Familias jóvenes encuentran en la zona noroeste un lugar para vivir con mayor bienestar. Ambos espacios, pensados para estar en lugares alejados, se están rodeando de casas suntuosas y humildes.
La calle La República separa dos mundos, el de viviendas precarias y el de las construcciones que comenzaron hace cinco años. |
«Jamás pensé que me iba a venir a vivir acá; pero ahora no me sacás más. Esto es hermoso», asegura Valeria en la puerta de su flamante casa a medio construir en el barrio San Eduardo, zona noroeste de la ciudad y a metros del aeropuerto. El lugar se convirtió desde hace unos cinco años en el sitio elegido por parejas jóvenes con hijos pequeños que escapan del «ruido, la locura del centro y la inseguridad», y crece a un ritmo vertiginoso. Prácticamente en todas las cuadras hay una obra en construcción, lo que ya le cambió definitivamente la cara a esa zona de Rosario que hace tan sólo una década era una tradicional postal campestre. Como San Eduardo, al menos otros cuatro barrios pueblan el eje que va desde el autódromo al aeropuerto y conforman algo así como una nueva ciudad dentro de otra. Un colectivo los une con el centro, un colegio ya se instaló en la zona y hasta los delivery ya los suman en sus pedidos.
Valeria tiene 39 años, un hijo de cinco y una historia que prácticamente se repite en cada cuadra de San Eduardo. «La verdad, estaba muy cansada de salir todos los días al parque con la pelota y tener al nene corriendo adentro del living», cuenta esta maestra jardinera que hace dos meses decidió junto a su marido dejar el departamento que habitaban en Colón y Mendoza para mudarse a metros del aeropuerto.
Y según confiesa, la experiencia le cambió la vida. «Vivimos más tranquilos, el barrio es muy seguro y el nene tiene un montón de verde para disfrutar», asegura.
Su historia es casi calcada a la de Andrea, de 36 años, una mamá de cuatro chicos de seis, cuatro, tres y dos y otro que viene en camino, que desde hace un año también vive en el barrio.
Es que San Eduardo parece ser el lugar elegido para vivir por parejas jóvenes con chicos pequeños. En el área que se extiende entre la calle Malabia, Schweitzer y Jorge Newbery, se construye prácticamente una casa por cuadra, las manzanas están casi todas habitadas y es muy difícil conseguir un terreno desocupado.
«Cuando yo me vine a vivir, acá no había nada», asegura Eduardo Toro, un ex futbolista que supo pasar por Rosario Central y que «gracias a un premio que cobró en la Copa Libertadores de 1971» pudo comprar tres años más tarde el terreno en el que vive hasta hoy.
Con el correr de los años se transformó en un testigo del crecimiento de la zona. Ahora ya no está tan solo, las manzanas que rodean su casa están todas pobladas y él hasta aprovechó para poner un quiosco. Y es más, «a fin de mes se vienen a vivir dos parejitas que se casan y están construyendo», dice mientras señala las obras de los dos futuros vecinos que se levantan a metros de su casa.
En San Eduardo las calles tienen un mejorado, hay alumbrado público y gas natural, pero lo que aún no llegó es el agua corriente y las cloacas. Un terreno de 50 x 22 metros se cotiza unos 35.000 dólares y hay un servicio de vigilancia privada que recorre el bario permanentemente.
Del otro lado de la avenida
Cruzando la avenida Jorge Newbery, las construcciones no se detienen. Allí se levanta el barrio Hostal del Sol. Las características de los vecinos son muy similares a los de San Eduardo: parejas jóvenes con chicos pequeños.
«Siempre me gustó vivir en el campo y acá logré algo de eso», cuenta María Elena, una mamá de dos nenas de 13 y siete años que desde hace cinco optó por dejar su casa de la zona sur para mudarse muy cerca del aeropuerto.
Así, la terminal aérea, que alguna vez fue pensada como un edificio situado lejos de la ciudad, ahora ya está prácticamente rodeada de casas. Y lo mismo sucede con el autódromo, hace una década era una pista lejana y solitaria y, hoy está muy cerca de los nuevos barrios, por lo que algunos comenzaron a quejarse de los ruidos.
«En realidad mucho no podemos quejarnos, ya que cuando nosotros llegamos tanto el autódromo como el aeropuerto ya estaban acá», admite una vecina.
En Hostal del Sol los terrenos son más grandes (dos mil metros cuadrados) y se pueden conseguir en unos 70 mil pesos.
Lo cierto es que toda la franja que se extiende entre el autódromo y el aeropuerto experimentó una gran transformación urbana. Viniendo desde el centro por la avenida Newbery y en lo que antes era campo, ahora ya se levantan dos barrios privados (Country del Lago y Aldea Tenis), un complejo de pequeñas casas y los barrios abiertos Aldea, San Eduardo y Hostal del Sol.
Además, detrás de Aldea y ya entrando en predios de Fisherton, están en construcción otros dos barrios privados: Hoyo 12 y Las Torcazas. Toda una postal de la transformación urbana que vive la ciudad. Parejas jóvenes que buscan seguridad experimentan una migración que no se detiene y en su camino ya empezaron a rodear al autódromo y el aeropuerto.
Fuente: diario La Capital – Diego Veiga – Foto: Celina Mutti Lovera