Por David Meléndez Tormen. Pressenza.com
«Mi fe me ha ayudado con mi ser queer y mi ser queer me ayuda a hacer que mi fe sea inclusiva»
por Tashi Choedup
Desde mi niñez, fue mi fe la que me mantuvo con los pies en la tierra y la que me fue dando un sentido de pertenencia a mi ser y al resto del mundo.
Nací en una familia hindú en octubre de 1990, y crecí diciendo que me convertiría en parte de una comunidad monástica. Por supuesto, mi ingenua idea de ser monástico por aquel entonces era no llevar una vida hogareña, vivir cerca de la naturaleza, rezar y meditar. Ni siquiera pensaba en pertenecer a una orden religiosa concreta. Mi primer punto de acceso a la fe fue la religión en la que nací. Incluso antes de empezar a narrar mi sexualidad y mi identidad de género, la primera cosa queer con la que empecé a experimentar y a navegar fue mi fe. Sabía que fue la religión la que me dio el primer punto de apoyo para mi fe, pero sentía de forma innata que la religión no era la fuente de mi fe. El espacio religioso del que formaba parte facilitaba mi práctica y mi estudio. Pero creo que la forma en que hice esa práctica y estudio fue mi primera expresión/compromiso queer significativo. Toda la homosexualidad de la que me regocijo y celebro fue moldeada y fortalecida por mi fe y su camino.
Además de practicar el hinduismo con pasión, también me involucré en otras tradiciones religiosas que me fueron presentadas por maestros muy amables. Las enseñanzas de Cristo y Buda fueron muy significativas. Mi constante estudio del budismo me ayudó a darme cuenta de dos cosas:
- Lo que intentaba leer predominantemente en el hinduismo y otras religiones es exactamente lo que encontré en el budismo.
- Durante mucho tiempo, deseé profundamente sentirme en casa, y mi compromiso con la filosofía budista me ayudó a comprender que si no estoy en casa conmigo mismo, ¡no estoy en casa en ningún sitio con nadie!
Esto me acercó mucho a mi aspiración infantil de internarme en un monasterio y me ayudó a darme cuenta de que eso forma parte de la tradición budista. Gracias a la amabilidad y generosidad de mis profesores, esa aspiración se hizo realidad.
Mis amigos feministas y queer, al enterarse de mi ordenación en el monacato, se alegraron de mi felicidad, pero también tenían preguntas y preocupaciones, porque en su mundo es bastante inusual que alguien como yo, una persona queer con políticas liberales progresistas, haga votos y forme parte de una orden religiosa para el resto de su vida.
Una de las preguntas más comunes es: ¿Qué significa entrar en el monacato para mi género, mi ser queer y mi sexualidad?
En el budismo se dice que hay dos tipos de creyentes: personas cuya creencia depende únicamente de la fe y personas cuya creencia se basa en la fe derivada de la indagación y la verificación racionales y lógicas. Y esta última se considera superior a la primera. Así, aplicando la mente racional, soy un homosexual célibe. Mi voto de celibato se basa en mi deseo sexual: si no hubiera deseo sexual/romántico, obviamente no podría hacer ese voto de abstención.
Una parte de esta pregunta se refiere también a la necesidad de abstenerse del deseo sexual y hacerse célibe para tener una práctica más profunda de la propia fe. Creo que no es el único camino. Como somos individuos diversos y únicos, no parece razonable que las prácticas de fe de cualquier religión se confirmen según un único estándar. En el pasado y en la actualidad, la práctica budista fue defendida y enseñada por diferentes tipos de personas, tanto laicas como ordenadas. El propio Buda definió la sangha budista como cuádruple: monjes y monjas, laicos y laicas. Las escrituras mencionan a individuos que alcanzaron la iluminación plena siendo laicos. Por ejemplo, se dice que Khema, discípula de Buda y esposa del rey Bimbisara, alcanzó la iluminación incluso antes de abandonar la vida laica. En mi caso, siempre me atrajo la vida monástica. Aparte de mi fe, mi trabajo por los derechos humanos y algunas amistades que aprecio, no había mucho en mi vida laica con lo que tuviera un sentido de compromiso o pertenencia. Por supuesto, los votos y el compromiso que adquirí no están exentos de lucha ni son fáciles de cumplir, pero mi conciencia de que la vida está arraigada en los votos monásticos me proporciona las condiciones propicias para practicar mi fe de la mejor manera posible. Esto me ayuda a reconocer y mantener la lucha de comprometerme con mis deseos y la abstinencia. Los votos de noviciado que mantengo son los mismos para monjes y monjas, y para afirmar mi identidad de género no binaria utilizo la expresión «ser parte del monacato» para referirme a mí. Y «ellos/ellas» como pronombres.
Y la segunda pregunta popular es: ¿Qué dice el budismo sobre el ser queer?
En junio de 1997 tuvo lugar en San Francisco una reunión entre Su Santidad el 14º Dalai Lama y un grupo de lesbianas y gays budistas. Querían pedir aclaraciones al Dalai Lama sobre sus comentarios acerca de los homosexuales. Tras escuchar las historias personales de los miembros del grupo, sobre cómo fueron objeto de discriminación por su sexualidad, el Dalai Lama dijo:
«Es un error que la sociedad rechace a alguien por su orientación sexual. Su movimiento para conseguir plenos derechos humanos es razonable y lógico. No hay nada malo en que las personas participen en actos sexuales de mutuo acuerdo… es inaceptable que se mire en menos a los homosexuales».
En esa misma reunión, el Dalai Lama citó el texto de un maestro tibetano del siglo XIV, el Lama Tsongkhapa. En su texto Lam rim chen mo (Tratado sobre las etapas del camino), Tsongkhapa afirma que el sexo entre hombres es inapropiado. Tras citarlo, el Dalai Lama habló de la posibilidad de considerar tales prohibiciones en el contexto de su época, cultura y sociedad. También dijo que:
“Si la homosexualidad forma parte de las normas aceptadas hoy en día, es posible que sea aceptable”.
Según el Dalai Lama, ninguna persona por sí sola puede cambiar estos preceptos y debe venir a través de los debates de la sangha (comunidades religiosas) de diversas tradiciones budistas.
En su libro de 2013 titulado El corazón es noble: Cómo cambiar el mundo desde dentro hacia fuera, Su Santidad el 17º Gyalwang Karmapa dedica un capítulo al género en el que escribe:
“Las identidades de género impregnan tanto nuestra experiencia que es fácil olvidar que no son más que ideas, ideas creadas para categorizar a los seres humanos. Sin embargo, las categorías de masculino y femenino se tratan a menudo como si fueran verdades eternas. Pero no lo son. No tienen una realidad objetiva. Dado que el género es un concepto, es un producto de nuestra mente y no tiene una existencia absoluta separada de la mente que lo concibe. Las categorías de género no son inherentemente reales en sí mismas.”
Cuanto más veo a los maestros budistas contemporáneos abordar las cuestiones de género y sexualidad y el creciente número de budistas queer que están forjando una relación saludable entre su ser queers y su fe budista a nivel individual y también a nivel colectivo, más inspiración y esperanza siento.
Esta esperanza se refuerza también al observar a todas las increíbles y potentes maestras budistas (tanto laicas como ordenadas) que desempeñan un papel significativo no solo para hacer que las enseñanzas de Buda lleguen a muchas más personas (especialmente mujeres) en todo el mundo, sino también para desafiar las nociones y prácticas del patriarcado dentro de sus comunidades religiosas. En 2011, Gueshe Kelsang Wangmola se convirtió en la primera monja en obtener un título académico en budismo tibetano, que antes se negaba a las mujeres. Jetsunma Khandro Rinpoche, como una de las maestras más populares, inspira a muchos dentro y fuera de las comunidades budistas. La Venerable Karma Lekshe Tsomo, profesora de la Universidad de San Diego a través de la Fundación Jamyang, fortalece a una gran comunidad de monjas del Himalaya apoyando su educación. Una carta reciente de la Venerable Pema Chodron y una petición de mujeres budistas (laicas y ordenadas) exigieron una investigación sobre una acusación de conducta sexual inapropiada por parte del destacado monje Dagri Rinpoche. Ambos son ejemplos de conversaciones inspiradoras y difíciles en las comunidades budistas.
«Estas dos fotos me recuerdan que, por pequeño que sea el comienzo de un viaje hacia un mundo inclusivo, justo e igualitario, por muchos obstáculos que tengamos que atravesar, el trayecto es siempre inspirador y transformador». La primera foto muestra el humilde comienzo de Sakyadhita en 1987 (derechos de autor: Ven. Karma Lekshe Tsomo, Sakyaditha), hasta crecer como se ve en la segunda foto (derechos de autor: Olivier Adam). Sentados en la primera fila están Jetsunma Tenzin Palmo (extrema izquierda), Ven. Karma Lekshe Tsomo (2º por la derecha) y Ven. Thubten Chodron (3º por la derecha), que siguen siendo fuente de inspiración en mi fe y práctica por la justicia social. Ver y saber que se celebran encuentros como estos para desarrollar conversaciones más hábiles sobre el cambio resulta estimulante y alentador«. – Tashi Choedup
En el Kalama Sutta, también llamado Carta del Buda sobre la libre indagación, Buda aconseja no aceptar nada sólo porque provenga de las escrituras o de la tradición o de tu maestro, sino investigarlo y verificarlo antes de aceptarlo. En el espíritu de esa indagación y en mi experiencia personal, creo que es posible para la gente queer comprometerse y comunicarse con la comunidad religiosa de la que formo parte, dando una oportunidad de aprendizaje mutuo. Durante los últimos tres años, formé parte de un centro budista tibetano en Bodhgaya, Bihar, India. Estaba formado por una pequeña comunidad de miembros residentes y una gran comunidad de estudiantes a corto y largo plazo. Durante el tiempo que pasé allí, para muchos yo era la primera persona queer que conocían, por no hablar del primer monástico queer. Era confuso para algunos e intrigante para otros. Pero una cosa que todos compartíamos y apreciábamos era el espacio para entablar conversaciones amables y genuinas. Actualmente, me estoy tomando un descanso para estudiar psicología. No obstante, gracias a la tecnología, las conversaciones con la comunidad budista virtual continúan mientras formo parte de un aula diversa en una universidad privada de la ciudad del sur de la India, Vishakapatnam, que parece ser un nuevo terreno de aprendizaje para comprender cómo responde la corriente dominante a la fe y al ser queer en su conjunto.
La religión debe ser un espacio de sanación, donde las vulnerabilidades y las diferencias se aborden con amabilidad, amor y compasión.
Todos los líderes religiosos deben darse cuenta de que aquí no hay un «nosotros contra ellos». La lucha por la igualdad de derechos no es sólo para las personas marginadas por razones de género, casta, raza, clase, sexo, sexualidad, religión o etnia, sino para todos. Tanto si la gente se da cuenta como si no: un mundo inclusivo con igualdad, justicia, bondad, compasión y amor nos beneficia a todos. La eliminación del sufrimiento deja espacio para la felicidad de todos y cada uno.
Como dice un dicho budista, ¿quién no busca la felicidad y quién no quiere librarse del sufrimiento? La primera noble verdad de Buda fue la «verdad del sufrimiento». El sufrimiento es omnipresente en toda nuestra existencia, algo común a todos los seres vivos. Buda continuó diciendo en la cuarta noble verdad que hay un «camino hacia la completa cesación del sufrimiento». Un camino que está abierto y disponible para todos. En pocas palabras, el sufrimiento es la realidad de la vida y también lo es el deseo de felicidad y el deseo de liberarse del sufrimiento; es universal entre todos los seres vivos. La práctica budista -o, para el caso, cualquier práctica religiosa- consiste en ayudarnos y apoyarnos mutuamente para hacer realidad ese deseo.
No se trata sólo de que la religión incluya a las personas LGBT. Se trata de que la religión se sustente en una fe inclusiva, una fe que profesan muchas personas diferentes, en muchos contextos y realidades diferentes, y algunas de ellas son personas LGBT. Cada persona creyente aporta a su comunidad y espacio religiosos su experiencia y expresión únicas de la fe que encarna. Cada persona enriquece y nutre a su comunidad religiosa y a todos sus miembros. Los líderes religiosos deben facilitar activamente esa inclusión.
Creo en que mi fe me ha ayudado con mi ser queer y mi ser queer me ayuda a hacer que mi fe sea inclusiva.
Tashi Choedupes una persona budista practicante que forma parte del monacato, una persona homosexual no practicante y una persona queer en acción. Mientras se dedica a los derechos humanos y al trabajo interreligioso, en la actualidad intenta superar el duelo por los amigos que perdió a manos del fascismo, el patriarcado y los matrimonios heterosexuales.
Este blog forma parte de una serie para el programa sobre LGBT* y Fe del Foro Global LGBT* de Salzburgo. Más información en: www.salzburgglobal.org/go/LGBT/blog
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
PRESSENZA · Nota original