
La inteligencia artificial está dando paso a una nueva era… la biológica.
En distintos puntos del mundo, científicos están utilizando tejido cerebral humano para crear tecnologías capaces de aprender, adaptarse e incluso expresarse. Desde ordenadores entrenados con neuronas vivas hasta instalaciones artísticas que “piensan” después de la muerte, el presente ya no se limita al silicio. Aquí te presentamos tres proyectos reales que están desdibujando la frontera entre lo humano y lo artificial.
CL1: El primer ordenador biológico del mundo
Cortical Labs, una startup australiana, ha dado un paso gigantesco con el lanzamiento del CL1, el primer ordenador biológico comercial del mundo. Este no es un ordenador tradicional; no está compuesto únicamente por chips y circuitos. En su núcleo, el CL1 utiliza neuronas humanas vivas cultivadas sobre un chip de silicio. Esta tecnología pionera se llama Inteligencia Biológica Sintética (SBI), y no se programa: se entrena … como si fuera un cerebro humano.
“Tomamos sangre o piel, las transformamos en células madre y luego las inducimos a convertirse en neuronas. Es literalmente tu cerebro sobre un chip”.
— Dr. Hon Weng Chong, CEO de Cortical Labs
El CL1 no solo procesa datos: aprende, se adapta y evoluciona. Esto lo convierte en un sistema mucho más flexible y eficiente que cualquier inteligencia artificial basada en silicio. Sus capacidades lo posicionan como una herramienta poderosa para la investigación médica, el desarrollo de fármacos, la robótica e incluso el desarrollo de nuevas inteligencias artificiales. A la venta a partir de junio de 2025, esta máquina híbrida ya será parte de laboratorios e instituciones que exploran las fronteras de lo que significa «pensar».
Alvin Lucier: componer desde el más allá
La línea entre vida, arte y tecnología se vuelve más borrosa con el caso del compositor experimental estadounidense Alvin Lucier (1931–2021). En 2020, antes de fallecer, Lucier donó sus células sanguíneas a la ciencia. El proyecto, conceptualizado con el artista antes de su fallecimiento, pretende inmortalizar al compositor mediante la creación de un «intérprete sustituto biológico»: una entidad autónoma viva formada por organoides cerebrales cultivados a partir de sus células.
Hoy, esas mismas células están activas en la Art Gallery of Western Australia (AGWA) y forman parte de la instalación artística y científica titulada Revivification, una colaboración entre artistas y científicos que utiliza un «minicerebro» que responde a estímulos y está conectado a un sistema bioeléctrico que convierte su actividad neuronal en sonidos y generar música en tiempo real al interactuar con placas de bronce. Así, su mente continúa componiendo más allá de la muerte.
Este proyecto se inspira en su legado como pionero del arte sonoro y en obras como Music for Solo Performer (1965), donde fue el primer artista en usar ondas cerebrales para componer música.
Este experimento no solo cuestiona los límites del arte, sino también nuestra definición de conciencia. ¿Estamos presenciando una forma de arte posthumano? ¿O quizás el surgimiento de una nueva manera de «estar» en el mundo, más allá del cuerpo? La revivificación cerebral de Lucier pone sobre la mesa debates éticos y filosóficos que hasta hace poco parecían propios de la ciencia ficción.
MetaBOC: robots con minicerebros humanos
En China, el proyecto MetaBOC (Brain-On-Chip) lleva la biotecnología aún más lejos. Investigadores de la Universidad de Tianjin y la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China lograron cultivar minicerebros humanos en laboratorio —conocidos como organoides cerebrales— y conectarlos a interfaces máquina-cerebro. El resultado es un sistema que permite a robots realizar tareas complejas, como esquivar obstáculos y manipular objetos, todo con una eficiencia energética que supera a la IA convencional.
Estos cerebros en miniatura, derivados de células madre humanas, aprenden, se adaptan y responden a estímulos. En lugar de algoritmos artificiales, están impulsados por materia biológica real.
El sistema MetaBOC se compone de dos elementos principales: un organoide cerebral que simula la estructura y funciones básicas del cerebro humano, y un microcontrolador que actúa como intermediario entre las señales neuronales y el sistema robótico. Esta configuración permite una comunicación bidireccional, donde el robot no solo recibe instrucciones del minicerebro, sino que también proporciona retroalimentación, facilitando el aprendizaje y la adaptación del sistema.
La gran pregunta que se cierne sobre este avance es inquietante: ¿estamos creando herramientas más inteligentes o seres conscientes atrapados en cuerpos de metal? La delgada línea entre máquina y vida nunca había sido tan difusa.
Lo que antes era ciencia ficción hoy es realidad. El uso de tejido cerebral humano en tecnología no solo representa un avance técnico sin precedentes, sino que también nos obliga a replantear conceptos como inteligencia, conciencia e incluso humanidad. Ya no se trata de si la tecnología puede pensar, sino de cómo lo hace… y con qué materiales. ¿Estamos frente a una nueva forma de vida, o simplemente a una evolución de nuestras máquinas? El futuro se está cultivando, literalmente, en una placa de Petri.
Referencias:
- Artificial Actual Intelligence. Think beyond silicon. Link.
- Revivification. Link.
- Chinese researchers develop first open-source brain-on-chip interface system globally. Link.
Fuente: CerebroDigital.net