
PRESSENZA – Humanismo y Espiritualidad.
Durante años, pensadores como Yevgueni Primakov y Aleksandr Dugin advirtieron que el mundo se encaminaba hacia una configuración multipolar, en contraste con la visión unipolar que dominó el pensamiento estratégico posterior a la Guerra Fría. Al igual que le ocurrió a Casandra, esas advertencias fueron desoídas durante largo tiempo. Hoy, sin embargo, comienzan a adquirir una resonancia inquietantemente real.
por Omar Abraham
La multipolaridad, tal como fue concebida por estos autores, no se limita a un simple reparto del poder entre Estados Unidos y Rusia, sino que incorpora nuevos actores decisivos como China, la India y diversas potencias regionales emergentes. En este nuevo escenario, el llamado “Este” adquiere una centralidad inédita, al reflejar el desplazamiento del eje económico, político y estratégico hacia Asia-Pacífico. La Iniciativa de la Franja y la Ruta impulsada por China constituye uno de los vectores más visibles de esta reconfiguración global.
En este contexto reaparece con fuerza la teoría de Halford Mackinder, el geógrafo británico que, ya a comienzos del siglo XX, sostuvo que el control de Eurasia —el Heartland— resultaba clave para la proyección de poder a escala mundial.
Quien dominara esa vasta región, que se extiende desde Europa oriental hasta Siberia y desde el Ártico hasta el Índico, estaría en condiciones de influir decisivamente sobre el orden global. Áreas como Asia Central, incluyendo Kazajistán, siguen siendo zonas estratégicamente sensibles para la seguridad rusa y para el equilibrio continental.
La creciente articulación entre China y Rusia, junto con la consolidación de la India como actor autónomo, parece confirmar, al menos parcialmente, aquella intuición geopolítica clásica. No obstante, la multipolaridad también abre una posibilidad distinta: la de un reconocimiento mutuo entre potencias y civilizaciones, en lugar de una escalada inevitable hacia el conflicto.
Samuel P. Huntington advirtió que el siglo XXI podría estar marcado por un choque de civilizaciones, producto de diferencias culturales y religiosas profundas. Pero ese mismo escenario multipolar también habilita una lectura alternativa: la posibilidad de que dichas civilizaciones se reconozcan entre sí sin necesidad de negarse o destruirse.
Aunque muchos factores del nuevo tablero global aún permanecen abiertos o inciertos, el proceso ya está en marcha. Sin embargo, estos cambios estructurales podrían resultar insuficientes si la humanidad no avanza hacia una perspectiva más amplia: la de una nación humana universal.
La transformación decisiva no reside solo en la redistribución del poder, sino en la capacidad de pensar y construir una comunidad humana que trascienda viejas fronteras, rivalidades y hegemonías.
En ese sentido, los herederos de Casandra no solo anuncian el fin de un mundo unipolar, sino que nos interpelan a imaginar algo más ambicioso: que la multipolaridad sea apenas un paso hacia una auténtica unión de los pueblos.
Fuente: PRESSENZA.COMLeer más

