tener hijos. Una mayoría en Occidente se identifica como cristiana, pero pocos practican su religión. La gente cree que el poder militar traerá la paz, pero la experiencia -desde la Primera Guerra Mundial hasta Afganistán- cuenta una historia diferente. Los políticos prometen puestos de trabajo, pero incluso cuando esas promesas no se materializan son reelegidos. Muchos afirman valorar el trabajo duro, pero buscan trabajar lo menos posible. Algunos siguen negando el cambio climático, incluso cuando sus comunidades sufren inundaciones, incendios, huracanes, corrimientos de tierra y olas de calor.
¿Por qué rara vez se reconoce o valora la experiencia directa? Porque la sociedad nos enseña a creer ante todo en el dinero y el prestigio. Se da prioridad a la validación externa sobre la comprensión interna. Se nos enseña a confiar en credenciales y «verdades» socialmente aceptadas en lugar de confiar en nuestras propias observaciones. La economía de consumo refuerza esta tendencia: compramos soluciones en lugar de desarrollar habilidades, consumimos contenidos en lugar de generar ideas y buscamos la gratificación instantánea en lugar de aprender mediante el método de ensayo y error. Y lo que es más importante, la experiencia directa no puede empaquetarse ni estandarizarse. En una sociedad que valora la eficiencia, el complicado proceso de aprendizaje a través del compromiso directo parece menos valioso que el consumo de información predigerida.
Piensa en la libertad de expresión. ¿Crees realmente en ella y, lo que es más importante, la practicas? ¿Haces uso de tu voz o te remites a lo que es comúnmente aceptado? ¿Ayudas a los demás a encontrar y utilizar sus voces?
Muchos creen que el voluntariado es una pérdida de tiempo. Para mí ha sido la inversión más importante que he hecho en mi vida. Casi todo lo que sé de mí mismo, gran parte de lo que tengo, la gente que conozco en los cinco continentes y mi lugar más significativo en el mundo provienen de mi decisión de dedicar gran parte de mi vida diaria a Humanizar la Tierra.
El Bhagavad Gita, un texto sagrado hindú sobre el que Gandhi escribió un extenso comentario, incluye este poderoso pasaje:
«Concéntrate en la acción, no en los frutos de la acción; evita la atracción por los resultados y el apego a la inacción. Realiza acciones, firme en la disciplina, renunciando al apego; sé imparcial al fracaso y al éxito; esta ecuanimidad se llama disciplina». (2.47-58)
El mundo no necesita más sistemas de creencias, sino personas basadas en la experiencia vivida. Personas capaces de reflexionar, comunicar y hacer avanzar propuestas significativas. Personas que entiendan que la transformación de la sociedad empieza por la transformación de nuestro mundo interior.
David Andersson
Nota Original en: PRESSENZA.COM