
Una aleación japonesa que conserva su memoria incluso a -200 °C podría revolucionar las misiones espaciales y el uso de hidrógeno líquido.
Este material, compuesto por cobre, aluminio y manganeso, actúa como un músculo inteligente en entornos extremos. Sin motores ni electrónica, podría ser clave en el futuro de la energía y el espacio.
El espacio exterior impone una condición que ningún material común soporta: el frío absoluto. Pero un nuevo hallazgo japonés acaba de cambiar esa ecuación. Científicos desarrollaron una aleación metálica que no solo sobrevive a -200 °C, sino que recuerda su forma y se activa sola con los cambios de temperatura. Su potencial es enorme: desde misiones interplanetarias hasta sistemas de energía limpia en la Tierra, esta aleación abre una puerta inédita.
Un material que recuerda, incluso cuando todo se congela

La mayoría de los metales con memoria fallan en temperaturas extremas, pero esta nueva aleación —una mezcla precisa de cobre, aluminio y manganeso— cambia las reglas del juego. A diferencia de sus predecesores, puede deformarse y volver a su forma original incluso a -198 °C. El secreto está en su estructura interna, capaz de reordenarse sin ayuda externa. En pruebas realizadas a 75 K, no solo mantuvo sus propiedades, sino que liberó más energía que otros sistemas activos. Los investigadores crearon un interruptor térmico completamente mecánico que, sin electrónica, abría o cerraba el paso del calor automáticamente. Un avance sin precedentes para operar en el frío absoluto del espacio.
Aplicaciones espaciales y más allá

Cuando se piensa en explorar la Luna, Marte o satélites lejanos como Europa o Titán, el frío es uno de los principales desafíos. Un mecanismo atascado puede significar el fracaso de toda una misión. Este nuevo metal permitiría crear actuadores o válvulas que respondan al entorno térmico sin consumir energía ni depender de circuitos complejos. También es ideal para satélites en órbita baja, donde se enfrentan a ciclos térmicos extremos. Pero su utilidad va más allá del espacio: en la Tierra, el hidrógeno líquido es una de las promesas de la transición energética. Y esta aleación podría servir como válvula inteligente en tanques criogénicos, activándose sola ante un aumento de temperatura sin necesidad de sensores ni electricidad.
Inteligencia metálica para un futuro sostenible
El comportamiento de esta aleación no solo es resistente: es casi biológico. Responde a los cambios térmicos con precisión muscular, como si llevara una orden incorporada en su estructura. Los científicos descubrieron que pueden ajustar la temperatura crítica de activación modificando mínimamente su composición, lo que permitiría diseñar sistemas a medida para cada aplicación. Simple, autónomo, eficiente y resistente, este “músculo metálico” no solo promete alargar la vida útil de las misiones espaciales, sino también reducir los riesgos y costos en sectores clave de la industria y la energía. Una nueva era de automatización inteligente puede estar comenzando… y todo gracias a un metal que no olvida.
Nota original en: GIZMODO