
Por Allan Astorga G. Redacción Costa Rica. Pressenza.com
Negar, ¿por qué?
El término “negacionista” suele usarse con tono despectivo para referirse a quienes rechazan la existencia del cambio climático o su origen humano. Desde la pandemia, estas voces se han
multiplicado y fortalecido. Ya no son solo ciudadanos escépticos: hoy hay líderes mundiales que lo niegan abiertamente, como Donald Trump y Javier Milei. Por eso, vale la pena preguntarse: ¿por qué su discurso ha calado tan fuerte?
Treinta años de promesas
Este 2025 se celebrará la COP número 30. Es decir, llevamos al menos tres décadas hablando del tema, invirtiendo miles de millones de dólares en instituciones, diagnósticos, campañas y
conferencias internacionales. ¿Y qué ha pasado?
La atmósfera está más cargada de gases de efecto invernadero que nunca. El metano y el dióxido de carbono siguen en aumento. La temperatura global continúa rompiendo récords. Y mientras tanto, las grandes metas internacionales —como las del Acuerdo de París— apuntan hacia finales de este siglo, cuando el agotamiento de combustibles fósiles hará inevitable la descarbonización… por necesidad, no por decisión.
Una crisis que no se ve
Para el ciudadano común, la supuesta “crisis” no parece tan real. El aire es respirable, el agua corre por los grifos, hay comida en los supermercados y el mar sigue produciendo peces.
¿Dónde está la emergencia? ¿Por qué cambiar mi vida por algo que no percibo?
A esto se suma que muchas señales del cambio climático —como olas de calor, lluvias intensas o sequías— pueden ser interpretadas de distintas formas, incluso como eventos naturales dentro de
la variabilidad histórica. La ambigüedad del mensaje genera más confusión que conciencia.
Una burocracia estancada
Parte del problema es que la estructura creada para enfrentar esta crisis se ha convertido en una
maquinaria pesada y lenta. Organismos internacionales, ministerios, agencias, planes nacionales, consultorías, diagnósticos… y más diagnósticos. Millones de dólares invertidos y pocos cambios
reales.
Muchos expertos se jubilan tras años de participación en la lucha climática sin haber logrado resultados tangibles. Sus puestos son ocupados por nuevas generaciones que repiten los mismos
caminos, atrapadas en el mismo ciclo.
COP: la cumbre del estancamiento
Las conferencias climáticas (COP) se han convertido en escenarios de reclamos cruzados: los países pobres exigen compensaciones, los ricos se defienden o posponen. Pero rara vez se discuten
soluciones reales.
Y mientras tanto, la ONU enciende todas las alarmas sobre la crisis, pero responde con planes y hojas de ruta que se proyectan a 20, 30 o 50 años. ¿Se puede pedir confianza si las acciones no
corresponden a la urgencia?
¿Y si nos estamos autoengañando?
La verdad incómoda es que, desde fuera, parece que el mundo está atrapado en una gran simulación de lucha contra el cambio climático.
Un teatro de informes, cumbres y promesas que no logra frenar la crisis, ni siquiera explicarla bien a la población. Por eso, aunque el negacionismo no sea correcto desde el punto de vista científico, su crecimiento es comprensible: refleja la desconfianza en un sistema que ha fallado.
El concepto de cambio climático, en algunos casos, ha sido prostituido por ciertos políticos y actores que buscan obtener beneficios, incluso económicos, al levantar esa bandera. Esto provoca decepción y sensación de manipulación entre la gente común. Por eso, a veces, lo que plantean los negacionistas resulta útil, en tanto logra llamar la atención y empuja a reflexionar sobre la certeza o
incertidumbre del fenómeno y sus consecuencias.
Desequilibrio de la ecosfera terrestre
La verdadera crisis que afecta al planeta es el desequilibrio de la ecosfera terrestre, tanto en los continentes como en los océanos. Los indicadores del estado de salud de la Tierra —los llamados
límites planetarios— son nueve, y el cambio climático (la temperatura global) es apenas uno de ellos. Al momento de escribir este artículo (mayo de 2025), siete de esos nueve límites están en
estado de alteración.
El problema, por tanto, es mucho mayor que solo el clima: abarca la degradación de los suelos, la pérdida de bosques y ecosistemas, la reducción acelerada de la biodiversidad terrestre y marina, y
la contaminación de los suelos, aguas y atmósfera, especialmente en las grandes ciudades.
Este desequilibrio ha sido provocado por la actividad humana de los últimos 225 años: desde el uso intensivo de combustibles fósiles, el empleo masivo de agroquímicos, la deforestación de millones de hectáreas cada año, la pesca industrial a gran escala, hasta la generación descontrolada de residuos y emisiones contaminantes.
La resiliencia de la ecosfera terrestre —su capacidad para restaurarse más rápido de lo que se degrada— está llegando a su límite. Nos estamos acercando a un punto de no retorno global, a partir
del cual el deterioro será más rápido que la capacidad de regeneración natural.
Bajo esas circunstancias, la situación cambiará radicalmente para la humanidad, con consecuencias potencialmente devastadoras.
La realidad objetiva nos dice que debemos actuar ya. No solo para mitigar y ralentizar los efectos del cambio climático, sino para detener la degradación sistémica de la ecosfera y promover su
restauración.
Esto es posible, pero requiere consensos globales, especialmente entre los grandes líderes del mundo, incluidos aquellos que hoy niegan el cambio climático. El verdadero desafío no es
convencerlos sobre un solo fenómeno, sino sobre la necesidad de restaurar el equilibrio del planeta Tierra.
Seguir por el mismo camino equivale a seguir perdiendo tiempo valioso. Por eso, los negacionistas, aunque se equivoquen en el diagnóstico, tienen una parte de razón en su crítica al sistema.
SISTEMA SALVETERRA: de la crítica a la acción
En SALVETERRA creemos que es hora de cambiar el enfoque. La humanidad no necesita más diagnósticos, sino soluciones.
El SISTEMA SALVETERRA propone una planificación territorial con visión planetaria, enfocada en la regeneración de ecosistemas tropicales, la restauración de suelos, la captura acelerada de carbono y la creación de economías locales sustentables.
Es una herramienta concreta, basada en ciencia, que actúa desde lo local, pero con impacto global.
Porque el equilibrio de la Tierra no se logrará en los auditorios internacionales, sino en los territorios donde se transforma la realidad.
Una llamada a despertar
No se trata de negar la crisis, ni de perpetuar el discurso del miedo. Se trata de ofrecer alternativas reales, medibles, replicables. Es hora de demostrar que hay otra forma de vivir, de producir y de
habitar el planeta. Es hora de dejar de esperar que las soluciones vengan de arriba. Es hora de actuar. Y si los negacionistas tienen una parte de razón, que sea solo para recordarnos que ya no
basta con creer. Hay que hacer.
Los invitamos a visitar la propuesta del SISTEMA SALVETERRA® en www.salveterra.info.
Redacción Costa Rica
PRESSENZA – MedioAmbiente 2025
Nota original