Las disyuntivas actuales de la izquierda, los primeros cien días del gobierno, los desafíos políticos del futuro inmediato, y por cierto el fútbol, fueron los temas sobre los que conversamos con el ex candidato presidencial de la izquierda.
Publicado por ElDesconcierto.cl
El documento de los 12 puntos instala de alguna manera el tema de la izquierda en el momento actual. Hay una pregunta que siempre atenaza a la izquierda: ¿qué es ser de izquierda? Modifiquémosla para hacerla más concreta: ¿cuál sería para ti una práctica de izquierda en el momento concreto en que estamos?
Hoy están vigentes distintos modos de ser de izquierda. Creo que sería un error disputar, por ejemplo, si el Partido Comunista, porque está en la Nueva Mayoría, es o no de izquierda. Para mi obviamente es de izquierda porque hay una historia, una memoria, hay un modo de hacer política, y porque en el gobierno actual de Bachelet no sólo los comunistas deben ser considerados de izquierda. Más allá de eso, en este gobierno hay izquierda, de eso no hay ninguna duda.
¿Más allá del Partido Comunista?
Más allá del Partido Comunista. Incluyo allí a amplios contingentes socialistas de base, a gente que está en el PPD y algunos radicales o demócratacristianos. Pero por otro lado, hay una izquierda fuera de la Nueva Mayoría que llega hasta los sectores más críticos, que también son de izquierda, y que no tiene ningún sentido ponerles apellidos ni estigmatizarlos. Son izquierda.
Ahora, ¿qué es lo que tienen en común? Los 12 puntos son el intento por poner un estandarte que pueda ser acogido, desde sus respectivas posiciones, por los distintos segmentos de la izquierda.
Para eso se fija una frontera, un límite, que es lo que en lenguaje más clásico podríamos llamar programa mínimo. Programa máximo simplemente no existe, estos son gobiernos sin horizonte.
Entonces la izquierda es muy variada hoy, va desde sectores de la Nueva Mayoría hasta otros más radicales y creo que puede encontrarse en una plataforma común. Desde el balcón donde cada uno tiene emplazado sus cañones, converger en impulsar lo que es programa histórico de la izquierda.
Ahora, ¿habría que hacer distinciones entre los que están en una u otra alianza?
Creo que la convergencia se realiza a un cierto nivel que por cierto no anula aquello que el presidente Mao llamaba “las contradicciones en el seno del pueblo”. Por el contrario, esas contradicciones están vivas, van a seguir y es un debate que hay que hacer; pero debemos ser capaces de movernos en las dos dimensiones.
De cara a lo que fue tu experiencia en la construcción del MAIZ y respecto de la iniciativa de los 12 puntos, ¿responde esta a aquella idea de construir una nueva fuerza política?, ¿cómo ves tu esa necesidad en el momento actual?
No, no está directamente relacionado con esa idea en el sentido de que ninguno de los que firman este documento ha planteado que sea el germen de reconstitución de una orgánica. Los 12 puntos no tienen esa intención. Hay varios firmantes que pertenecen a organizaciones existentes, como es el caso del Partido Humanista, el partido PAIZ, como es el caso de la Izquierda Cristiana que entiendo está reconstituyéndose. Entonces los 12 puntos no son eso.
Pero, sin duda que puede contribuir en la medida en que su lento proceso de difusión tome cuerpo, y diversas iniciativas vayan en la dirección que dices.
Ahora, en estas cuestiones yo soy hijo de mis fracasos, por tanto soy muy cuidadoso. No tengo en mis planes personales emprender nuevamente un proyecto como el MAIZ, fundamentalmente porque creo que hay otra gente que tiene que inventar lo suyo.
Yo traté de inventar, inventar en el sentido de la sofisticación con que llegamos a discutir sobre cómo convivir distintas pequeñas sensibilidades al interior de una fuerza. Atravesamos y rompimos todas las viejas reglas de lo que es un partido político y cómo funciona. Creo que hay que inventar una orgánica que incorpore los grados de horizontalidad que hoy exige la ciudadanía activa, junto a la necesidad de articulación. Pero está por construirse. ¿Cuándo? No sé. Te repito que yo vengo de mis fracasos y estoy todavía un tanto machucado por esos fracasos. Por lo demás, no se si este es el momento en que se pueda hacer. Es auspicioso que haya diversos sectores de la izquierda dispuestos a ocupar todos los espacios, a no dejar de lado ninguno. Gente que ha inscrito partidos, que han presentado candidaturas. Creo que ese es un espacio enteramente necesario, con la prevención que no termine siendo el principal, que absorba a los demás, porque esa no es la historia que hemos estado viviendo.
Ese creo que es el gran tema de la izquierda. Salirse de la discusión Estado o mercado e ir a la discusión mercado o democracia.
Hoy lo que impulsa las perspectivas de izquierda es la fuerza que viene desde los movimientos sociales, no desde los partidos. Por lo tanto, no podemos permitir que el afán de organizarse impida que las energías de la ciudadanía se sigan manifestando.
Vamos a algo más amplio. Decías que estamos gobernados por administraciones que no tienen programa máximo. Eso podemos cruzarlo con otra cuestión: uno puede apreciar que en la lucha contra el neoliberalismo la izquierda pareciera perder densidad utópica y en alguna medida se centra en la reestatización de todo. Aun cuando eso es bastante más deseable que lo que tenemos hoy, ¿cómo volver al horizonte de la transformación social y salir del programa mínimo?
Vivimos entrampados en una opción que viene de la economía, que es mercado o Estado. Si tu quieres asignar recursos, desde el punto de vista de recursos escasos que tienen fines alternativos diversos, tienes que elegir: ¿vas a usar los recursos del Estado o los recursos del mercado?
Yo creo que esa dicotomía no nos sirve hoy. Tenemos mirar el mundo desde la perspectiva de los grandes portales político-culturales que existen en el mundo, donde la dicotomía no es mercado o Estado, sino mercado o democracia.
El mercado y la democracia son instituciones que tienen difusión prácticamente universal hoy, y trasmiten efluvios culturales. Hay una cultura mercantil, hay una cultura democrática. Nuestra sociedad es una en la que el sistema operativo, para hablar en términos computacionales, es el mercado.
El objetivo del largo plazo, creo yo, es desinstalar el mercado e instalar otro sistema operativo, que es la democracia. La diferencia es que el mercado trabaja sobre la base de computar y monetizar todas las diferencias, y si no lo hace fracasa. La gracia que debe tener el mercado es cómo hacer los jeans para una tienda de Harlem o una tienda del Upper East Side en Nueva York, que son distintos, porque en una compran afroamericanos y en otra compran anglosaxons. El mercado monetiza esas diferencias y desde luego, el que tiene uno vale uno, y el que tiene mil, vale mil.
La democracia tiene la gracia de su fantasía. Es una fantasmagoría. Hace un supuesto que es literario, que es que tomos somos iguales, pero es mentira, ninguno es igual a otro, sin embargo en el momento climático de la democracia todos valemos lo mismo. Ese es el sistema operativo que hay que establecer en la sociedad, lo que no significa suprimir diferencias, sino hacerlas justas, desde el punto de vista de la cultura dominante. Ese creo que es el gran tema de la izquierda. Salirse de la discusión Estado o mercado e ir a la discusión mercado o democracia.
Sin embargo, hay una izquierda afincada en la centralidad de la igualdad, que desconfía de la discusión que propones en la medida en que no está resuelto cómo la democracia resuelve la desigualdad. Una izquierda de esta época debe hacerse cargo del sentido social de la democracia.
Es un tema muy importante. En eso digo lo mismo que decía hace un cuarto de siglo.
Una vez escribí que el socialismo es el sistema de las justas diferencias. Ahora, ¿qué son las justas diferencias? Eso es lo que una sociedad debe debatir, por que la justicia de las diferencias es un tema cultural, histórico. No hay respuestas absolutas para ello.
Ahora, por supuesto que cuando hablan de subsidiariedad del Estado, ¡uno se pone estatista! Realmente queremos un Estado que sea mucho más activo, pero, ¿qué significa un Estado que sea mucho más activo?
Bueno, yo provengo de una matriz ideológica que desconfió siempre del Estado. Siempre me identifiqué con la matriz socialista más próxima a lo que representaba Eugenio González, que era un libertario. Y sigo teniendo esa sospecha. Creo que uno tiene que aspirar a que el Estado en su funcionamiento sea profundamente democrático, y eso significa un sistema de participación. En una nueva Constitución tiene que haber un sistema de participación, que no consiste en sumar dos o tres instituciones como el mandato revocable o la iniciativa popular de ley, que están bien, pero el sistema de participación es una cosa mucho más amplia.
Y ahí el tema de la disponibilidad de recursos es muy importante, porque la participación tiene que servir además para cortar el pan y el queso.
Hasta ahí tenemos un cierto cuerpo de ideas sobre la izquierda y sus perspectivas ideológicas, pero también políticas.
Si, déjame agregar que vi con gran optimismo que en el Federación de Estudiantes de Universidad Católica de Valparaíso, había en una sola lista la UNE, el FEL, y la Izquierda Autónoma. Creo que son pasos muy importantes.
Los tres primeros meses
¿Cuál es tu visión sobre los primeros tres meses de gobierno?
Uno tiene que tener patrones de comparación, porque esto es siempre relativo. Entonces, digamos, Bachelet 2 es mucho mejor que Bachelet 1. Aunque la vara no estaba muy alta, debo decir. Segundo, creo que son los mejores cien días de cualquier gobierno que haya habido en Chile después de la dictadura.
Digo esto porque partiendo de la triada que propuso Bachelet: reforma tributaria, reforma educacional, reforma a la Constitución, nos hemos encontrado con que efectivamente ella va más allá, y abre en la sociedad otros debates, que es lo que algunos llaman frenesí. Por el contrario, alcanzo a divisar una idea que me parece muy valiosa, y es que si las reformas no alcanzan un determinado nivel de profundidad y de extensión, no operan. Para que reformas importantes operen hay que atacar varios frentes juntos. Básicamente, en el caso de la desigualdad, recuerdo que hace unos diez años hicimos un documentos que se llama “Enfrentar las desigualdades”, donde sosteníamos que la única forma de enfrentar las desigualdades era con una intervención sistemática, masiva y en distintos frentes.
Bachelet 2 es mucho mejor que Bachelet 1. Aunque la vara no estaba muy alta, debo decir. Segundo, creo que son los mejores cien días de cualquier gobierno que haya habido en Chile después de la dictadura
Bachelet introduce el tema del aborto, que tiene que ver con el género, con la salud, con la libertad personal; introduce el tema del agua. Cinco de sus ministros votan en contra de Hidroaysén. No sabemos qué va a pasar después, pero estoy señalando hechos, la directora de Fonasa, la doctora Jeanette Vega, en un planteamiento muy importante, sostiene que el 7% de salud de todos los chilenos debe ir a un fondo público, y que eso no va a afectar los servicios que obtienen los usuarios de las clínicas privadas porque las Isapres gastan un porcentaje muy alto en publicidad y obtienen ganancias muy altas. Es un planteamiento que hay que seguir.
El gobierno ha planteado la AFP estatal, yo no soy partidario de la AFP estatal, no creo que sea la solución y me alegro de la CUT haya planteado lo mismo, pero con eso ha abierto el tema del sistema de seguridad social. En la minería todavía no se atreve a tocar el cobre, que en el programa está una vez y creo que para decir que es un metal rojo. En el mensaje del 21 de mayo no está.
Tenemos un intendente en la Araucanía que está intentando hacer un viraje en la política frente a los pueblos originarios. Entonces si uno suma, y ese es el fundamento de mis dos afirmaciones: mucho mejor Bachelet 2 que Bachelet 1; los mejores primeros cien días de cualquier gobierno después de 1989.
Ahora, ¿qué significa eso para adelante? Tenemos que verlo. ¿Qué va a pasar post rechazo a Hidroaysén? No lo sabemos. Hay sospechas, y contribuye grandemente a ellas el paso que dio el ministro de energía de fichar –no digo contratar, porque ya se ha ocupado de negarlo– a Pablo Longueira, que hoy día es un consultor lobista de la derecha en los 11 proyectos pendientes de minería. ¿Qué quiere decir eso, cuando se trata de un hombre que tuvo una participación destacada en la Ley de Pesca que entregó a siete familias el mar chileno?
Uno mira los proyectos de educación y se da cuenta que pueden transformarse simplemente en la modificación de la forma de financiar un sistema que está mercantilizado. Mientras el Ministerio de Educación no apunte al fortalecimiento de la educación pública, estos tres proyectos, que son de buena inspiración, no adquieren significado.
Eso quiere decir aportes directos y aumento de matrículas en las universidades públicas. Si hay un tercio de los estudiantes, que son de las privadas, que están situación complicada, ¿cómo van a reaccionar las universidades públicas? ¿Pueden las universidades públicas crear 200 mil espacios para estos estudiantes?
Entonces la reforma educacional tiene todavía un signo de interrogación. Desde ya es una reforma en la que los propios estudiantes dicen que echan de menos el haber participado en la elaboración. El gobierno no ha generado todavía los canales para que los movimientos ciudadanos efectivamente puedan participar más allá de estar después invitados a las comisiones en el Congreso, donde la palabra de orden es “todo el poder para los parlamentarios”.
Aparte de eso, tampoco ha logrado establecer mecanismos permanentes de articulación con los movimientos sociales. Tengo la impresión que el gobierno está dubitativo sobre hasta dónde debe llegar su grado de involucramiento con los movimientos sociales, y eso es bien decisivo. Yo creo que el único modo de arrinconar a la derecha y al gran poder económico, ocurre cuando los botones del poder político que tiene el gobierno se ejercen coordinadamente con los botones del poder social que tiene la ciudadanía. Y no hay un signo claro que el gobierno asuma eso.
Agrego otro elemento. ¿Por qué no lo ha hecho? Creo que es porque la reacción de la derecha está siendo muy fuerte. Y entiendo que el gobierno tiene que evaluar. Pero siempre dije que tenemos que llevar la política a los bordes, porque nos acostumbramos a pisar tierra firme. Hay que asomarse a los abismos, y ahí hacer política. El gobierno se ha aproximado, pero el miedo al vacío lo lleva a devolverse.
¿Tu ves hoy una derecha más armada, más fuerte que aquella que fue derrotada en las elecciones y que parecía que estaba en una bancarrota total?
Yo creo que aquel fue el primer round y se fue muy contuso al rincón el boxeador, después la derecha se recuperó en el segundo round, pero luego su contrincante comenzó a presentarle una variedad de golpes. Se metió el aborto, se metió el agua, golpes que eran inesperados, y nuevamente tiene que recomponerse. Creo que lo que estamos presenciando ahora es un proceso de recomposición que me recuerda el tiempo de la Unidad Popular, cuando lo que hizo la derecha fue organizar actores sociales. Los principales no fueron los partidos de derecha, fueron actores sociales. Eso fue el paro de octubre, eso fue el frente que se armó contra la ENU, eso fue la huelga de El Teniente, que fueron grandes momentos en que golpearon al gobierno de Allende. No es la UDI y RN, que están a medio morir saltando, son los actores sociales de derecha.
Sobre eso podríamos que decir que la actitud que ha tenido Walker (DC) aviva el fuego.
Coincidiendo con Walker en que la lealtad no implica renunciar al derecho a la crítica, y que me parece legítimo que él tenga una crítica dentro del gobierno, hay que decir que la expresado muy mal.
Otra similitud es que la derecha sabe donde golpear y ha comenzado a trabajar fuertemente hacia la Democracia Cristiana. En aquel tiempo, las claves eran la movilización social de la derecha y esta que te señalo.
Dos años, nada más
Se dice que desde el primer año de gobierno se empiezan a dirimir los posibles candidatos presidenciales. Hay un mundo de alianzas, cruces, escenarios posibles.
Creo que en un gobierno de cuatro años las elecciones presidenciales están a la vista el primer día. Marco Enríquez-Ominami es quien lo ha hecho más evidente. Es el único candidato que está corriendo formalmente, aunque sabemos que hay otros nombres posibles. Velasco y algunos nombres de la Nueva Mayoría. Yo por mi parte tengo candidatos. No los voy a nombrar ahora, pero tengo varios candidatos de alrededor de cuarenta o cincuenta años.
No tener presencia en una elección, guardarse ideas, es estar renunciando a un proceso de generación de fuerzas
Mi postura sigue siendo la que tuve el 2013. Pasa como con los 12 puntos. Las banderas hay que hacerlas flamear.
Las elecciones no son solo para ganarlas. Es mejor si se ganan, claro, pero son grandes momentos de debate político, son grandes momentos de agitación política, de educación política, de modificación de las agendas. Hay que volver a Marx, que tenía una gran confianza en la fuerza de las ideas.
No tener presencia en una elección, guardarse ideas, es estar renunciando a un proceso de generación de fuerzas. Yo creo que la izquierda tiene que estar presente en la próxima elección presidencial.
Eso indica una pregunta por las temporalidades que tienen los procesos de convergencia que le permiten a la izquierda llegar en buen pie al momento electoral.
Hay dos años por delante. Nada más.
Yo aspiraría a que tuviéramos los mecanismos legales para poder actuar. Que la izquierda hiciera una primaria, que fue lo que no hizo en la última elección. Las primarias son financiadas por Estado, son nacionales. Y que participen todos los que deseen, con el compromiso que todos vamos a apoyar al que gane.
Pero antes que todo vienen las elecciones municipales, y pienso que allí la izquierda debería intentar una lista común.
En relación a eso, en una reciente entrevista Marco Enríquez-Ominami ha hablado de construir una nueva coalición, una tercera fuerza, y pone al PRO a disposición de ello. Eso implica una cierta interrogación por los límites. ¿Crees que se trata de mundos distantes o podrían eventualmente converger? ¿Es deseable? ¿Qué tendría que ocurrir para ello?
Es difícil hacer una coalición con cascarones y fragmentos. Sabemos que hay partidos que son sólo caparazones y que fueron constituidos en función de un paladín. Sin el deseo y el talento de Marco ¿qué sería el PRO? Se trata entonces de la propuesta de una coalición con un adalid en el que hay que tener fe. Difícil. La contraparte serían, además del Partido Humanista, fragmentos, grupos, personas, todos seguramente muy respetables, pero con un peso limitado por sus propios encierros, que no consiguen agregarse y multiplicar su fuerza.
Es posible y seguramente necesario buscar entendimientos con fuerzas más centristas o más jabonosas, como los grupos que se autodenominan progresistas, pero eso no invalida la necesidad de agrupar y organizar una fuerza que se defina de izquierda.
Si queremos una opción de izquierda en los próximos años, la posibilidad no es una coalición que se defina con el ambiguo nombre de “tercera fuerza”, sin protagonistas colectivos, con un solo liderazgo en el escenario y permiso para deambular de aquí para allá por la Nueva Mayoría. Me parece que la única posibilidad seria y factible es que se formule ahora, en 2014, un compromiso explícito para participar en una primaria de izquierda, municipal, parlamentaria y presidencial sustentada en una base programática compartida. Más, naturalmente, la solemne promesa de apoyar a quienes resulten vencedores.
Un sesenta por ciento de los ciudadanos no vota y los actores del último decenio no hemos podido superar su indiferencia o repudio. Hay que emprender algo distinto, abierto a esa parte de la sociedad que, en diversos planos, es a veces más activa que muchos de los que votan.
Una cuestión que es importante, más allá de los pactos electorales y los acuerdos específicos que se puedan alcanzar, tiene que ver con la relación entre el ideario de la izquierda y el tipo de pensamiento que se ha ido estructurando en torno a lo que llaman el progresismo.¿Cuál es tu apreciación en esta materia?
Siempre me ha parecido sospechosa la idea de evadir el concepto de izquierda. La izquierda representa una historia, una memoria, una forma de mirar la sociedad, con muchas luces y también momentos oscuros. Pero esa es la herencia, una herencia no inmutable, que no es un dogma, sino una base teórica y de principios. Adoptar como modelo la izquierda del pasado sería hoy un grave error. Renunciar a la izquierda sería lanzar la brújula por la borda.
Por eso, tal como en su momento el PPD, que eludió la definición de izquierda, me pareció un subterfugio para evitar un trabajoso pero necesario renacimiento de un gran Partido Socialista, he sido renuente al concepto de “progresismo”, con el que se han identificado o al que se han aproximado en estos años políticos como Clinton, Lula o Cardoso. En Argentina, por ejemplo, la marca progresista pertenece a Mauricio Macri y su propio PRO.
Es posible y seguramente necesario buscar entendimientos con fuerzas más centristas o más jabonosas, como los grupos que se autodenominan progresistas, pero eso no invalida la necesidad de agrupar y organizar una fuerza que se defina de izquierda.
Pan y circo
Para terminar y dejar que vayas a ver el partido de hoy. Me dijiste que estabas muy futbolizado. ¿De qué club eres?
¡Soy chuncho! Pero tengo un vacío en mi futbolización: 14 años de exilio. Sé mucho de fútbol, ¡pero hay 14 años de los que no se nada!
¿Pero fuiste hincha de algún club en otros países?
Al país al que llegaba, escogía uno. En Roma fui hincha de la Lascio, equivocadamente; en Berlín fui hincha del Berlín de la RDA; en Holanda fui hincha del Feyenoord.
¿Cuáles son tus expectativas en este mundial? ¿Cuál es tu comentario experto?
Pienso que estamos muy al filo. Aparte de evitarme la farándula, porque leo más bien sobre la vida de los jugadores, el fútbol es el lugar donde yo deposito todas mis taras nacionalistas. Eso me permite no ser nacionalista en ningún otro plano.
Está la idea de que ver fútbol es el reverso de tener conciencia social. Es algo que circula.
Anoche vi un hincha brasilero que decía “yo estoy con la verdeamarelha, pero este mundial esta muy mal organizado, y estoy contra el mundial, no estoy contra Brasil”.
Es muy interesante lo que ha ocurrido, porque si bien los sectores que en Brasil manifiestan su oposición al mundial son minoritarios, y eso es claro, el hecho que existan y se manifiesten es para mi muy sorprendente. El fútbol es la gran adicción universal, y que se produzca algo como esto en un país como Brasil, que se le ve en cierto modo frívolo, un país de la samba, el carnaval y el fútbol, es muy interesante. Quiere decir que el viejo pan y circo, por una vez, se han separado.