El famoso barrio de Pichincha fue refundado figuradamente como «La República de Pichincha». Polémica por la recreación prostibularia. Desde Cultura municipal destacaron el «alto nivel histórico» de las escenas… La puesta artística oficial de refundación del barrio abrió el debate. Para algunos se hizo mucho hincapié en la figura de los burdeles
La simbólica refundación del barrio Pichincha como República cosechó críticas por el modo en que la Municipalidad recreó anteayer la tradición prostibularia y artística que mostró la zona a principios del siglo pasado. Mientras algunos coincidieron en decir que no se puede mostrar solamente la cuestión degradante de la opresión a la que fueron sometidas las mujeres, otros remarcaron que no hay que negar el pasado del barrio. Y desde la Secretaría de Cultura municipal rescataron el «alto nivel histórico» de las escenas, pero reconocieron que, dado el debate, se contemplaría incorporar un cierre artístico que refleje el movimiento de liberación de las prostitutas.
Para lanzar el nuevo perfil que se intenta dar a Pichincha, la Municipalidad organizó el domingo visitas guiadas por los prostíbulos y milongas, y proyectó filmes en homenaje al Negro Olmedo. Hubo actores con trajes de época recordando a los inmigrantes, autos antiguos y hasta vendedores de empanadas que coparon las calles en una suerte de túnel del tiempo. No faltaron policías y rufianes y en la puerta del mítico burdel Madame Safó, su dueña hasta invitó a conocerlo.
Entre el entusiasmo y la queja
Hubo gente que siguió las explicaciones de los guías con entusiasmo, pero otros rechazaron ciertos aspectos de la manifestación artística y remarcaron que se hizo demasiado hincapié en la prostitución.
«Estoy convencido de que hay una subversión de valores. En aquella época todo era corrupción y degradación, y hoy se lo revaloriza, cuando en realidad debería ser una vergüenza para la ciudad», opinó el médico Augusto Mercau, quien conoció de cerca el movimiento de Pichincha ya que por ese entonces luchó contra la sífilis que se expandía por los burdeles.
«Había zonas para burdeles»
Otra visión aportó María Luisa Múgica, historiadora de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). «Pichincha fue creado por la Municipalidad como un barrio prostibulario, y eso no se puede negar. Era política municipal, y de eso dan cuenta los decretos de 1911 y 1912, donde se demarcaban las zonas paras la instalación de burdeles. Es absurdo negarlo. Es más, Rosario tiene la peculiaridad de poseer inmuebles especialmente creados para albergar la actividad, fueron pensados arquitectónicamente para ello», recordó.
Por su parte, el historiador Rafal Ielpi, quien junto a Héctor Zinni escribió el libro «Prostitución y Rufianismo», sostuvo que no se puede soslayar la cuestión prostibularia, porque a partir de ello hay un conocimiento masivo del barrio. «Yo fui uno de los primeros, junto a Zinni, en resaltar que, más allá de lo pintoresco, allí se produjo una degradación de la mujer, sometiéndola a la esclavitud. No estuve en la presentación del domingo, pero obviamente que no estaría de acuerdo en que se haga una apología de la prostitución».
Igualmente Ielpi cree que con la actividad artística se intenta «balancear la historia del barrio, destacando la importancia de la Estación Rosario Norte por la llegada de inmigrantes, la tradición cultural del Teatro Casino, el tango y el teatro. Si bien hay una historia que no se puede borrar, lo ideal es combinar las dos cosas», sugirió.
En tanto, el periodista y escritor Osvaldo Aguirre, autor del libro «La Chicago argentina», señaló que, a su entender, recordar el pasado del barrio «no significa reivindicar la trata de blancas. La historia de Pichincha está ligada a la prostitución y me parece bien tenerla presente, interrogarla, porque todavía tiene muchos aspectos por descubrir. El problema pasa por cómo se cuenta la historia. A veces parece afirmarse una cuestión festiva, como si aquella hubiera sido una época feliz. Esta visión surge de algunas miradas o memorias que parecen examinar el pasado prostibulario desde la perspectiva del cliente», destacó.
Recordando a Liberman
Para Aguirre, «otras veces el recuerdo termina en una confusión que va en contra del conocimiento histórico. Es importante recordar que Raquel Liberman, la denunciante de la mafia de tratantes polacos, no tuvo ninguna relación con Pichincha ni con Rosario. Ese pasado prostibulario es un aspecto indeseable pero a la vez inseparable de la historia del barrio y de la ciudad: no hay que soslayarlo sino traerlo al presente, porque es revelador de muchos otros fenómenos que hicieron a Rosario», concluyó.
Una «equilibrada» puesta en escena
La secretaria de Cultura municipal, Chiqui González, salió ayer a defender la puesta en escena de la refundación de Pichincha argumentando que la recreación artística estuvo «equilibrada», y rechazó que se hubiera puesto más énfasis en la prostitución por sobre otras manifestaciones culturales surgidas en el barrio. No obstante, sostuvo que, ante la crítica recibida y atendiendo a la opinión de los vecinos, en un futuro se sumarían cuadros actorales para representar la liberación de las trabajadoras sexuales oprimidas.
«Las visitas tuvieron un alto nivel histórico y teatral, con buen gusto, cuidando los detalles y dando cuenta de la época con mucho respeto por las mujeres, que eleva y dignifica. Se representó a todos los sectores, incluso la detención de los hombres relacionados con el rufianismo», aseguró.
Sin embargo, reconoció alguna falta desde su particular visión de directora de teatro. «Lo que se dice es importante, pero lo que se ve, lo es más. Por eso entiendo que, si bien se menciona en la obra, faltaría incorporar un acto donde quede claro la lucha de Raquel Liberman (organizó sindicalmente a las prostitutas) por la liberación de sus compañeras. Creo en la historia y no hago apología de la actividad prostibularia», remató.
fuente: La Capital