¿Eso es un pez koi? El Observatorio Europeo Austral (ESO) ha compartido una de sus más impresionantes imágenes recientes con los aficionados a la astronomía.
Se trata de la nebulosa Gum 3 que, a través del lente del telescopio VLT, luce como un gigantesco pez koi.
Cuando la intensa radiación ultravioleta de las estrellas jóvenes cercanas choca con los átomos de hidrógeno en la nube, estos emiten luz visible en colores muy específicos, que vemos como tonos de rojo y rosa, como se muestra en la foto de la nebulosa.
Descubierta nebulosa con forma de pez koi en las profundidades del espacio
La imagen del pez koi cósmico fue capturada por una cámara de 268 megapíxeles en el observatorio situado en el desierto chileno. Gum 3 es una nebulosa de gas y polvo situada a unos 3,600 años luz de la Tierra, en un espacio entre las constelaciones de Monoceros y Canis Major.
Este objeto interestelar debe su nombre a Colin Stanley Gum, un distinguido astrónomo que logró catalogar 84 nebulosas en el cielo del hemisferio austral.
Las nebulosas adquieren su aspecto debido al juego de luces y sombras que se produce en su interior. En el caso de Gum 3, la nebulosa emana ese tono rojizo debido a la interacción entre la radiación ultravioleta emitida por estrellas jóvenes y los átomos de hidrógeno que la componen. Esta colisión provoca la proyección de luz visible en matices rojos y rosas, mientras que las partículas de polvo reflejan los rayos estelares de alrededor.
La apariencia del pez koi se ve realzada por una gran mancha oscura en su lado derecho. Algunas regiones oscuras en el espacio indican una concentración masiva de materia, contrario a lo que la intuición puede dictar. En este caso particular, las nubes de polvo condensado actúan como barreras contra la luz. Bloquean la radiación y crean siluetas oscuras que resaltan contra el cielo estrellado y las galaxias.
No fue el único descubrimiento
Además, el VLT detectó una estrella “caníbal” con una inusual acumulación de metales en su superficie. Los análisis revelaron, en una enana blanca, las huellas químicas de su último “festín” planetario. Antes de su enfriamiento y compresión en un objeto frío y denso, la estrella había consumido sus propios planetas. La investigación supuso la primera vez que se estableció una correlación directa entre los metales planetarios y los campos magnéticos de las enanas blancas.