Como en febrero de 1812, Belgrano volvió a enarbolar la bandera en las barrancas de Rosario El ícono. Como en febrero de 1812, Belgrano volvió a enarbolar la bandera en las barrancas de Rosario.
La representación partió del parque Regional Sur y terminó frente a las barrancas del Paraná. Miles de rosarinos se agolparon en las esquinas y postas para ver a las tropas
Desde temprano el distrito sur se vio conmocionado. La gente salió de sus casas para ver partir a la Ruta Apasionada, una representación de las tropas de Manuel Belgrano al ingresar a la Villa del Rosario el 7 de febrero de 1812. Paisanos y soldados de a caballo, carros y mateos, siguieron los pasos del por entonces coronel desde las orillas del Saladillo hasta el parque a la Bandera, con dos emotivas paradas en la Posta de Aguirre (Estación Central Córdoba) y la plaza 25 de Mayo. Miles de rosarinos se sumaron a la fiesta y esperaron a las tropas en las esquinas o las acompañaron hasta las barrancas del Paraná, donde el Belgrano de la ficción volvió a enarbolar la bandera celeste y blanca.
Acercarse al Parque Regional Sur bastaba para advertir que un movimiento inusual había cimbrado la rutina del barrio. Gauchos montados, grupos de personas apostadas en las esquinas, chicos con banderitas, autos cargados con familias y bicicletas en rondas impacientes. Todos aguardaban ver llegar el desfile.
Pasadas las 10, una nutrida fila de paisanos a caballo y en carros (aun así, muchos menos de los 500 promocionados) bordeó el Saladillo desde el bajo de Arijón, donde antes habían recibido el saludo del intendente Miguel Lifschitz y un convite de mate y pastelitos. Al frente iba Belgrano, representado por el actor rosarino Matías Martínez.
El pregón
El avance de los gauchos y patricios iba precedido por un mateo desde el que un paisano pregonaba Vecinos de la Villa del Rosario salgan de sus casas a recibir al coronel Manuel Belgrano con sus tropas que vienen a defender a nuestro río Paraná de las fuerzas opresoras.
Y la gente salió de sus casas. Los esperó en cada esquina, los vivó, los aplaudió y más de uno hasta lloró. Se enterneció con los más chiquitos montados sobre ponies o al frente de carros engalanados para el festejo, como el que orgullosamente condujeron tres nenes del barrio Las Flores, Jorge (11), Alfredo (9) y Valentino (3). «¿Ya vienen?», era la pregunta que más se escuchaba.
La comitiva oficial -con Lifschitz y su gabinete a la cabeza, el presidente del Concejo, Miguel Zamarini, y el diputado nacional y candidato a gobernador Hermes Binner- mantuvo fluido contacto con los vecinos. La satisfacción por la respuesta a la convocatoria les brillaba en la cara.
Una de las que más aplausos se llevó fue la secretaria de Cultura municipal, María de los Angeles González, que no dejó detalle sin controlar (dicen que hasta la distancia entre los caballos). «Muchísimas gracias, Chiqui, por ofrecernos esto», le dijo, por ejemplo, Mary Mendizábal, una vecina de Paraguay al 5000 que siguió el desfile hasta mitad del recorrido.
Las postales de emoción se repitieron en todo el sur (desde el parque, por Ayacucho, avenida del Rosario y San Martín), y se volvieron más intensas en 27 de Febrero y Buenos Aires. Sobre la explanada de la Estación Central Córdoba, otra multitud y una fila de patricios con uniforme de época esperaban a la tropa en una de las paradas que Belgrano efectivamente realizó, la posta de Aguirre.
Allí pastaba una caballada llegada la madrugada anterior desde la localidad bonaerense de San Antonio de Areco. Esas «tropillas entabladas» (caballos y ponies comandados por yeguas con cencerro) aguardaban impacientes por lucirse en una ronda de pasos y galopes que se conoce como «entrevero». Mientras, un público de todas las edades fue convidado con mate cocido y tortas asadas por microemprendedores.
Por calle Real
Una vez cumplida la posta Belgrano y sus hombres avanzaron por Buenos Aires antigua calle Real continuación del camino homónimo hasta la plaza 25 de Mayo donde los esperaban la imagen de la Virgen del Rosario y más vecinos Entre ellos vestidos de época los actores que encarnaban al grupo de autoridades locales que el 7 de febrero de 1812 les dio la bienvenida
Antes de pedirles «hospitalidad» para albergar a sus hombres junto a la capilla e informarles sobre la próxima instalación de dos baterías, el coronel imploró una bendición a la Virgen del Rosario, así como «abrigo, fuerzas y coraje para defender a la patria» de los barcos realistas que hasta entonces surcaban el Paraná.
El próximo destino de la Ruta Apasionada, seguida de cientos de personas, fue el Parque Nacional a la Bandera, sobre las márgenes del río, lugar en que se levantó la batería Libertad.
Hasta allí llegaron también Belgrano y sus tropas. Y en ese lugar, gracias a un mágico salto temporal que la ficción se encargó de zanjar, el coronel enarboló por primera vez la enseña patria, un gesto que el 27 de febrero de 1812 entusiasmó a sus hombres y a los pobladores de la Villa, aunque después fue rechazado por el Triunvirato de gobierno en Buenos Aires.
Un día increíblemente azul, el cielo como nunca espejado sobre el río, las orgullosas banderas desplegadas, el Monumento atrás, fueron imágenes que ayer se conjugaron con una elocuencia casi cromática a favor de la Ruta Apasionada. La misma que hace ya 195 años siguieron Belgrano y sus hombres para izar la enseña patria en esta orilla del Paraná.
fuente: Silvina Dezorzi / La Capital