El ogro verde busca la pócima que deshaga el hechizo. Entra desapercibido a la fábrica de brebajes mágicos donde se encuentra con los trabajadores y comenta de ocasión: “Gracias a Dios que es viernes ¿Trabajando duro o durando en el trabajo? Da igual”. Pero, ¿da igual? El diálogo de Shrek abre otras interrogantes.
¿Cómo trabajamos? ¿Cómo es el mundo del trabajo y dónde se ubica la Argentina? ¿Cómo se compone el trabajo y su nuevo mapa? ¿El empleado se siente realizado personalmente o apenas le sirve para sobrevivir? ¿O ambas? ¿El mismo trabajo para siempre o treinta empleos antes de jubilarse? ¿Cómo producir más y que cueste menos?
El trabajo cambió porque cambió el mundo. Y el mundo del trabajo ya no es uno solo, ni dos, ni tres, ni tiene una sola forma. Hasta hace medio siglo, el mapa era más simple, alcanzaban algunas palabras para definirlo todo: agrarios, industriales, comerciantes y changarines. Hombres, y algunas mujeres. Asalariados, cuentapropistas y algunos patrones. Operarios, intelectuales y algunas máquinas.
La tecnología digital, algorítmica y la inteligencia artificial transformaron este mundo. La participación laboral de las mujeres y las percepciones de los jóvenes sobre la calidad del empleo y su futuro, también. La inflación, la reclamada libertad y el emprendimiento están haciendo el resto. El presente del trabajo está tan fragmentado que parece estallado, desintegrado. En el nuevo mapa, la política busca la brújula para encontrar el rumbo y hay zonas del mundo del trabajo que están inexploradas.
En este dossier rastreamos la fragmentación de ese mapa laboral. Especialistas harán zoom sobre los segmentos que debaten las formas del trabajo, y cronistas relatan las heterogeneidades de sus continentes. Consultamos también a quienes, en la política y desde distintos ángulos, buscan orientar la brújula.
A diferencia del fútbol o del bridge, pero en sintonía con muchas de las variables generales, en lo que a indicadores laborales refiere, la Argentina no es el mejor ni el peor país del mundo. Está en la mitad de la tabla. Contamos con una desocupación similar a la del mundo, que se sitúa alrededor de los 6 puntos. Con la productividad del trabajo de Rusia, cerca de Chile y Uruguay, por encima de China aunque muy por debajo de Corea, donde se trabaja 52 horas a la semana. A nivel global, el 52% del producto bruto se destina a remuneraciones. En la Argentina, ese indicador cayó al 43%.
Para algunos, estos datos alcanzan para afirmar que las regulaciones laborales deben adaptarse a las reglas del mercado. Para otros, los mismos datos bastan para sostener que el problema es estrictamente distributivo o una pugna entre derechos conquistados y perdidos o por perderse.
En la actualidad conviven otros datos –en principio contradictorios– como los mensajes que podemos escuchar por parte del saliente jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta: “El trabajo privado formal no crece hace más de 10 años”, o titulares de informes oficiales que aseguran: “Récord de crecimiento del empleo privado registrado en 14 años”. ¿Cómo es posible? La respuesta sería inequívoca si tan solo fuera chequeable. Lo que sucede es que, en su lógica, cada una es igual o parcialmente cierta.
Este especial
¿Trabajando duro o durando en el trabajo? es un dossier realizado en conjunto entre Fundar y Cenital, donde vemos que el trabajo asalariado formal sigue siendo el mayor segmento del mercado de trabajo, pero también que el trabajo informal es mayor al formal. Sucede que ciertos acuerdos técnicos y políticos parecen estar rotos. Por ejemplo, los acuerdos sobre qué es el trabajo formal y cuál debe serlo. El problema es más grande que la grieta. Incluso más grande que la grieta más clásica de todas, la del capital y el trabajo.
En este especial, Dante Sica y Carlos Tomada, ambos ex titulares de la cartera nacional de Trabajo, reflexionan sobre las variantes de la reforma laboral y la intransigencia. Delimitan juntos, pero por separado, los puntos de contacto y de rechazo entre la meritocracia y una sociedad con el trabajo en el centro. El trabajo como costo, motor del desarrollo y articulador social. Explicitan los puntos conciliables e innegociables entre empresarios y sindicatos y exploran nuevas y viejas agendas de transformación y cambio.
Dicho de otra forma, la transformación de la producción y el trabajo, y la heterogeneidad que dejaron esas transformaciones, dieron como resultado otro tipo de fragmentación, la de los desacuerdos y de los consensos múltiples. Fragmentos que necesitan ser recompuestos o cuanto menos reinterpretados. ¿Hay material para alguna clase de acuerdo entre los actores políticos y sociales o los términos son innegociables? ¿Hay un solo tipo de reforma laboral en el horizonte? Ninguna quizás. También en este dossier, Eduardo Levy Yeyati y Sebastián Etchemendy conversan en esta entrevista con Lucía Álvarez sobre sus variantes y contenidos. Y lo hacen porque algo comparten ambos: ni el trabajo, ni el salario ni sus instituciones pueden quedar fuera de la ecuación de quien quiera formar nuevas coaliciones o gobiernos de unidad nacional, ni de quien quiera refundar la Argentina o devolverla al siglo XIX. Para estabilizar, aplicando cualquiera de las fórmulas disponibles, los actores sociales del trabajo tendrán su lugar. E incluso más, probablemente todas las variantes necesiten una política para la fragmentación del trabajo, ya sea para integrarlo o refundarlo desde sus astillas.
¿Qué hacer con las demandas de quienes rechazan los derechos aunque los necesiten? ¿Y de quienes quieren ser empresarios aunque sean trabajadores? En esta nota, Gabriela Llamosas conversa con Pablo Vommaro sobre las percepciones de las juventudes sobre el trabajo y el futuro. Se pregunta de qué se jubilarán cuando no puedan trabajar más e invierte el interrogante más común: ¿cuáles son las demandas de la juventud al mercado de trabajo?
La fragmentación tiene rostros y nombres, personas que trabajan en forma diversa, como dice la Constitución desde 1949-56, aunque de manera cada vez más diversificada. En Sin techo ni red, el cuentapropismo va de la changa a los dólares, Emiliano Gullo recorre historias de autónomos, un segmento en el que se encuentran ocupaciones de altos y de bajos ingresos, la economía de subsistencia con los exportadores de servicios, el trabajo comunitario con la changa solitaria, los vendedores por internet con la economía social, cada vez más organizada e integrada a los circuitos de producción formal.
A través de un estudio de Fundar fuimos al encuentro de lo improbable, María Puglia y Juan Martín Argoitia nos acercan a las industrias más masculinizadas del mundo del trabajo para encontrarnos con las pocas mujeres que trabajan en ellas, con sus demandas y condiciones de vida en esta nota. En El precio de la libertad, Esteban Magnani se pregunta sobre los márgenes de libertad disponible y deseable de los trabajadores plataformizados.
Este mapa fragmentado también tiene extremos. Un adentro y un afuera (de la formalidad), un arriba y un abajo (de los ingresos y las condiciones de trabajo). Movimiento obrero organizado y economía popular pueden ser nombrados despectivamente como aristocracia obrera o patria planera, incluso entre sí. En ocasiones, cada segmento se concibe a sí mismo como el más extenso y es visualizado por los otros como homogéneo. Porque aún en la heterogeneidad, persisten miradas homogeneizantes. Y en la producción se replican dilemas similares. Las PyMEs serían las mayores generadoras de empleo pero a la vez explican gran parte de la informalidad laboral. De eso conversamos con Roxana Maurizio, consultora de la OIT, en esta entrevista.
En este dossier, finalmente, Federico Pastrana y Joan Vezzato describen esa heterogeneidad, a través de los ingresos de cada uno de los segmentos del trabajo al calor de un régimen de alta inflación y descubren que muchos pierden o empatan, pero nadie gana. Ni siquiera quienes están adentro y arriba del mapa.
Una nueva realidad o una vieja novedad. Trabajar duro o durar en el trabajo. Ordenar o adaptar. La brújula binaria es engañosa en un mapa fragmentado. El nuevo orden de la fragmentación se resiste a ser cambiado e impondrá su transformación si las políticas laborales no consiguen explorar la diversidad, aún cuando busquen profundizarla.
Esta nota forma parte del especial de Cenital-Fundar, ¿Trabajando duro o durando en el trabajo? Podés leer todos sus artículos acá.
CENITAL