La sonda estadounidense se convirtió el jueves en el primer objeto fabricado por el hombre en llegar al espacio intersideral. Dejó muchos interrogantes y una certeza: el hombre derriba límites impensables
La sonda estadounidense se convirtió el jueves en el primer objeto fabricado por el hombre en llegar al espacio intersideral. Dejó muchos interrogantes y una certeza: el hombre derriba límites impensables.
La sonda estadounidense Voyager 1 se convirtió el jueves en el primer objeto fabricado por el hombre en alcanzar el espacio intersideral (salió sel sistema solar) dejando tras de sí un aluvión de interrogantes para los no doctos en la materia, como cuál será su entorno o qué podremos aprender de ella. Pero algo es seguro, al menos para la científica planetaria Carolyn Porco, la humanidad ha llegado a las puertas de la eternidad. Está a 19 mil millones de kilómetros de la Tierra, y se aleja a 55 mil kilómetros por hora.
Según los expertos, entre ellos la astrofísica Rosine Lallement, del Observatorio de París, se sabe que la sonda (alimentada por pila de energía atómica) alcanzó el espacio interestelar porque la densidad del medio en el que se desplaza es bastante más elevado que el de la burbuja en la que evolucionan la Tierra y los otros planetas del sistema solar.
Los astrofísicos han podido hacer evaluaciones de manera indirecta, a partir de mediciones de onda transmitidas por la sonda, dado que la frecuencia está directamente vinculada a la densidad.
El espacio interestelar, cabe señalar, está hecho de gas, el plasma galáctico. No puede visualizarse.
Todo lo que se conoce hoy reposa sobre dos modelos. Por primera vez una sonda va a poder explorar ese entorno. Los astrofísicos van a poder comparar todo lo que ha sido deducido indirectamente con observaciones directas del gas galáctico.
Y si todos los instrumentos no funcionan más sobre Voyager 1, su gemela, la Voyager 2, totalmente operacional, deberá penetrar este medio inexplorado dentro de tres años, oportunidad en que comenzará a enviar informaciones "particularmente interesantes para la física", explicó la experta.
"Lo que se está aprendiendo tiene implicaciones directas principalmente respecto la interpretación de las supernova", estrellas que están culminando sus vidas. "Y el análisis de las supernova permite por ejemplo comprender si el universo está en expansión", observó.
También es importante el aspecto de exploración de lo desconocido. "Siempre es interesante ir a ver un poco qué pasa afuera", señaló la astrofísica.
Los datos recogidos por los diferentes instrumentos son transmitidos en tiempo real por radio, a un ritmo que parece ridículo para los enlaces internet actuales: 160 bits por segundo comparados con 5 a 8 millones de bits en promedio para una línea de banda ancha actual.
Esa señal radio es emitida con una potencia de unos 20 vatios, apenas una lámpara de bajo consumo. Pero después de haber viajado durante 19.000 millones de kilómetros, la potencia recibida en la Tierra es infinitesimal, y es necesario utilizar las antenas de 70 metros de diámetro de la red Deep Space para escucharlas, señalan expertos.
Los responsables de la misión estiman que algunos instrumentos podrán continuar funcionando al menos hasta en 2020. Pero desde 2014, el instrumento ultravioleta a bordo de Voyager 1 será apagado por una orden enviada desde la Tierra, para preservar la energía para los otros aparatos. Luego, hacia 2020, los ingenieros apagarán uno por uno esos instrumentos para mantener la sonda en vida, hasta que el único detector sea suspendido, hacia 2025.
"Incluso si es probable que ningún dato científico sea recogido después de 2025, es posible que sigan llegándonos informaciones técnicas, incluso varios años después", precisa Ed Stone, el responsable científico del proyecto Voyager con sede en el Instituto Tecnológico de California, en Pasadena.
El programa de exploración Voyager tenía como objetivo el estudio de los planetas del sistema solar. Voyager 1 y 2 han sobrevolado desde entonces Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, así como 48 de sus lunas.
Los datos recogidos por los nueve instrumentos a bordo de cada una de las sondas la convierten en la misión de exploración del sistema solar más fructífera de la historia espacial.
La científica planetaria Carolyn Porco formó parte del equipo de imaginología del Voyager 1. "Ahora que celebramos nuestro nuevo estatus oficial como exploradores interestelares, siento como si ese pequeño e intrépido vehículo que comienza su viaje interminable a través de la galaxia y entre las estrellas lleva un poco de mí y de los demás consigo", dijo a un reportero de la BBC de Londres.
"Y precisamente por ello, nosotros, los habitantes de la Tierra, finalmente hemos llegado a la puerta de la eternidad", concluyó.