7 DE NOVIEMBRE – DÍA DEL CANILLITA… Toda ciudad suena, y porque suena se la escucha.
Y cuando uno se pone a escuchar más que a oír aparecen nuevos ruidos, que no son otra cosa que signos representativos del lugar en que vivimos.
El raspar de la escoba en la vereda, las frenadas de autos y colectivos y los bocinazos insolentes.
Ruidos de cada día de todos los días. Quizás por costumbre ya casi ni escuchamos.
Sonidos musicales y de perros ladrando a cualquier cosa; ruidos de chicos saliendo de las escuelas; del camión de la basura.
Ruidos por festejos o por broncas.
Ruidos, sonidos y voces en toda la ciudad de todas las ciudades, sinfonía del paisaje urbano que muestra la época en que se vive.
Y en toda ciudad hay ruidos que ya no están, el del tranvía, el pito de la ronda policial, el carro con caballo.
Ruidos que se fueron para siempre, como el silbato de muchas fábricas, en el comienzo y en el fin de cada jornada.
Ruidos del pregón. Del pregón del CANILLITA.
“¡La Razón…. Crónica… Tribuna…!”
“¡Los gorilas no pasarán…!” o “¡Frondizi está preso…”! o “¡Ganó Illia…”!….
El 11 de enero de 1868, el Dr. Manuel Bilbao fundador del Diario “La República” hace que por primera vez se escuche, en las calles de Buenos Aires, las voces pregonando “¡La República… a un peso!”.
Así aparece en escena el vendedor ambulante de diarios; lo imitan e incluso esta modalidad llega a Francia.
Épocas de miseria, de falta de trabajo, de marginación, y los muchachos, jóvenes y niños, engrosan las filas de pregoneros que corren por las calles, suben y bajan de los tranvías, ganándoles al tiempo y al otro, tratando de impactar con la noticia.
Y como una paradoja del destino, un tal Florencio Sánchez, uruguayo de nacimiento, es convocado por Lisandro de la Torre, para trabajar, en la Ciudad de Rosario, como redactor en su Diario… “La República”.
El ambiente periodístico inspira a Florencio Sánchez y escribe una pieza teatral, una pequeña obra de un acto con tres cuadros.
“El personaje principal es un niño vendedor de diarios. Le faltaba el título, pero lo conmueve uno de los vendedores rosarinos de piernitas muy delgadas. Espontáneamente, le surge la palabra: canillita, y así denomina su obra”.
“Una compañía española dedicada a las zarzuelas, la de Enrique Lloret, accede a ponerla en escena. Se estrena el 1º de octubre de 1902″.
«La obra tiene buena acogida, tanto que se representa doce noches seguidas».
«En 1903, conoce al actor y empresario Jerónimo Podestá, quien le estrena su título: M’hijo el Dotor, que tuvo un gran éxito».
«A raíz de este suceso, se anima proponerle a la compañía, presentar en Buenos Aires su pieza de un solo acto Canillita. En aquel entonces no existían niños actores, pero sí mujeres jóvenes con las condiciones para interpretar a un niño. La elegida fue la luego famosa actriz Blanca Podestá».
«La repercusión de Canillita supera lo esperado. Las críticas son altamente elogiosas. Los diarieros se identifican totalmente con el nombre. Entonces, de común acuerdo con los artistas, se propone una función gratuita para todos los vendedores de periódicos. El acontecimiento sucede en el Teatro Comedia, aquel de la calle Carlos Pellegrini, entre Cangallo y Cuyo (en la actualidad Presidente Perón y Sarmiento) en la Capital Federal. La cita es un domingo a las dos y media de la tarde. La concurrencia excede la capacidad de la sala y festeja ruidosamente los versos sencillos de las partes cantadas e intenta intervenir cuando la policía se lleva preso al canillita».
«Aún no distinguen entre ficción y realidad, como en tiempos pasados ocurriera con las representaciones de Juan Moreira”.
Florencio Sánchez fallece el 7 de noviembre de 1910. Años más tarde ese día es consagrado «El Día del Canillita».
Con sencillez poética, en el “Canillita”, Sánchez traza las características del personaje cuando en el primer cuadro hace su aparición en escena y se pone a cantar las siguientes cuartetas:
Soy canillita
gran personaje
con poca guita
y muy mal traje.
Algo travieso
desfachatado
chusco y travieso
gran descarado.
Soy embustero
soy vivaracho
y aunque cuentero
no mal muchacho…
Muy mal considerado
por mucha gente
soy bueno,
soy honrado
no soy pillete
y para un diario
soy un elemento
muy necesario.
Y en el segundo cuadro resulta interesante las cuartetas que dicen:
Vendemos los diarios
en esta ciudad
por calles y plazas
boliches y bares…
La Nación, La Prensa
Patria y Standard
se venden lo mismo
que si fueran pan.
Llevamos nosotros
la curiosidad
por diez centavos
que el público da.
“El cine no estuvo ajeno al tema. El 26 de junio de 1936 se estrenó el film Canillita, con los actores Gregorio Cicarelli, Benita Puértolas (madre del recordado conductor de televisión Héctor Coire), Lopecito y los cantantes Amanda Ledesma y el Príncipe Azul. La orquesta de Pedro Maffia interpreta el tango homónimo compuesto por Julio César Sanders y Daniel López Barreto, con letra de César Felipe Vedani».
«El día 8 de junio de 1938 se produce el estreno del film El canillita y la dama, con Luis Sandrini y Rosita Moreno, dirigida por Luis César Amadori”.
Así mismos el tango generó muchas obras sobre el tema, como por ejemplo el de Julio César Sanders, con música de Daniel López Barreto y César Vedani:
Alerta en la esquina, corriendo tranvías,
atento al llamado de algún comprador,
se pasa las horas, se pasa los días
ni el frío ni el sueño apagan su voz…
Voceando los diarios por las avenidas,
corriendo en la noche se gana su pan,
el único juego que tiene en la vida
es gambetear autos que vienen y van.
Va con los diarios bajo su brazo
buscando siempre un comprador,
cruzando calles no da ni un paso
sin que se escuche su clara voz.
Pájaro suelto hace su nido
todas las noches en un umbral,
cuando el cansancio ya lo ha vencido
cesa su canto de pregonar.
A veces le apena ver otros pebetes
que tienen sus madres y tienen hogar,
como ellos el tuvo sus días felices
en que eran los juegos su único afán…
Hoy todo ha cambiado, no tiene a su madre
se fue de su lado una noche fatal,
y desde esa noche su amiga es la calle
ya que ella lo ayuda a ganarse el pan.
O aquella Milonga “Dolor de canillita” con letra de Vicente Puccino y música deOscar Napolitano
Temblando bajo el rigor
de la fría madrugada,
mientras se desataba
la tormenta con furor
sintiendo el crudo dolor
de aquella pena infinita
un pequeño canillita
voceando su mercancía,
¡ganar un peso quería
para su enferma abuelita!
Para su enorme horfandad
tan solo dejole el cielo
como único consuelo
aquel amor de verdad;
su padre por la ebriedad,
en una cárcel se hundió,
su madrecita rodó
por el lujo y por la orgía
¡tan solo su abuela pía
en el mundo le quedó!
Al salir esa mañana
del miserable aposento,
sola, enferma y sin sustento
dejó a la querida anciana
por eso el niño se ufana
en terminar su labor,
pues quiere con el amor
que toda su alma ilumina
¡comprar esa medicina
que le ordenara el doctor!
Y cuando al fin terminó
juntó sus pocas monedas
y en sus pestañas de seda
una lágrima brilló.
Aquel remedio compró
y entonces con gran afán
aquel pequeño titán
regresó a su alojamiento
¡llevando el medicamento
y un blanco trozo de pan!
¡Abuelita de mi vida!
—gritó el pequeño diariero—
tome el remedio… ¡Ligero!
así se cura en seguida…
Pero mire… está dormida…
¡Abuela! ¡Abuela, despierte!
Vengo a darle un beso fuerte.
¡Y al besarla comprendió
que Dios ya se la llevó
en los brazos de la muerte!
Sonidos y ruidos en las calles de la ciudad que fueron y son testigos del paso del tiempo; que fueron y son el testimonio de anécdotas, de vivencias, de opiniones, de celebraciones.
Calles que vieron pasar la vida y la muerte; despiertas de día, pero que de noche tampoco duermen.
Calles de la ciudad que son cómplices de amores y de desencuentros.
Calles que conocieron a la madrugada las buenas y las malas noticias cuando las pregona el canillita. Calles que tienen nombre y apellido pero nunca el de un “canilla”. No figuran en la larga nomina de la nomenclatura.
Y cuando hoy el kiosco enmarcado en vidrio reemplaza al vocero, vienen a la mente como un recuerdo aquél poema de Alfredo Carlino en homenaje al Mono Gatica, que de chico vendiera diarios en la calle, cuando le dice: “Lo que no te perdonan son tus sucios pies de canillita”.
Osvaldo Vergara Bertiche