Si bien los derrotados en la cancha fueron los jugadores, éstos constituyeron casi una insignificante causa en el descenso de Central.
Esta obviedad es la imagen de la sentencia de un viejo sabio: “Las organizaciones, como el pescado, empieza siempre a pudrirse por la cabeza”.
El presente canaya la verifica inexorablemente, aunque vale el ejercicio de apuntar otras causas eficientes.
Usandizaga, el primer responsable, manifestó con su accionar otra vez su ya probada imbecilidad. Pero el payaso autoritario no produjo en soledad la caída dolorosa de nuestro club, ni es el único en hacerlo en esos últimos años de historia institucional.
Más del 60% de socios demostraron creer que alguien que se impone a fuerza de gritos e insultos tiene la razón.
Por otra parte, la influencia de algunas voces emitidas desde ciertos medios de comunicación, compradas unas y mediocres otras, fue otro de los eslabones que aportó en la construcción de una sinuosa cadena de desaciertos. Hay muchas razones más en un larguísimo listado, que por el momento no voy a describir.
Pero una de ellas es la que como telón de fondo de una espantosa obra de teatro, está ahí sin parecer influyente, pero es definitoria.
Central viene perdiendo en los últimos años identidad popular, se extrañó de sus raíces que lo nutrieron en su cuna y que lo terminaron de establecer como grande en la década del setenta, cuando tenía cien mil socios. Si, cien mil.
Por otra parte y para cerrar el círculo de irraconalidad, ahora hace falta que los que de una u otra manera contribuyeron a este presente doloroso se hagan los distraídos, no se hagan cargo de lo que hicieron o sostuvieron y salgan a manifestarse golpeando cacerolas mientras le echan la culpa de todo a Cristina.
Hinchas, simpatizantes, adherentes y socios debemos actuar ya, movilizarnos y ser creativos para recuperar todas las voces canayas, la democracia en el club y principalmente el sentido popular que nunca debió abandonar.
Sabemos además que autoritarios, corruptos e hipócritas no van a priorizar jamás los intereses de Central por sobre el de ellos. Y lo que es peor aún, nunca van a entender que Central es un fenómeno social, cuyo sustrato principal es el sentimiento y que de ello se desprende un club de fútbol.
Central fue parido por los trabajadores ferroviarios en 1889, fue engrandecido después por la inmensa mayoría del pueblo rosarino y deberá ser retornado en breve a primera por los verdaderos sucesores de su gloriosa historia, si es que así lo decidimos.
Marcelo Chibotta
Hincha