«El éxito se ve en la alegría de la gente que trabajó en este proyecto, porque se vendió casi todo», aseguró ayer el intendente Hermes Binner mientras recorría los 200 puestos de La Feria de Verduras y Productos Artesanales que se inauguró detrás de la ex estación Rosario Central (Corrientes y el río). La iniciativa ya está en marcha y funcionará todos los sábados, de 8 a 14.
«Estas personas no sólo tienen un espacio para cultivar la tierra, sino un lugar donde comercializar los productos. Esta experiencia les posibilita recuperar la dignidad del trabajo», agregó Binner.
Más tarde, y frente a 200 empresarios, el mandatario local volvería sobre esta experiencia: «Nos reconfortó ver cómo la gente que hasta hace poco quemaba gomas para reclamar un empleo, hoy presentó con todas ganas el fruto de su trabajo en las huertas».
Otro que no podía ocultar su alegría fue el titular de Promoción Social, Miguel Zamarini. «En un país de exclusión, esto le devuelve a la gente la confianza en su capacidad de trabajo, representa un ingreso genuino y un recurso alimenticio obtenido del propio esfuerzo», apuntó.
Ambos funcionarios dejaron en claro que esta feria es «un ámbito de convivencia para construir una red de solidaridad, porque no intenta competir comercialmente».
Hortalizas, pan, dulces y licores hechos en casa
Llegaron muy temprano con la ansiedad del primer día, y a las 8 ya tenían todo listo con impecables delantales y manteles a cuadros. Y apenas entrado el mediodía los canastos de verduras estaban vacíos, quedaban pocos frascos de dulces en los tablones, el pan casi se había acabado y los compradores se iban bolsitas en mano. Así, la apertura de la Feria de Verduras y Productos Artesanales fue en el día inaugural un éxito, y los productores aseguraron desde sus puestos que esta oportunidad les «devuelve la dignidad del trabajo».
Las plantas medicinales son uno de los productos que se consiguen. A un peso se venden plantines de ajenjo y buscapina (para el malestar estomacal), yerba de sapo (para la circulación) y calencho (para la gastritis). «Hace tres años que estaba desocupado y ahora puedo demostrar que soy útil», expresó Ramón Solís, que trabaja en una huerta de Avellaneda al 5600.
Unos puestos más adelante, Sabiniano Cardozo ofrecía canastos y cunas de mimbre (a 9 y 12 pesos). «Era camionero, pero me quedé sin trabajo y me desesperé», contó el hombre, que aprendió de su padre el arte de la mimbrería.
Otros ofrecían dulces caseros de naranja, zapallo, frutilla, manzana y pera (a tres pesos), así como licores de los más variados sabores: limón, naranja, mandarina y café (4 pesos la botella chica y 7 la grande). Y quienes llevaron verduras y hortalizas volvieron con los cajones vacíos. Vendieron lechuga (1 kilo a 1,25 peso), acelga y espinaca (35 centavos el paquete), zanahorias (1 kilo a 1 peso) y cebollas de verdeo (10 centavos por unidad).
Lo mismo sucedió con los productos de panificación de los vecinos del barrio Avellaneda Oeste, que vendieron roscas (50 centavos cada una) y pan casero (a 1,20 peso los 800 gramos), además de cañoncitos con crema y facturas. Lo cierto es que los puesteros esperan que el éxito continúe.