 «Volvíamos de la isla. Y de repente, el río se apagó. No se  veía nada». A Ramón Artayeta, de 24 años, le  faltaban palabras para describir lo  que le sucedió el domingo por la tarde. Poco antes de las 17, él y dos amigos  regresaban de La Invernada. Pero la tormenta les jugó una mala pasada. La  piragua que los transportaba se dio vuelta y Ramón pasó una hora en el agua  hasta que lo rescataron. A sus compañeros, Miguel Angel Maurenzzi (20) y Carlos  Cáceres (33), los buscaba anoche la Prefectura que comandaba un operativo  especial de rastrillaje.
  «Volvíamos de la isla. Y de repente, el río se apagó. No se  veía nada». A Ramón Artayeta, de 24 años, le  faltaban palabras para describir lo  que le sucedió el domingo por la tarde. Poco antes de las 17, él y dos amigos  regresaban de La Invernada. Pero la tormenta les jugó una mala pasada. La  piragua que los transportaba se dio vuelta y Ramón pasó una hora en el agua  hasta que lo rescataron. A sus compañeros, Miguel Angel Maurenzzi (20) y Carlos  Cáceres (33), los buscaba anoche la Prefectura que comandaba un operativo  especial de rastrillaje.
 Después que la piragua se dio vuelta, los tres jóvenes que no llevaban  salvavidas se quedaron agarrados de la embarcación. «Yo me separé para nadar  hasta la costa. Nadé quince minutos. Me fui tres veces abajo y me sacó una  pareja que también estaba con el kayak dado vuelta», recordó Ramón. Media hora  después -cuando todavía azotaba un viento cercano a los 80 kilómetros-, una  lancha se acercó al grupo «nos intentaron sacar pero no pudieron hacer nada.  Recién cuando vino un vaqueano de la isla nos pudo subir al bote. Llegué a  tierra a las seis de la tarde», contó el muchacho. 
 Miguel Angel y Carlos no corrieron la misma suerte. Hasta el cierre de esta  edición tres guardacostas de Prefectura rastrillaban una extensa zona, desde la  rambla Catalunya aguas abajo hasta el sur de la ciudad, intentando hallarlos. 
 «La denuncia oficial por la desaparición de estas dos personas la tuvimos hoy  (por ayer), pero ya sabíamos del caso y los buscábamos desde que terminó la  tormenta. Ni siquiera pudimos dar con la embarcación», indicó el jefe de  Operaciones de Prefectura Rosario, Luis Martínez. 
 La causa del accidente fueron los fuertes vientos que repentinamente, y durante  no más de 15 minutos, azotaron la ciudad y alcanzaron 86 kilómetros por hora.  «Son centros ciclónicos que afectan distintas zonas y cambian rápidamente de  sentido», explicó el subprefecto y acotó que durante ese momento se tuvieron que  realizar entre 70 y 80 salvatajes. 
  
  Tristeza en Casiano Casas
  Tristeza en Casiano Casas
 Ramón vive en uno de los monoblocks del barrio de Casiano Casas. Y es vecino de  Cárlos Cáceres. En cambio, Miguel Maurenzzi es de Villa Ana, una pequeña  localidad del departamento de General Obligado, al norte de Santa Fe. Miguel  había venido el sábado al cumpleaños de otra vecina y aprovechó su estadía para  pasear en piragua con su cuñado Carlos Cáceres. 
 Silvina Maurenzzi es esposa de Carlos y hermana de Miguel, tiene 25 años y tres  hijos de 7, 6 y 4 años. Ayer al mediodía, Silvina permanecía en su casa de  Larrechea al 2.400 junto con su cuñada y su suegro a la espera de alguna  novedad. 
 «Prefectura nos dice que no tiene información, que está buscando. Tendremos que  esperar», dijo con resignación y recordó que esta era la segunda vez que su  esposo salía a navegar en la piragua que Ramón había comprado hacía poco. 
 Ayer, todo el barrio aguardaba noticias de los muchachos. «Lo que les pasó es  muy triste», acotaban los vecinos.
 Un fenómeno nunca visto 
 Y la misma expectativa compartían quienes habitualmente trabajan en el río.  Lancheros, promotoras de bares de la isla y hasta vendedores ambulantes  comentaban la desaparición de los muchachos y aseguraban que en todos sus años  de conocer el Paraná nunca presenciaron un temporal de esa magnitud. 
 «Nunca vimos una tormenta así», aseguró Carlos Fernández, quien hace más de 20  años que conoce la costa y actualmente dirige una flota de taxis náuticos en la  rambla Catalunya. 
 «La tormenta se armó tan rápido que no permitió hacer nada. Ni las lanchas  particulares, ni la Prefectura, ni los oficiales de la comisaría de la isla  Charigüé alcanzábamos para rescatar a toda la gente que estaba en el agua. Y,  cuando lográbamos dejar las piraguas en tierra, el viento las sacaba volando»,  recordó Fernández y acotó: «pudo haber sido una masacre». 
 Comentarios similares se oyeron en Costa Alta. «Fue un instante. Ni bien  aparecieron las primeras nubes empezó el viento. Y pasó de todo: se dio vuelta  un yate con una familia entera, un chico estuvo 20 minutos agarrado a una de las  boyas hasta que alguien lo vio y pudo rescatarlo», contaron Florencia y Viviana,  dos promotoras de un bar de isla La Invernada. 
 Las embarcaciones menores fueron las que tuvieron que soportar la peor parte.  «Los lancheros y los navegantes se resguardaron en la isla, pero quienes estaban  en piraguas o kayaks no hicieron tiempo a nada. Fue un instante», aseguraron las  jóvenes. 
 Ocasionalmente, el jefe de guardia del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez,  Héctor Pellegrini, fue sorprendido por la tormenta mientras se encontraba  navegando en un velero. «El viento fuerte duró apenas 8 minutos y alcancé a ver  a seis piraguas vacías, a la deriva. Intentamos rescatar a tres chicos en un  kayac y vi nadar todo tipo de objetos: bolsos, libros termos. El río era un  terrible vendaval», afirmó. Y sumó otro dato preocupante: «la mayoría de los  navegantes se encontraba sin chaleco salvavidas».




