Parece una postal de hace varias décadas, pero es Rosario, en el 2002. Pese a que la venta de leche sin pasteurizar está prohibida desde 1926, la crisis empujó a varios vecinos de Rosario a volver a comprarla suelta, es decir, directo del tambo. En la zona norte de la ciudad, la gente la consigue a un precio que oscila entre los 60 y 80 centavos. Y cada día, el lechero llena las botellas descartables de mujeres, chicos y ancianos «hasta donde alcancen las monedas». El director del Instituto Municipal del Alimento, Marcos Monteverde, desalentó la práctica y remarcó que «lo mejor es tomar leche pasteurizada». No obstante, y atendiendo a la dura realidad económica que golpea al país, aconsejó a quienes opten por consumirla cruda que «la hiervan tres veces antes de ingerirla».
Lo cierto es que en los barrios Parquefield, 7 de Septiembre, Unión, Empalme Graneros, Rucci y Nuevo Alberdi, el lechero volvió a ser una figura tradicional. Todas las mañanas se descargan en más de una decena de lugares, cientos de litros de leche que llegan de tambos de la zona.
Los puestos de ventas están dispersos en el corazón mismo de los barrios. Allí, entre las calles, los carteles que rezan «leche de tambo» o «leche suelta», se multiplican.
De cara a esta realidad, el director del Instituto del Alimento fue tajante: «La leche que debe consumir la población tiene que estar pasteurizada», aseguró. No obstante, a renglón seguido admitió que «en períodos especiales y de crisis como el que se está viviendo, lo estricto se vuelve muy subjetivo». En ese orden, Monteverde remarcó que «la idea es aconsejar a la gente que no consuma leche cruda, pero si igual optan por hacerlo, entonces tienen que tomar prevenciones para no enfermarse».
Entre esas prevenciones, dejó en claro la necesidad de «hervir como mínimo tres veces el producto antes de consumirlo, informarse y conocer el tambo de donde proviene, y llevar botellas limpias, fundamentalmente de vidrio».
Muchos no llegan ni al litro
«En Empalme Graneros, muchas personas ni siquiera tienen las monedas para comprar un litro», aseguró Arnaldo, un hombre que desde hace tres meses vende leche suelta en el barrio. El comerciante recordó que uno de sus clientes «tiene 8 hijos y vive gracias a un plan trabajar. ¿Si no compra leche suelta, cómo hace para alimentarlos?», se preguntó antes de remarcar que a todos sus vecinos les aconseja «hervir 3 veces» el producto antes de consumirlo.
Es que la leche sin pasteurizar puede causar distintas enfermedades, pero las más comunes son brucelosis y tuberculosis (ver infografía). Monteverde explicó que «al hervir la leche, la posibilidad de que los microorganismos causantes de esas enfermedades sobrevivan, se reduce bastante pero no se eliminan. La leche pasteurizada no tiene riesgos, en cambio en la hervida el riesgo nunca es nulo», subrayó.
En barrio Unión, en tanto, los vecinos no sólo compran la leche suelta, sino que hasta tienen la posibilidad de adquirir aceite, manteca, ricota y un montón de productos de manera fraccionada. «La mayoría de la gente sólo tienen un plan trabajar, para ellos es casi imposible ir a un supermercado», admitió Adrián Farías, un administrador de empresas desocupado que optó por montar un local de venta de productos fraccionados en el corazón del barrio. Allí es posible conseguir de todo por centavos.
Como Rosario, en decenas de localidades de todo el país se vende leche suelta. Y en Olavarría, esa práctica está autorizada por la Municipalidad tras detectarse problemas nutricionales en un amplio sector de la población, como una manera de solucionarlos. «Esto es explosivo, no lo van a poder parar porque es algo impuesto por las urgencias de la gente ante la profundidad de la crisis», opinó hace unos días el intendente de esa localidad, Helio Eseverri.
Lo cierto es que para el titular del Senasa, Bernardo Cané, lo ocurrido en Olavarría es «un retroceso; no se puede legalizar la informalidad desde un municipio», aseguró.
En el medio, en tanto, está la gente. En la zona norte de la ciudad, cada vez son más lo que cuentan las monedas para comprar un litro de leche. Parece una postal de hace varias décadas, pero es Rosario, en el 2002.