Se multiplican las asambleas en los barrios por la inseguridad. «Te roban la bici y te la refriegan en la cara», aseguran. Dicen que una pandilla domina la calle. «Conocemos a los que nos roban y dónde tienen los aguantaderos, y si no hay una respuesta rápida de la policía vamos a ir a cada casa a hacerles un escrache con cacerolas… Total, sino nos ayudamos entre los vecinos, ¿quién lo vanos va hacer?». Con estas palabras un grupo de comerciantes de Garay y Lima dejaron en claro que la ola de robos es algo cotidiano. «Ya no podemos vivir así, ahora en vez de rejas tapamos con ladrillos las aberturas, porque sino somos boleta», advirtió Elvia Ojeda. En el barrio están todos armados, vecinos y delincuentes, pero el miedo provoca impotencia. «Cuando te roban la bicicleta, al otro día pasan al lado tuyo para gozarte», confiesa uno de los pibes. Hoy tienen previsto reunirse en asamblea para exigir respuestas a la seccional 18.
El fantasma de la inseguridad merodea a toda hora en zona oeste. «A un vecino le entraron por la mañana a la casa y le llevaron todas las herramientas», dice Ojeda de 27 años y con tres hijos a cargo.
A Ricardo Ocampo es albañil pero le robaron la hormigonera en la puerta de su casa. «Tuve que enrejar todo, pero igual ahora vienen y me usan la entrada de baño público», dijo indignado.
Avellaneda Oeste es una mezcla de complejos habitacionales, casas modestas y viviendas precarias. Para los comerciantes «una barrita se cree dueña del barrio, porque hacen lo que quieren y nadie hace nada».
Julio Cardozo, cercano a Garay y Lima, se arrima a la charla con La Capital. «¿Viste que no hay más pibes en bicicleta?», y prosiguió: «Te las roban a toda hora; vienen les sacan las calcomanías y las dejan listas para revenderlas». A su lado un joven larga su bronca. «Encima que te la chorean entre 5 o 6, al otro día te refriegan la bici por la cara». Llega el testimonio de una mujer que del patio de su casa le robaron el lavarropa y el secarropa, porque está lindera a un aguantadero. Y también cuentan que roban la ropa tendida al sol en la terraza.
Un almacén ubicado a metros de lugar se lleva todas las de perder. «Perdí la cuenta de las veces que me robaron, uno va hace la denuncia y no pasa nada», contó el dueño.
El comercio parece una cárcel. Está todo tapialado en ambos muros y sólo se ingresa por el frente. En el interior, la luz es tenue y algunos vidrios lucen rotos por las piedras. «Tapé todo con ladrillo, si con las rejas igual me entraban. Perdí varias veces la balanza y hasta me entraron por los techos», agregó.
Se suman las anécdotas. Ahora es la de un pibe que le partieron la cara de un ladrillazo varios chicos de 12 años. Cuando baja el sol, aumenta la paranoia entre comerciantes y vecinos. «Acá están todos calzados, el que no tiene un revolver 38, ¿cómo se banca los tiros de los chorros con una nueve milímetros?», se cuestiona un hombre de mediana edad.
La pelea en Avellaneda Oeste es cuerpo a cuerpo. «Tenemos los nombres de los pibes que salen de caño a robar, muchos están pasados de merca y se ve a los pibes con la bolsita de pegamento. Acá todo el mundo vende droga a dos manos, pero nadie sabe nada», prosiguió Ojeda. Y Ocampo agregó: «Por Deán Funes les venden el puchito de marihuana, eso se sabe».
Hartos de la situación, el grupo de vecinos aseguró que el reclamo no va a cesar hasta que haya una respuesta a la inseguridad. «Ya estamos jugados, si es necesario hacer escraches en los aguantaderos de los delincuentes y hacerles un cacerolazo, lo vamos a hacer», prometió una mujer.
Ayer, hubo algunos síntomas de preocupación por parte de la seccional 18. «Se acercó el comisario (Jorge) Quiróz y nos dijo que mucho no podía hacer», indicó Ojeda. Hoy, a las 20, en Garay y Lima está prevista una asamblea de vecinos. Para ellos, todos las noches «duermen con el enemigo». «¿Vamos a sepultarnos de ladrillos hasta que no podamos salir a la calle?, se preguntaron a coro.