Greenpeace, WWF y Amnistía Internacional responsabilizaron a Bolsonaro. El Mato Grosso es uno de los estados más castigados por las llamas.
La Amazonia brasileña arde como nunca. Los graves incendios que comenzaron el 10 de agosto y afectaron ya a más de 70 mil hectáreas de la selva brasileña, se extendieron a zonas del Chaco Paraguayo, parte de Bolivia, Uruguay y Perú.
El fuego avanza incluso en áreas de protección ambiental: solo esta semana se han registrado 68 incendios en territorios indígenas y zonas de conservación, la mayoría en la Amazonia.
En los casi ocho primeros meses del año se han producido casi un 84 por ciento más de incendios que en el mismo periodo de 2018, el ritmo más alto desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) comenzó la medición en 2013.
El satélite Suomi NPP de la NASA captó una imagen donde se aprecia gran parte del sur de la Amazonia, con el humo alcanzando por el sur la cordillera andina.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, puso en marcha un «gabinete de emergencia nacional» para que elabore un plan de sofocación de los incendios que están arrasando la Chiquitanía y otras zonas del este del país.
En lo que va de año, Brasil ha sufrido 72.843 focos, más de la mitad de ellos en la región amazónica, según los datos del INPE, el ente que se encarga de monitorizar la deforestación de la zona selvática a través de imágenes de satélite y que ha sido objeto en las últimas semanas de las críticas del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que pone en duda sus datos.
Greenpeace y WWF (World Wildlife Fund; Fondo Mundial para la Naturaleza) lamentaron que las políticas, actuaciones y declaraciones de Bolsonaro alimenten la impunidad en los incendios, que en su mayoría están provocados con la intención de ganar terreno para la ganadería y, sobre todo, para el cultivo de productos para la alimentación animal.
Amnistía Internacional dijo que los errores de Bolsonaro son responsables. Kumi Naidoo, secretario general de Amnistía, aseguró que han documentado incendios intencionales. «En vez de divulgar escandalosas mentiras o negar la escala de la deforestación en curso, instamos al presidente a tomar medidas inmediatas para detener los incendios», dijo Naidoo.
En el Estado de Mato Grosso, uno de los más golpeados por las llamas, los incendios aumentaron en un 205 por ciento. También en el periodo en el que están prohibidos los fuegos que provocan los agricultores para limpiar los campos. Mato Grosso vive del negocio agrícola y genera gran parte de la exportación de soja, maíz y algodón de Brasil.
Allí se encuentran también los parques Chapada dos Guimares –que ya ha perdido el 12 por ciento de su vegetación– y Serra de Ricardo Franco, en la frontera con Bolivia, un país que en las últimas jornadas también ha sido presa del fuego, que ha quemado medio millón de hectáreas.
Los incendios alcanzaron repercusión internacional, principalmente, después de que el cielo de San Pablo, a 3.000 kilómetros de la Amazonia, quedase oscurecido aparentemente por el humo de los incendios que provenían del norte y el centro del gigante sudamericano. Las fotos de la Amazonia deforestada invadieron las redes sociales, lo que aumentó la presión sobre el Ejecutivo de Bolsonaro.
El martes, fiel a su estilo, el presidente trató de darle la vuelta a la tortilla. Sin presentar pruebas, el mandatario sugirió que las organizaciones ecologistas estaban detrás de la tragedia con la intención de perjudicarlo.
«Puede haber una acción criminal por parte de esas ONG para llamar la atención precisamente contra mí, contra el gobierno de Brasil. Esta es la guerra a la que nos enfrentamos», declaró.
Los diez municipios de la Amazonia que más han ardido son también los más deforestados.
Juntas, esas localidades suman el 37 por ciento de los incendios en lo que va de año y el 43 por ciento de la deforestación total registrada hasta julio.
En algunos casos, señalaba el IPAM, el fuego se hacía de manera controlada para limpiar campos, incluso en áreas protegidas con presencia humana, como aldeas indígenas o reservas extractivas. Pero la situación va más allá: «Es realmente preocupante», reconoció el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, en un encuentro sobre cambio climático en el que fue abucheado mientras intentaba hacerse escuchar.
Destrucción. Las fotos de los bosques naturales ardiendo invaden las redes sociales y golpean al gobierno. Sin presentar pruebas, Bolsonaro sugirió que las organizaciones ecologistas están detrás de la tragedia