Según el Ente Turístico Rosario (ETuR), se ocuparon las 7.200 plazas hoteleras, las 400 de los hostels y unas 200 en deptos. Algunos fueron a ciudades vecinas. Otros se volvieron al saber que no encontrarían lugar Durante el último fin de semana largo del año se agotaron las 7.800 plazas hoteleras. Se derivaron visitantes a localidades vecinas y algunos hasta debieron volverse.
La llegada de turistas a la ciudad durante el último fin de semana largo del año superó todas las expectativas. Según informaron desde el Ente Turístico Rosario (Etur), se ocuparon las 7.200 plazas hoteleras, las 400 que ofrecen los hostels y unas 200 en departamentos, al punto de que hubo que derivar a muchos visitantes a localidades cercanas y otros hasta decidieron volverse apenas se enteraron de que no encontrarían lugar.
La diferencia entre una y otra suerte radica en haber —o no— reservado alojamiento. El relato al respecto de los empleados del Etur fue elocuente. “Desde el viernes a la tarde y el sábado a la mañana tuvimos colas de gente pidiendo información sobre qué visitar e incluso muchos que no tenían reserva llegaban para implorar que les consiguiéramos hoteles”, contó uno de los operadores del organismo.
Ante el panorama, desde el Etur intentaron una y otra vez verificar si en los hoteles podían haberse caído reservas. En algunos casos lograron ubicar a los desolados pasajeros.
Unas vez saturadas las plazas locales (incluidas unas 400 de los hostels y 200 en los 60 departamentos listados para ese uso), el siguiente recurso fue apelar a alojamientos en ciudades cercanas, como Funes, Ricardone, Arroyo Seco, San Lorenzo, Puerto General San Martín y hasta Victoria.
Alternativas.
Pero la opción de alojarse en las proximidades de Rosario queda reservada para quienes viajan en auto. Por eso, al llegar a la terminal de ómnibus y enterarse en la oficina del Etur de que no encontrarían hotel, no faltaron quienes decidieron resignarse y regresar a sus lugares de origen.
El buen clima que reinó desde el sábado también hizo posible que muchos jóvenes apelaran a la alternativa del camping de Granadero Baigorria, un dato que no deberían pasar por alto las autoridades locales, ya que Rosario carece de un ámbito donde acampar.
Y es que el target de jóvenes en grupos y en pareja es un plato fuerte para el turismo en Rosario, una ciudad que les ofrece actividades vinculadas con el río y una variada oferta de espectáculos.
A tal punto, que la titular del Etur, Adriana Giromini, destacó que es frecuente la llegada de turistas reclamando la agenda mensual que edita Cultura municipal.
El interés se centra, según las edades, en los espectáculos de música y teatro, los museos y, especialmente, el llamado “tríptico infantil” que conforman la Isla de los Inventos, el Jardín de los Niños y la Granja de la Infancia. El paseo ya es reconocido fuera de Rosario y suele ser una motivación para viajar con chicos.
Rosario como escenario.
Este último fin de semana, sin embargo, a la llegada de familias se agregó la de “una gran cantidad de grupos de jóvenes y parejitas”.
El insólito caso de Brenda y Lionel parece confirmar el dato oficial: a la pareja, oriunda de Buenos Aires, le gusta tanto Rosario que esta vez vinieron para filmar un videoclip. El escenario, obvio, serán las calles de la ciudad, donde ayer protagonizaron —disfraz incluido— las imágenes que el 17 de noviembre ofrecerán a los invitados a su casamiento.
Según relató Giromini, la oferta cultural se suma como atracción para los visitantes a lo que ya son los “íconos” indiscutidos de la rosarinidad: básicamente el Monumento a la Bandera y el barco Ciudad de Rosario, que permite disfrutar del Paraná y sus islas.
Y, por supuesto, al margen de los feriados, siguieron llegando extranjeros. Entre ellos, relató la funcionaria, se cuentan incluso quienes “por razones económicas y de seguridad prefieren hacer base en Rosario y no en Buenos Aires, para viajar después a otras zonas del país”.
La presencia de turistas también impactó fuerte en los bares y restaurantes, sobre todo en la franja de la costa. Pero allí no todas fueron buenas porque, pese a saberse que habría bastante más trabajo, muchos dueños no pusieron personal de refuerzo.
Quejas también.
El efecto fue previsible: quejas por largas esperas, primero para encontrar mesa y después para ser atendidos, y porque a la hora de pedir se respondió con frecuencia un frustrante: “No nos queda”.
Fuente: La Capital