Sobre estos dos aspectos del tema atencional, el interno y el social, intercambiamos diferentes experiencias personales en la tertulia que entre unos 30 amigos mantuvimos en el espacio Àgora Humanista de Barcelona (Nou Barris).
Atender es despojarse del ruido que provocan los pensamientos, estos te llevan de un tema a otro sin control, a merced de las preocupaciones, climas y ensueños que nos invaden.
La atención es seguramente, una de las mejores herramientas que tenemos para avanzar como seres humanos tanto en el ámbito interno personal como en el social.
Iniciamos la tertulia describiendo el estado opuesto a atender, comentando las repercusiones que provoca la desatención y centrando este fenómeno en un contexto social donde la desatención y la distracción es el arma de control y manipulación del poder. Del medio llegan a menudo aludes de estímulos, muchos de ellos requiriendo respuestas, y ya solo darse cuenta de esto es un buen logro atencional.
Es mucho más fácil estar desatento que atento, porque la atención es un mecanismo intencional, no es algo mecánico que se consiga fácilmente. Es a través de la distracción de los individuos que la propaganda ha logrado colar durante siglos el mensaje de una élite de dirigentes y conducirnos al momento social actual, en el que la sociedad del espectáculo banal y la distracción se apoderan de los individuos para ahondar en sus ensueños y abonar la persecución del placer (entendiendo éste como un mecanismo de fuga de lo importante, de lo profundo que podría desarrollar el ser humano). La desatención ha creado una sociedad hipnotizada, ayudando a que las personas funcionemos por pura mecanicidad, siendo básicamente siervos de unos deseos de poco vuelo, poca trascendencia, siendo hoy unos y mañana otros.
“Hay muchos elementos que socialmente atentan contra la atención y que hacen más difícil incorporar un estado atento verdadero, profundo desde el cual operar”, explica un participante. “Hay algo en el equipamiento humano que atenta continuamente contra la atención, que es la tendencia a la búsqueda de lo placentero”.
Podríamos describir que hay elementos que nos requieren la atención externamente y otros que lo hacen internamente. Entre ellos y seguramente común a casi todos los individuos, lo que más nos absorbe la atención externamente serían creencias de época; de los medios de comunicación; la mirada del otro. Por otro lado y del mismo modo, aquellos elementos que podríamos rescatar que nos succionan atencionalmente en lo interno, serían: los cuatro grandes temores del hombre: la muerte, a la pobreza, a la soledad y a la dolencia; los ensueños compensatorios y los juicios y consideraciones.
“Cuando hago algún trabajo interno a la mañana puedo estar en mejor tono durante el día y puedo estar más atenta, si no hago esos trabajos me baja el tono y estoy más despistada y más desatenta”, le responde otra tertuliana.Pero claro que eso no se afronta así de frente, no, eso crea tensión y provoca rebote.
“Si hago una revisión biográfica, los grandes accidentes de mi vida se han producido en situaciones de desatención. Toda acción reflexiva tiene como núcleo la atención. He de tomarme unos minutos de atención si he de tomar una decisión que compromete a mi unidad interna”, dirá un tertuliano, mientras otro comenta que “hablando de la ausencia de atención, mi experiencia personal es que vivimos en un mundo conformado por una serie de estructuras de poder que nos abocan a no atender de manera que algunos grupos humanos se hagan con la subjetividad del resto. Yo soy una persona inmersa en ese contexto y esa visión me ayuda a trabajar con la atención”.
Se ha hablado de la colectivización del poder por unos pocos y a nivel experiencial tengo una duda, apunta un tertuliano: “¿cómo afrontar colectivamente la atención de manera que esas estructuras de poder se desvanezcan? Me parece que la atención colectiva no hemos llegado a tratarla como humanos, parece que cada cual está liado con sus dificultades de la atención y no hemos llegado a plantear el tema de modo colectivo”.
«La mejor respuesta que podemos dar, en las condiciones actuales, es que, creemos que estos encuentros, debates y puesta en práctica de lo tratado, llevado por numerosos grupos en todo el planeta, sería el modo de tratarlo colectivamente. La atención empieza en uno e implica de entrada reconocer lo humano del otro. Ahí ya dejo de pensar sólo en mí», le responde otra tertuliana.
“Creo que en un mundo más humano con menos presión podríamos estar más atentos, aumentar la capacidad de decidir al querer salir de mi propia biografía, de los estímulos y compensaciones que vienen. En mi propósito de trabajar la atención, las dificultades aparecen cuando no mantengo el objetivo, cuando cambio de interés”.
En general, los participantes describen que los registros que tienen después de practicar estados atencionales son como si vieses las cosas por primera vez; un nuevo modo de estar en el mundo; la sensación de que el tiempo se ralentiza y más allá, atendiendo a un trabajo más profundo, donde los mecanismos atencionales han marcado la historia sagrada de las civilizaciones, encontramos en la atención un método para acceder a estados profundos de la conciencia que nos permiten conectar con aquello sagrado de cada individuo, que nos permiten plantear estados de conciencia inspirada, de conciencia superior, podríamos denominarlos estados de atención plena, como denominan algunas escuelas.
Un tertuliano apunta que su interés está en llevar la atención a espacios de tiempo largos, por ejemplo, plantear: “¿qué proyectos tenía hace 6 años? ¿hacia dónde voy? Estoy en el tema de atender a la dirección, estar consciente de cómo va la dirección y no distraerme en la dirección de mi vida”. “Estar en una práctica que apunte al sentido de la vida”.
Otra tertuliana comenta que estaba interesada en un arte que produjese atención en la gente que mira o interactúa con la obra. «Hay muchos ejemplos en la historia del arte donde captas como el artista ha llegado al silencio, (derivado de un estado atencional) y lo ha plasmado en su obra pudiendo transmitirlo también al espectador. Un claro ejemplo son muchas de las pinturas paisajísticas del arte antiguo en China».
La atención es una buena herramienta de autoconocimiento, estar atento a lo que pasa por tu cabeza ya te dice en qué deseos divagas habitualmente. Pero como comenta uno de los participantes, “en lugar de “guerrear” con ello y aun considerándolo “ruido”, puedo divertirme atendiéndolo. Al hacerlo, puedo reconsiderarlo y advertir problemas tales como su posible raíz compensatoria, catártica, vindicativa, etc.”
Pueden ser deseos muy primarios o propósitos profundos. La dispersión nos hace únicos como especie, diremos entre risas. Son esas imágenes que siempre están ahí, porque la cabeza, a excepción de trabajos muy específicos siempre está emitiendo imágenes (podemos llamarlos también pensamientos).
Hay una atención, bastante más interesante que las mencionadas anteriormente (simple y dividida) que permite auto observarse mientras realizas cualquier acción en tu vida. Es de mucho interés pues habilita a vivir en una franja donde la mirada está menos externalizada y actuar desde esa condición. A esta atención se la denomina “conciencia de sí”.
Y también muy interesante, pero con otro interés, existe una atención para actuar en la vida cotidiana, que es la “atención dirigida”. Esta atención permite actuar desde un propósito interno, permite tener el centro en nosotros y no dejarse influir. Sería casi lo opuesto a divagar pues el interés en la dirección de la acción es claro. Por supuesto que podríamos hablar de propósitos y propósitos.
Más allá de estos estados atencionales útiles en la vida diaria, la atención es una herramienta necesaria para practicar la meditación y conectar con nuestro interior. Diremos que meditar no es concentrarse, que el acto de meditar llevaría a registros donde el despojarse de los pensamientos es lo que te conduce al silencio, a la atención plena y al vacío como comentan algunas culturas. Este tipo de atención se ve reforzada cuando en la vida diaria hemos practicado sobre todo alguna modalidad de atención intencional.